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Eres lo más hermoso que mis ojos han visto, ahora me perteneces, soy tu maldito dueño y no existe nada en este mundo que no haga por ti, mi regina.

Matteo

El sabor de mi sangre en mi boca es un preámbulo de que lo que será mi vida al lado de ella. Pero también me demuestra que no me equivoqué al ir en contra de la voluntad de mi padre. Es absurdo intentar comprender como uno de los hombres más poderosos de Italia tenga que apegarse a reglas y costumbres que nada tienen que ver con el verdadero poder.

—Regresa a tu habitación y prepárate para viajar —ordeno con voz calmada—, y no te atrevas a desafiarme, mi paciencia tiene un límite y no vas a querer conocerlo. —Salgo del despacho y me reúno con Lorenzo que me espera afuera.

—Tu regina es de armas tomar —comenta al ver la sangre, lo miro fulminándolo con los ojos y su sonrisa burlona desaparece—, todo está listo para que partamos en dos horas, ordené que todas las suites del The Langham Chicago fuesen reservadas para nuestros hombres y el último piso está a tu disposición totalmente —informa.

—Bien. —Me ocupo de algunos asuntos pendientes: pagos por protección, mercancía ilícita, además de elegir a uno de mis hombres de confianza, por llamarlo de algún modo, la verdad es que Carlos ha probado su lealtad en más de una ocasión. Lo envío a reunirse con los chinos para que les dé una primera advertencia, no les conviene enfrentarse a mí.

Una hora después estamos saliendo en helicóptero, Lionetta va a mi lado. Sus ojos me lanzan dagas cada vez que me mira. Estoy seguro de que ella hará que mi paciencia explote, no suelo alzar la voz, gritar o realizar ademanes violentos para que mis órdenes sean ejecutadas. Nunca amenazo, solo advierto una vez y quizás lo llegue a hacer una segunda vez asumiendo que la primera no me di a entender lo bastante claro.

Nunca hay una tercera vez.

—Será mejor que te vayas acostumbrando, esta es ahora tu vida —comento cuando ya estamos en el aire.

Mantiene su silencio mientras sus ojos se mantienen fijos en el exterior. Sobre las nubes.

¿Romántico? No sé qué es el romance.

—Siempre hui de todo esto. —Volteo a verla—. Desde hace mucho tiempo mi padre ha querido involucrarme en esto para obtener beneficios. —Ya lo sé, pedí toda la información relevante sobre ella y su familia. Su padre es un cerdo, como muchos otros que utilizan a sus mujeres para conseguir algo—. Ayer iba a escapar, acababa de mandar a la m****a al Pakhan de Rusia, el hijo de perra al verme dijo que aceptaba el negocio que le estaba proponiendo mi padre, no sabía por qué me había citado en su oficina hasta que lo vi. —La mafia rusa y la siciliana siempre han tenido una buena relación, pero si Yaroslav tiene intenciones de venir por ella, entonces habrá una guerra.

Gira la cabeza y sus esmeraldas cristalizadas se plantan en mí con determinación.

»Ahora soy tu prisionera, pero te aseguro que no será por mucho tiempo, lo que no pude hacer ayer, lo haré en cuanto tenga la más mínima oportunidad, no sabrás que me he ido hasta que este a miles de kilómetros de ti. —Su odio y desprecio son evidentes.

—Mejor hazte a la idea de que permanecerás a mi lado por siempre, porque esa oportunidad de la que hablas, nunca llegara. —La conversación se termina cuando escucho la voz de Lorenzo en mis oídos.

Asiento y me preparo para aterrizar.

Detengo el motor del helicóptero, una vez nos hemos estabilizado sobre la superficie, las hélices siguen girando mientras pierden velocidad. Los hombres que vienen con nosotros se bajan antes y se aseguran de que es seguro. Ayudo a Lionetta con el cinturón de seguridad y ambos bajamos, su cabello hondea al viento y me atrae.

Sigue usando su vestido de novia y ni se imagina cuantas ganas tengo de arrancárselo. Mis hombres mantienen sus ojos lejos de ella y eso me complace, solo Lorenzo se acerca a mí una vez ha bajado del helicóptero en el que venía.

—Parece que los americanos se enteraron de nuestro viaje —dice—, han enviado una invitación para que asistas al hoyo. —Me muestra la foto de la invitación que le enviaron desde Chicago.

—Diles que será un placer asistir. —Le resto importancia entendiendo que es lo que quieren y seguro también de lo que van a obtener.

—Matteo, quieren que pelees. —Detengo mis pasos—. Supongo que necesitan que reafirmes tu fuerza delante de ellos, hace mucho que no los visitamos —añade.

