—Lo siento —pido alzando la mirada.
—Cuñada —arguye Isac entre dientes.
No sé qué responder, en especial porque si Lenin me intimida en secreto cuando está en modo mafioso de mierda, este chico tiene un aura pesada que emana poder y lujuria, lo veo en si mirada, desde el primer momento que lo vi, supe que era de cuidado, cada poro de su piel grita peligro.
—¿Acaso no hablas? —enarca una ceja con incredulidad.
Me quedo muda un par de segundos más, sopesando su parentesco con su hermano.
—Hola —musito en tono apenas audible.
—Eso est&
Salimos de mi apartamento y la vergüenza me inunda, traía puestos unos sencillos shorts cortos como pijama color rosa pastel, una blusa blanca de tirantes sin sostén, y el cabello enmarañado, a más de que iba descalza.—¡Pero es que de qué hablas! —entro en pánico cuando veo que nos dirigimos al ascensor.—¿Acaso mi hermano no te lo dijo? Iremos a Italia, va a cerrar unos tratos importantes, el vicepresidente y la embajadora Karla Rosem ya están en el avión presidencial —me informa entrando al ascensor sin soltarme—. Ah, y aprovecharemos para que conozcas a nuestra familia.Terror, miedo, pánico multiplicado al mil, eso es lo que siento en esos momentos.
—¿Me estás escuchando?La voz atorada de Lenin me hace salir de mi ensimismamiento, salgo de mi ensueño y mis mejillas se encienden al darme cuenta que estaba fantaseando con un escenario demasiado pecaminoso.—¿Qué? —trago saliva agarrando las esquinas del lavabo con fuerza.—¿Qué estabas a punto de hacer con mi hermano? —pregunta levantando la barbilla.—Nada.—Eso no lo parecía, Anelys, en el contrato...—Lo sé, nada de sexo, no estábamos teniéndolo.Nos m
—Necesito escucharlo —musita y esta vez su voz no esconde la urgencia que siente.—No —gimo cuando sus labios se posan en mi pecho y muerde con voracidad por encima de la blusa.—Deberías Anelys, no soy el presidente que todos creen, he hecho cosas que si te las contara, saldrías corriendo —sus dedos se deslizan sobre mi short de lana y lo desliza.Recurro a levantar las caderas para que le sea fácil, y los baja con todo y pantaletas, la voz de la razón me grita que esto es un error, tarde o temprano iba a suceder, pero no tan de prisa, no de este modo cuando él está ebrio y yo indefensa, pero mi cuerpo una vez más me demuestra que es traicionero a mi mente cuando estoy con Lenin, debería temerl
Intento no mirar en dirección a Lenin mientras desayunamos en la terraza de uno de los edificios con las mejores vistas en Italia, el ardor y dolor entre mis piernas me resulta un poco incómodo luego de estar más de cuatro horas sentada, rodeada de personas que no me interesaban, personas poderosas en el mundo de la política, mientras mi mente no deja de memorizar y de repetir la noche que pasé con él y su confesión por la mañana.Estaba en una mesa en donde Isac estaba a mi lado aparentando estar entretenido con una historia absurda que contaba el senador, al tiempo que su esposa no dejaba de limpiarse los restos del postre que le quedaron en las comisuras de sus arrugados labios rojo carmín. Lenin permanecía con su fingida actitud fresca, respondiendo alegre a cada pregunta que le hacían, como que luego le sal
Los presentes se echan a reír y lo tomo como un no, por lo que amablemente me pongo de pie, Roberto hace lo mismo y verlo a los ojos me recuerda las veces que me repetía que Jonathan no era una buena persona, nunca lo conoció lo suficiente como para saber todo lo que había de fondo, y eso estaba mejor, la zurra que me hubiera dado, y es que cuando comencé a salir con Jonathan, no le comentaba mucho a mi mejor amigo.—Me alegra verte —pone ambas manos en mi rostro, como siempre, y me da un beso en la coronilla—. Esta noche serás mía, ¿ok?Siempre decía lo mismo, recuerdo que la gente siempre lo malinterpreto, decían que entre él y yo hubo algo, pero eso nunca fue real.—Vale.
Termino de vestirme y de ponerme el labial, optando por unos jeans oscuros entallados que realzaban mi trasero, unos zapatos de tacón rojos, un top corto busier oscuro que realzaba mis pechos y dejé mi cabello suelto y agarre mi bolso, no tengo idea alguna de cómo es que Roberto consiguió mi número de teléfono, pero me mandó un mensaje luego de que recibiera el que pareció más una amenaza. No tardaría en pasar y solo esperaba no tener que encontrarme con Lenin, su hermano psicópata, o con la víbora venenosa de Karla Rosem.Me echo un vistazo rápido y enseguida tocan el timbre, necesitaba esta noche como nunca, mi primo ni Barragán estaban cerca, de hacerlo serían mi primera opción, pero solo quedaba Roberto y mejor él que un desconocido que intentara meterse en mis braga
Era un sitio diferente al que estaba acostumbrada, frente a mí se presentaba un enorme edificio elegante, una copia casi exacta del coliseo, grandes ventanas con luces de colores que se filtraban pro los vidrios, el ruido podía escucharse aun en las distancias largas, la seguridad estaba a tope y de pronto me sentí fuera de lugar.—Yo hice la misma cara cuando lo vi —ríe a mi lado Roberto.—Es enorme e intimidante —respondo sin poder apartar los ojos del lugar.—Lo sé, solo la crema y nata de la sociedad entra, o al menos los que puedan permitirse pagar los costos tan elevados de lo que se consume dentro, y la entrada —arguye dándome su brazo para que lo tome.
Si estuviera en otra situación, lo más seguro es que rechazaría su oferta, pero en mi vida últimamente estaban pasando un sinfín de cosas, que necesitaba esto, necesitaba sentirme libre aunque sea por breves instantes, ser otra persona, ser la chica que se divierte porque nunca pude tener la oportunidad de hacerlo, porque siempre tuve que estar al pendiente de mi familia, siempre siendo la niña responsable, la que todo el tiempo absorbía las deudas y los problemas de mi padre, porque no quería que sufriera más de lo que ya lo hacía, así que tomándome un chupito más, asiento.—¿Por qué no?Roberto tomo mi mano y nos dirigimos a la pista, las luces se tornan con destellos azules y verdes, mientras ponen una música lenta y