MARTINAComo ya dije en varias ocasiones, Lars es guapo a rabiar, es tan bello que me da miedo que mis ojos me delaten y le demuestren mis pensamientos más ocultos, mi imaginación más privada y me da miedo a..., no, eso no puede ser.—Lars tarda en volver— la tía de este le comenta a su hermana. La abuela asiente tristemente mientras ambas lo esperaban en el salón para cenar.—Es esa mujer.—¿De qué mujer hablas?—Una rubia a la que visita cuando quiere y necesita cariño.El estómago me da un vuelco al escuchar a la señora Zelinda.—¿Y de qué la conoces, hermana?—La conocí cuando mi nieto me llevó a cenar una noche. Esta apareció sin decirle a Lars y bueno se acabó sentando con nosotros.Centre mi atención en ella mientras disimulaba que estaba leyendo.—Entre tú y yo, hermana. Esa mujer no entrará a esta casa mientras esté viva. No es apta para mi único nieto. No la quiero para él.—¿Y si él la quiere, Zelinda?Esta no contestó a su hermana y entendí que si así fuera, entonces no te
MARTINASus últimas palabras me han dejado perpleja. Sigo perdida en un mar de pensamientos que por más que intentaba cerrar los ojos, daba vuelta y vuelta. En cambio, él estaba dormido pacíficamente, después de su beso sobre mi mejilla, la cual aún ardía en mi rostro. Este se quedó profundamente dormido mientras embozo una sonrisa tonta que me deja también mirando al techo de su habitación.¿Celosa, yo?; claro que no estaba celosa, solo que me dio pena al ver como fingía algo que no era frente a esas mujeres que revolucionaban su vida. La verdad que este alemán, es un caso excepcional, jamás, antes había visto a un hombre de tan solo veintiocho años adorar tanto a su abuela que fue capaz de meter a una desconocida en su cama.Vale, ahora lo estaba molestando, porque no paraba de dar vueltas en la cama y cada vez que lo hacía le daba sin querer.—Mierda— dije en voz baja al ver que este se giró hacia mí y me miró aún adormecido.—¿Qué te ocurre? — preguntó con voz ronca.—Nada.—Vamos
LARSEra el único culpable de que la navidad no era una fecha esperada para mí, y si no lo era no debería serlo para nadie que viviera conmigo. Mi abuela sabía a la perfección que en Nochebuena y el día de navidad me gustaba estar solo. Sin compañía y sin nadie a mi alrededor. Y al ver toda esa luz y el abeto cerca de la chimenea, me acarreó ese sentimiento que enterré hace años. Mi padre amaba estas fechas, y el día que murió lo hizo el día de navidad.—¿Puedo pasar? — preguntó Martina.—No es el momento.—Por favor, Lars. No sabía de qué estaba tocando un tema muy delicado. Me lo acaba de contar tu abuela y lo lamento mucho.La miré mientras sentía que cada molécula de mi cuerpo me desgarraba. Ella tenía las pestañas mojadas por las lágrimas, y la nariz roja.—¿Hiciste lo que te pedí?Ella negó.—Puedo hacerlo mañana.—Martina, fue una orden directa. No lo entiendes o quieres ver lo peor de mí.Volvió a negar.—No quiero mostrarte mi lado oscuro. No quiero asustarte, pero este soy y
MARTINANo sabía que era lo que había dicho para que de repente se volviera frío conmigo. Él me atraía en todos los sentidos. Su forma de tratarme me dejaba sin razón, y ahora estaba sola, en su cama, mientras la noche pasaba y él no aparecía.Me puse una hermosa bata a juego con el camisón blanco que usaba y que él vio en aquel estúpido desfile, y salí en su busca. Estaba en su despacho, mirando a un punto imaginario.—Lars.—Pensé que estabas dormida.—No pude cerrar los ojos sabiendo que te dije algo y que te hizo alejarte de mí.Este suspiró—. No dijiste nada, solo que me despertaste de ese hechizo que causaste en mí.Se me partió el alma al ver lo frío que me estaba tratando.—Creo que todo se nos salió de las manos. No debí acceder a dormir en tu cama, ni mucho menos ser tu amiga. No tendría que ser así nuestra relación laboral, pero se dio y agradezco a Dios que te haya puesto en mi camino. Gracias a ti pude ver a mi Leo. A ti te debo la pequeña esperanza que brota en mi pecho.
