MARTINAMe llena emocionalmente de sensaciones que hasta ahora no conocía. ¿Cómo era posible que él me esté ofreciendo una ayuda que no pedí? ¿Era real o estaba soñando? Estoy hablando de un hombre que si quisiera no tendría que romperse la cabeza con una empleada que acaba de conocer. Que no llevaba más de dos semanas a su lado y me estaba ofreciendo literalmente para mí el mundo. Ver a mi hijo.—¿No estás hablando en serio? — me llevé la mano al corazón porque no estaba segura si solo se trataba de una broma, para lastimarme.—Crees que bromearía con algo como eso. Incluso no iré a trabajar para llevarte.Ayer algo cambió en mi roto corazón al ver cómo me estaba tratando mientras tenía la fiebre alta. Vio de mí cada esquina de mi cuerpo, no le importó meterme en la ducha y bajarme la temperatura alta y aun así, estaba más perdida que de costumbre.—Vas a ir a ver a tu hijo y lo abrazarás. Y en el trayecto me contarás tu versión, si no quieres que me crea la verdad de otros.Negué y
LARSNo he vivido en carne propia lo que Martina estaba pasando, pero intento comprenderla y dar lo mejor de mí, ¿y por qué tanto interés por ayudar a alguien que no conocía?; (la misma pregunta que llevo haciéndome desde que supe de su existencia), no lo sé aún, quizás lo sepa, pero no me doy cuenta, pero de igual manera quería saltar al vacío con ella y devolverle por lo menos lo que le quitaron de sus brazos. El día que leí esa nota, me picó tanto la curiosidad que después de releer una y otra vez el informe que pedí sobre ella, algo sumamente raro me envolvió y hasta el día de hoy estaba haciendo lo que me latía el corazón.—¿Te sientes mejor? Ella insistió en que vinieras conmigo para recogerla— apago el motor y la miro. Se veía más compuesta.—Lo estoy— me sonrió.Cuando le dije que éramos amigos, se lo decía de verdad. No pretendo aprovecharme de su situación y pedirle algo a cambio, al menos eso no era mi plan. Como dije desde un principio, no voy a vivir la típica historia de
MARTINAEl duque era el típico hombre con las ideas bien claras, blancas o negras, sin sombras grises, ni de ningún otro color, y creo que eso era lo que más me gustaba de él.Con una sonrisa prefabricada, miré a Lars al oír que aceptaba que me quedara en su habitación. Las señoras se traían algo entre manos y la verdad es que no sabía si me gustaba o no.En medio de esas paredes ya estaba temblando por lo que estaba por venir. Iba a compartir cama con el hombre más arrollador y sexi que jamás antes había conocido, y es que su maldito encanto afecta a todas mis fibras nerviosas y no podía actuar con normalidad.—Puedo dormir en el suelo— dije y este arqueó una ceja.—¿Me tienes miedo?—No debería.—Claro que no, somos amigos y adultos. Podemos compartir una cama sin que nos toquemos.Levanta la comisura de sus labios y el calor se elevó en mi vientre. Me retuerzo en cómo me miraba e intentaba disimular lo que causaba en mí.—Mi abuela, junto a mi tía, traman algo que no les funcionará
LARSMartina y yo habíamos conectado de una manera muy especial, como si nos conociéramos desde siempre, como si ella y yo hubiéramos vivido juntos en otra vida.Tenerla en mi cama y con ese mullido pijama, me hizo ver lo sencilla que era, en cómo le daba igual lo que dijera la gente. Era arrebatadoramente inasequible.Mientras dormía, sentí como una de sus manos va parada encima de mi dorso. Ella estaba profundamente dormida, y lo supe al abrir los ojos y verla que respiraba con tranquilidad. Dormir con una mujer y en mi cama, me era muy raro, pero no quería mostrar la rareza que sentía en aquel momento que la vi bajo mis sábanas.Intenté retirar su brazo sobre mi cuerpo, pero no sirvió de nada, porque lo enredó sobre mi cuello y dejó su frente unida a mi hombro.Me dejé vencer por su tacto y volví a cerrar los ojos. Se había aferrado a mí en medio de la noche y por más que no quisiera estar en esa posición, ya lo estaba y no había remedio.Al menos por unos días.En la mañana, despe
