Capítulo 42

Intento no mirar en dirección a Lenin mientras desayunamos en la terraza de uno de los edificios con las mejores vistas en Italia, el ardor y dolor entre mis piernas me resulta un poco incómodo luego de estar más de cuatro horas sentada, rodeada de personas que no me interesaban, personas poderosas en el mundo de la política, mientras mi mente no deja de memorizar y de repetir la noche que pasé con él y su confesión por la mañana.

Estaba en una mesa en donde Isac estaba a mi lado aparentando estar entretenido con una historia absurda que contaba el senador, al tiempo que su esposa no dejaba de limpiarse los restos del postre que le quedaron en las comisuras de sus arrugados labios rojo carmín. Lenin permanecía con su fingida actitud fresca, respondiendo alegre a cada pregunta que le hacían, como que luego le sal

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