MARTINA Muy a mi pesar me quedé sin aliento tras colgar la llamada, estaba aterrada. Y el esfuerzo que hacía para ablandar su corazón era frustrante. Solo quería ver lo que era mío. Mi hijo. Estaba absorta en mis pensamientos cuando él apareció por la puerta de la cocina. —¿Me das un minuto para hablar? —Lars preguntó sin dejar de mirarme. Me notaba pálida, con susto en el cuerpo. Y no sabía si tenía que decírselo o guardar silencio para no darle más problemas. —Lars, siento lo de anoche. Creo que hubo un malentendido y tú pensaste que únicamente te estaba agradecida... —¿Por qué no me dijiste que ayer vino mi madre? Me callé porque se me había pasado por completo. Todo me gritaba problemas. Este se acerca a mí. —Se me pasó, discúlpame. Avanza otro paso más y el pulso se me dispara—. Le contaste a mi abuela sobre tu hijo. Más que una pregunta, lo estaba confirmando. —Lars, espero no tener problemas por habérselo dicho. Su mirada late por mis venas—. ¿Qué sucede? — preguntó
LARS¿Qué me pasaba? ¿Me estaba volviendo loco? Había dejado el trabajo, cancelé todas las reuniones y puse rumbo a mi casa. Estaba perdiendo la razón por una mujer que nunca debí de dejar que entrar en mi vida por pena.Al llegar a casa, ellas estaban en el salón y se escuchaban risas provenientes de allí. Entendí que los primos de mi padre habían llegado.—Lars— Axel me saluda y yo recibí sus saludos amablemente. Miré a los lados buscando a Martina, pero esta no estaba.Saludé a mi otro primo, y pregunté por ella.—Está en su habitación.Asentí y fui en su busca, entendí que se refería a la mía.Al llegar me la encuentro sentada en el borde de la cama y con el móvil en la mano.Ella se asustó o se sorprendió al verme ahí, parado frente a ella.—Te dije que no te pusieras en contacto con él, ¿por qué no puedes confiar en mí?—Quiero hacerlo, pero el dolor que siento en mi pecho al no tenerlo me supera. Me arde, Lars.Empieza a llorar y a mí se me rompe el alma.—¿Estabas dispuesta a
MARTINAMi mundo ya no era igual desde que la arrolladora belleza del duque me besará. En serio, mi vida se había vuelto del revés. Cada vez que me acordaba de cómo se adueñó de mí, siento una exquisita humedad que moja mi ropa interior.No solo era embaucador y dueño del protagonismo de las miradas de las personas que lo rodeaban, y sin hablar de su forma de ser, pero es que ahora sabía y conocía que su forma de besar era poderosa.Esa tarde él la pasó vigilando a los sobrinos de su abuela, como si dejar de custodiarlos iba a ser un peligro para mí. Me hizo gracia al ver cómo me buscó después de esa frialdad y como uso su magia para calmar mi anhelo, mi dolor por mi hijo.Los días fueron pasando, y mañana era Nochebuena, la tía de Lars se despidió y Zelinda se fue con ella. Se suponía que le dije a la anciana que iba a pasar estas fechas con Lars, pero a Lars le dije que me iba a España. Así que aún estaba dubitativa.—Felices fiestas, señoras— dije y me despedí. Lars las llevó a cas
MARTINALars sabía cómo tratar a una mujer y hoy me lo había vuelto a demostrar, pero me asustan las consecuencias, temo que cambien de nuevo mi vida.La manera de cogerme de la mano para salir de casa y su forma de caminar indicaba que sabía exactamente a donde va y qué intenciones tiene y eso me hace perderme aún más en él.Resulta cautivador en todos los aspectos.Me ibas a llevar a ver a mi hijo. Él, nuevamente, se preocupó y sabía que Teo no iba a estar.—¿Algo que decir, preciosa? — preguntó con una sonrisa de lado al ver que lo miraba babeando.—Sí, que eres muy guapo.Se ríe de buena gana y me estremecí.—Tú sí que eres guapa.Me capturó los labios antes de ponerme el cinturón de seguridad. Lars me hacía sentir tan bien que temo que esté mal.Me dedica una sonrisa arrolladora al verme paralizada mientras él se ponía las gafas de sol. Disfruté de él y del lujo absoluto de otro de sus coches. Esta vez usó un Mercedes deportivo.—Gracias de nuevo, no sabes lo feliz que me haces q