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Una reina como yo no necesita de una insignificante  distracción. Mi diversión es gobernar mi propio infierno y seguir el cauce de mi voluntad.

22 de febrero de 2023

Lionetta

Sin tiempo que perder camino hacia la puerta de salida, giro la cerradura y para mi suerte está abierta y no hay nadie cuidando fuera. Es un idiota, siempre he creído que los hombres tienen una sola neurona y la tienen en el pedacito de carne que ellos llaman hombría.

Salgo y me dirijo a la izquierda, no sé si me conduzca a la salida, pero de que me lleva a algún lugar, me lleva. Llego a otro pasillo en el que me doy cuenta de que es de noche gracias al ventanal enorme que decora la pared que da al exterior, ahora me pregunto cuanto tiempo estuve inconsciente, no tengo ni idea de la hora que es.

Sigo avanzando hasta llegar a unas escaleras, al final veo una especie de salón, bajo rápidamente y con la mirada busco la puerta principal, sin embargo, solo es una de esas enormes salas que te conectan a varias áreas de la casa por la cantidad excesiva de accesos. Este tipo de arquitectura es típica de las familias más antiguas…

Me detengo de golpe al tiempo que vuelvo atrás en mis pensamientos, dijo que su apellido era… no puede ser… ese hombre no solo es un criminal, es el líder de la mafia en Sicilia. Siento que me falta el aire en los pulmones.

Es el Capo.

—No es hora de quedar en shock, ya habrá tiempo para asimilar que un maldito mafioso fue el que te secuestró

Lionetta. —Emprendo de nuevo la huida y me decido por el camino que se encuentra frente a mí.

En poco tiempo llego a un jardín. La brisa salada me  golpea con fuerza, el sonido de las olas chocando contras las rocas llega claramente a mis oídos, alzo la mirada al cielo asimilando el lugar en el que estoy, el firmamento está oscuro, salpicado por cientos de estrellas, la luna llena ilumina todo a mí alrededor mientras se burla de mi intento infructuoso por escapar.

Estoy atrapada.

Estoy en una m*****a isla.

Camino sin descanso, pero cada puerta o acceso que encuentro se encuentra custodiado. Este maldito infierno no tiene escapatoria, pero si tengo que lanzarme al mar y llegar a la otra orilla nadando, lo voy a hacer, prefiero ser comida de peces antes de quedarme aquí y convertirme en su m*****a propiedad.

Tengo que encontrar un modo de salir de aquí. Decido buscar un vehículo, algo que me ayude a alejarme lo más rápido posible. No pudieron traer por arte de magia, debe haber un auto o un yate en algún lado. De pronto, me quedo estática, en el horizonte el firmamento y la superficie se divide por una línea brillante que empieza a colorear con tinta rosada el cielo.

Está amaneciendo. Estuve inconsciente mucho más tiempo del que imaginé.

—Búsquenla, traigan a esa m*****a perra ante mí. —Me pego a un muro cuando escucho la voz del líder de la mafia.

Tengo que escapar. Ocultándome en las rezagadas sombras de la noche, me muevo con rapidez, sé que no tengo muchas opciones, no sé en donde mierdas me tienen, no conozco el lugar y ni siquiera encuentro un maldito auto.

Miro atrás al escuchar varias voces, corro al ver a dos hombres, me ven, dan el aviso. Y se tienden detrás de mí, mis pies se mueven sin dirección, lo único que saben es que tienen que sacarme de este lugar. Llego a la playa y quedo impresionada al descubrir en donde me tienen exactamente.

Había escuchado de este lugar, pero nunca lo había visto con mis propios ojos. Sus aguas rosadas son un espectáculo, la arena: fina y suave; mis pies se hunden en ella. La brisa es mucho más fuerte, el sol a lo lejos, crea destellos sobre el agua que me dejan sin aliento.

—Bienvenida a Isola Lunga, mi isla y tu fosa si te atreves a escapar una vez más. —La voz a mi espalda me hace estremecer, no obstante, enderezo mi postura, me cuadro de hombros y me quedo observando hacia la misma dirección.

—Entonces, hazlo de una vez, mátame porque no voy a dejar de intentarlo una y otra vez hasta que lo consiga. —Me toma por sorpresa al colocar sus manos alrededor de mi cintura y pegarme a su cuerpo.

—Tengo prohibido lastimar a mi futura esposa, se supone que eres lo más valioso que tengo —dice muy cerca de mi oído, siento su aliento caliente, rozar mi piel, cada vello de mi cuerpo se eriza.