—Lo sé, y es por eso que lo haré, y una vez gane, les sacaré los ojos, así sabrán que no pueden pretender ofender a su líder sin recibir un castigo. —Lorenzo sonríe—. Les haré entender a todos porque me dicen El Semental De Sicilia —agrego provocando que mi regina jadee con sorpresa a mi lado.

Retomo mis pasos y nos dirigimos hasta los autos, le abro la puerta a mi esposa para que suba para luego sentarme a su lado, Lorenzo va delante de copiloto. Nos dirigimos a la pista privada sin demoras. Al llegar el consigliere de mi padre nos espera.

—Matteo —dice Lorenzo y baja cuando el auto se detiene.

—Quédate aquí y por favor no hagas nada imprudente —le ordeno a Lionetta, sin esperanzas de que obedezca.

—Señor, su padre ha pedido verlo —informa el hombre.

—Mi padre tendrá que esperar, tengo asuntos importantes en los Estados Unidos. —Me estoy hartando de tenerlo como una piedra en las bolas.

Tal vez el nuevo líder deba tomar una decisión sobre el antiguo líder. Además, siguiendo su ejemplo…

—Señor, no me obligue a tener que llevarlo a la fuerza —recita el consigliere.

Respiro profundamente antes de extinguir los cuatro pasos que nos separan. Se mantiene firme en su posición y hasta podría decir que abusa de su arrogancia.

Sonrío.

—¿Se te olvida a quién tienes en frente? —Mi voz, aunque calmada, deja en el aire una promesa de sangre que alguien debe pagar.

—Tengo órdenes de alguien con más poder que usted. —Chasqueo la lengua repetidas veces al tiempo que niego con la cabeza.

—Lorenzo. —Me alejo y camino hasta el auto donde se encuentra Lionetta y me apoyo relajadamente en él.

Lorenzo, por su parte, toma al consigliere de mi padre por un brazo y lo hace girar obligándolo a caer de rodillas. Aplica fuerza y lo somete antes de que este pueda reaccionar. El resto de mis hombres al ver esto se ocupan de los acompañantes del segundo del gran exlíder.

Tres de mis hombres se acercan a Lorenzo y lo ayudan a sujetar al consigliere que se retuerce y forcejea intentando liberarse. Dos sujetan sus manos, Lorenzo le sostiene la cabeza y tira de ella hacia atrás y el tercer hombre lo obliga a mantener la boca abierta.

—Tuviste que haber pensado bien tus palabras antes de decirlas, ahora mírate, ¿en dónde está ese hombre con más poder que yo que te protege? —Saco mi navaja  y la blandeo delante de sus ojos—. Yo no lo veo por ninguna parte. —Con mi mano libre tomo su lengua clavando mis uñas en la piel rugosa y gelatinosa para poder tirar de ella hacia afuera de su boca —jadea con terror mientras con sus ojos suplica una piedad que no tengo.

Con un movimiento rápido tajeo el músculo desprendiéndolo por completo de su base, la sangre salta al instante llenándole la boca. Me hago hacia atrás cuando mis hombres lo sueltan y él se inclina para escupir. Tiro el trozo de lengua amputada al piso para posteriormente colocar la punta de mi zapato sobre ella y aplastarlo contra el asfalto.

—Que mi padre se despida de su hombre de confianza y que luego lo alcance en el más allá. —Voy al auto y abro la puerta para que Lionetta salga.

Su expresión es el de una persona horrorizada, tiene la cara lívida y pálida como un papel, la piel de su cuello se contrae como si estuviera conteniendo la respiración. Sus ojos se dirigen enseguida hacia el hombre que balbucea gritaos mientras lo arrastran hasta el auto en el que vino.

Se gira hacia mí, me mira las manos manchadas de sangre, sus ojos suben hasta mi cara y me doy cuenta de que busca síntomas de arrepentimiento, pero lo único que encuentra es la realidad de lo que soy. Veo como sus ojos se cierran y su cuerpo pierde estabilidad, la sujeto antes de que caiga al suelo.

Reconozco que es una mujer de carácter fuerte, independiente y con una voluntad difícil de someter, pero aun así no deja de ser una princesa. A diferencia de las mujeres que crecen en medio de esta m****a y que desde muy pequeñas se acostumbran a ver la muerte en todo su color, ella necesitara tiempo para dejar de impresionarse de esta manera.

Subo con ella al jet y la acomodo en uno de los asientos, le coloco el cinturón de seguridad y la dejo a cargo de la azafata mientras me ocupo de establecer mis movimientos en Chicago con Lorenzo

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