Capítulo 33

—¿Qué es tan gracioso? —me interroga enarcando una ceja con incredulidad, recargando su peso en el respaldo de su silla y obteniendo una postura de hijo de puta.

—Nada —borro mi sonrisa.

—Cuéntamelo.

Levanto la mirada y mis ojos se anclan en los suyos, blanqueo y cierro la carpeta.

—Me causa gracia el hecho de que pongas que tengo que serte fiel cuando tú no lo serás, no eres equitativo —encojo los hombros—. ¿Y qué pasa si me enamoro de alguien en estos seis meses?

Esta vez es Lenin quien ríe con gracia.

—¿Y de qui&ea

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