—Para ser un hombre al que muchos le temen, eres demasiado imbécil o muy bruto —musito permitiéndome disfrutar de las sensaciones que provoca en mi piel—, dije que no seré tu esposa ni hoy ni nunca, no puedes obligarme porque jamás me someteré a tu voluntad. —Una de sus manos me toma del cabello con fuerza y tira de él hacia atrás.

—No espero que aceptes ser mi esposa, ya he tomado la decisión y te guste o no, hoy mismo te vas a convertir en mi mujer. —Su tono es frío, amenazante, aterrador.

Pero no lo suficiente para hacerme temblar de miedo.

—Tus decisiones me las paso por donde no da el sol, cariño. —Esbozo una sonrisa cínica—. Solo muerta, puedes conseguir hacer lo que te dé la gana con mi cuerpo, porque aun estando muerta, mi espíritu y mi voluntad seguirán bajo mi dominio, ¿te quedó claro? —Aprieta más fuerte, causándome dolor, sin embargo, evito demostrárselo.

—Cada vez que abres la boca solo consigues que me excite más. —Con la mano que mantiene en mi cintura me obliga a echar el culo hacia atrás. Su polla está dura—. Quiero follarte de formas que ni te imaginas, quiero causarte tanto dolor que nunca olvides lo afortunada que eres de que yo te haya elegido como mi mujer —agrega.

—Afortunada sería si pudiera poner una bala en medio de tu frente. —Me libera y me hace alejar un par de pasos, me giro rápidamente para ver lo que planea.

Planto la mirada en sus ojos antes de bajarla hasta la mano que me extiende. Trago saliva, al ver la nueve milímetros de color negro que sostiene, devuelvo la mirada hacia él y me sonríe, luego carga el arma y la gira en su mano para que yo la tome.

—Tienes una bala en la cámara, esta es tu oportunidad. —Tomo el arma de su mano, siento su peso, se amolda a mí, pongo firmeza en mi agarre y levanto el brazo, apunto justo a su cabeza—. Si lo haces, nadie te hará nada, podrás salir de aquí cuando lo desees, Lorenzo te llevará a donde le digas. —Su mirada se enturbia, al tiempo que da dos pasos hacia adelante, toma mi mano y la lleva hasta colocar la punta del cañón justo en medio de sus cejas—. Pero si fallas, tendrás que  firmar el maldito papel que te convierte en mi esposa —sentencia.

Sé usar un arma, he practicado, tomé clases para esto, tengo buena puntería y si no la tuviera tampoco podría fallar teniendo el arma justo en su frente… pero nunca le he disparado a alguien, jamás he visto la sangre saltar luego de que la bala penetra la piel.

Su mirada es serena, intensa, oscura, penetrante. Respira como si no tuviera miedo de morir; la muerte es su amiga, es su sombra. Soy fuerte, tengo valor, puedo hacerlo, quiero hacerlo… no puedo doblar mis rodillas y bajar la cabeza, no puedo entregarle mi voluntad.

Jalo del gatillo.

La detonación resuena provocando que una bandada de aves se echen a volar. Veo sus labios curvarse en una sonrisa ladeada. Soy suya, me rendí, no pude hacerlo, ahora estoy en sus ensangrentadas manos.

—Llévenla a que la preparen —ordena y de la nada sale un grupo de hombres que sin decir ni una sola palabra me escoltan de regreso a la casa.

Con su mirada me ordena obedecer. Lo hago, tuve la oportunidad de conservar mi libertad y la dejé ir, ahora… ahora soy suya, no tengo escapatoria, entre al mundo del que siempre he huido, al que siempre he despreciado.

Regreso a la misma habitación en la que desperté, dos mujeres se encuentran dentro, me miran y sonríen.

—Buenos días, nosotras nos encargaremos de hacerla lucir como una mujer digna de la posición que está a punto de asumir, pero antes debe desayunar —informa una de ellas y me dan ganas de volver a tener el arma en mis manos para clavarle la bala en la frente a ellas.

Asiento en silencio y me acomodo en la mesa que está preparada con mi desayuno. No tengo apetito, el nudo en mi estómago no me permite ingerir más de un bocado y un sorbo de zumo de naranja. Realizo las cosas que me indican de manera mecánica, voy al baño, me meto a la bañera y dejo que las mujeres me laven, cuando terminan salgo, me coloco la bata y tomo asiento.

Dejo que se ocupen de prepararme para la boda… no puedo permanecer en este estado, el hecho de que haya ganado esta vez no significa que deba bajar la cabeza por siempre. Eso es, no voy a permitir que me arrebate mi esencia, se cansa él o me canso yo, pero alguno debe tirar la toalla en algún momento.

Juro que será el quién me eche de su vida y seré muy feliz de que eso suceda.

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