MARTINAComo ya dije en varias ocasiones, Lars es guapo a rabiar, es tan bello que me da miedo que mis ojos me delaten y le demuestren mis pensamientos más ocultos, mi imaginación más privada y me da miedo a..., no, eso no puede ser.—Lars tarda en volver— la tía de este le comenta a su hermana. La abuela asiente tristemente mientras ambas lo esperaban en el salón para cenar.—Es esa mujer.—¿De qué mujer hablas?—Una rubia a la que visita cuando quiere y necesita cariño.El estómago me da un vuelco al escuchar a la señora Zelinda.—¿Y de qué la conoces, hermana?—La conocí cuando mi nieto me llevó a cenar una noche. Esta apareció sin decirle a Lars y bueno se acabó sentando con nosotros.Centre mi atención en ella mientras disimulaba que estaba leyendo.—Entre tú y yo, hermana. Esa mujer no entrará a esta casa mientras esté viva. No es apta para mi único nieto. No la quiero para él.—¿Y si él la quiere, Zelinda?Esta no contestó a su hermana y entendí que si así fuera, entonces no te
MARTINASus últimas palabras me han dejado perpleja. Sigo perdida en un mar de pensamientos que por más que intentaba cerrar los ojos, daba vuelta y vuelta. En cambio, él estaba dormido pacíficamente, después de su beso sobre mi mejilla, la cual aún ardía en mi rostro. Este se quedó profundamente dormido mientras embozo una sonrisa tonta que me deja también mirando al techo de su habitación.¿Celosa, yo?; claro que no estaba celosa, solo que me dio pena al ver como fingía algo que no era frente a esas mujeres que revolucionaban su vida. La verdad que este alemán, es un caso excepcional, jamás, antes había visto a un hombre de tan solo veintiocho años adorar tanto a su abuela que fue capaz de meter a una desconocida en su cama.Vale, ahora lo estaba molestando, porque no paraba de dar vueltas en la cama y cada vez que lo hacía le daba sin querer.—Mierda— dije en voz baja al ver que este se giró hacia mí y me miró aún adormecido.—¿Qué te ocurre? — preguntó con voz ronca.—Nada.—Vamos
LARSEra el único culpable de que la navidad no era una fecha esperada para mí, y si no lo era no debería serlo para nadie que viviera conmigo. Mi abuela sabía a la perfección que en Nochebuena y el día de navidad me gustaba estar solo. Sin compañía y sin nadie a mi alrededor. Y al ver toda esa luz y el abeto cerca de la chimenea, me acarreó ese sentimiento que enterré hace años. Mi padre amaba estas fechas, y el día que murió lo hizo el día de navidad.—¿Puedo pasar? — preguntó Martina.—No es el momento.—Por favor, Lars. No sabía de qué estaba tocando un tema muy delicado. Me lo acaba de contar tu abuela y lo lamento mucho.La miré mientras sentía que cada molécula de mi cuerpo me desgarraba. Ella tenía las pestañas mojadas por las lágrimas, y la nariz roja.—¿Hiciste lo que te pedí?Ella negó.—Puedo hacerlo mañana.—Martina, fue una orden directa. No lo entiendes o quieres ver lo peor de mí.Volvió a negar.—No quiero mostrarte mi lado oscuro. No quiero asustarte, pero este soy y
MARTINANo sabía que era lo que había dicho para que de repente se volviera frío conmigo. Él me atraía en todos los sentidos. Su forma de tratarme me dejaba sin razón, y ahora estaba sola, en su cama, mientras la noche pasaba y él no aparecía.Me puse una hermosa bata a juego con el camisón blanco que usaba y que él vio en aquel estúpido desfile, y salí en su busca. Estaba en su despacho, mirando a un punto imaginario.—Lars.—Pensé que estabas dormida.—No pude cerrar los ojos sabiendo que te dije algo y que te hizo alejarte de mí.Este suspiró—. No dijiste nada, solo que me despertaste de ese hechizo que causaste en mí.Se me partió el alma al ver lo frío que me estaba tratando.—Creo que todo se nos salió de las manos. No debí acceder a dormir en tu cama, ni mucho menos ser tu amiga. No tendría que ser así nuestra relación laboral, pero se dio y agradezco a Dios que te haya puesto en mi camino. Gracias a ti pude ver a mi Leo. A ti te debo la pequeña esperanza que brota en mi pecho.