Capítulo 40

—¿Me estás escuchando?

La voz atorada de Lenin me hace salir de mi ensimismamiento, salgo de mi ensueño y mis mejillas se encienden al darme cuenta que estaba fantaseando con un escenario demasiado pecaminoso.

—¿Qué? —trago saliva agarrando las esquinas del lavabo con fuerza.

—¿Qué estabas a punto de hacer con mi hermano? —pregunta levantando la barbilla.

—Nada.

—Eso no lo parecía, Anelys, en el contrato...

—Lo sé, nada de sexo, no estábamos teniéndolo.

Nos m

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