7

Sangre y poder, la una no puede existir sin la otra. Toma mi sangre de todos modos, tuyo es el poder y no existe nada que yo pueda hacer para cambiarlo.

Lionetta

Estoy a quince mil pies de altura, en un jet privado rodeada de matones peligrosos, sin ninguna posibilidad de escapar, a menos que consiga como lanzarme sin paracaídas desde esta altura y sobrevivir a la caída. No soporto la idea de que quieran controlar mi vida y eso es precisamente lo que él quiere hacer, no vale la pena que le haga la vida imposible, ya me aseguró que ni así me dejara ir.

Mis opciones disminuyen.

Cierro los ojos y apoyo la cabeza al respaldo del asiento, necesito ser paciente, estar alerta y esperar el momento adecuado. Respiro y las imágenes de lo que sucedió antes de subir al avión regresan a mi cabeza, la sangre, los tiros, la mirada de Matteo, la frialdad en su rostro, su pasibilidad.

Me estremezco involuntariamente.

Perdí el conocimiento, al ver el demonio reflejado en la oscuridad de sus orbes.

—¿Necesitas algo? —Contengo la respiración al sentir como su voz taladra mis tímpanos.

—Sí, necesito lanzarme de este  avión —respondo sin abrir los ojos, no me siento capaz de volver a verlo a la cara.

—Estoy tratando de ser razonable contigo, comprendo que se te hace difícil digerir lo que viste. —Me toma por la barbilla y me obliga a abrir los ojos, su cara está muy cerca de la mía—. Pero me estoy hartando de que solo pienses en huir cuando lo único que debes hacer es: aceptar que nunca podrás alejarte de mí, tu lugar ahora es a mi lado. —Suaviza su agarre—. Y por tu bien es mejor que hagas lo posible por aceptarlo y te cambies tu actitud hacia mí, porque solo yo puedo protegerte de ahora en adelante. —Sonríe y se aparta.

—Viva o muerta, voy a escapar. —Detiene sus pasos.

—No tienes permitido morir y escapar, tampoco es una opción. —Se aleja y de nuevo me deja sumida en mi silencio.

Trato de volver a mis pensamientos, pero escucho su voz cerca de mí, a pesar de que está a varios asientos de distancia conversando con su perro faldero. Hablan sobre las cosas que harán en Chicago, en cómo van a hacer para el control este de nuevo en sus manos, también menciona algo sobre unos clubes nocturnos en donde lavan el dinero.

En este mundo existe tanta m****a que a ciento de kilómetros se puede sentir el hedor de sus miembros, yo no quiero ser parte de la porquería, de la putrefacción que invade las calles. No quiero estar aquí.

—Signora, ¿una bebida? —Miro a la mujer delante de mí, me causa desconfianza, no sé qué tanto sea capaz de hacer ese monstruo con tal de mantenerme controlada.

Pero hace mucho que no bebo ni como nada, tengo la garganta seca.

—Una botella de agua, cerrada, por favor. —La sonrisa amable de la chica se deforma por un segundo antes de asentir y retirase en busca de la bebida.

Un minuto después regresa y me entrega una botella de agua mineral, agradezco y de nuevo se retira. Abro con algo de desconfianza y doy un sorbo pequeño y espero algunos segundos. Al ver que no causa ningún efecto alucinante decido tomar más.

Mi garganta agradece y deja de arder.

Muchas horas después, la voz del piloto resuena dentro del cilindro anunciando que nos preparamos para aterrizar. Matteo toma asiento delante de mí y fija su mirada llena de maldad en mí, miro por la ventanilla para evitar sus ojos, no quiero volver a ver a ese demonio que lleva en su interior.

Cuando bajamos del avión ya es de noche, la brisa fría me azota y me eriza la piel. Estados Unidos es la primera vez que piso suelo americano y nunca imaginé que al hacerlo sería la esposa de un maldito mafioso.

—Toma, debes abrigarte. —Matteo me extiende un abrigo que pienso en rechazar, pero que el frío me obliga aceptar.

—Gracias. —Fuerzo una sonrisa en su dirección.

Me ayuda a poner el abrigo.

Cuando el tenue calor me abraza me alejo de él con dirección a los autos que esperan. Subo en donde hay un hombre sosteniendo la puerta abierta y que al acercarme dirige sus ojos en otra dirección. Seguro por orden de su jefe.

Ritardato mentale.

Sube a mi lado y los autos parten. Seguro me lleva a uno de esos sitios deprimentes en los que animales como él suelen crear su círculo social.

—La seguridad del hotel ya fue verificada, nuestros hombres estarán esperando afuera para resguardar —dice Lorenzo, él es el segundo al mando.

Es atractivo, pero no tanto con mi querido esposo, aunque jamás lo admitiré en voz alta. El consigliere del capo, tiene cabello y ojos negros, es igual de alto que Matteo, no estoy segura, pero creo que tiene el dorso tatuado, me parece haber visto la tinta por la abertura que forman los botones sin abrochar de su camisa.

Su estilo, su forma de moverse y de observar, denota algún tipo de entrenamiento especial: militar, policiaca, fuerzas especiales...

—¿Todos conocen la prioridad?

—Así es, todos saben que deben proteger a tu Regina —¿Regina? ¿Este imbécil me dio ese título?

—Lorenzo. —advierte con voz neutral y su segundo bufa risueño.

Las calles de Chicago son iluminadas por un sinfín de bombillas, carteles de tiendas y restaurantes invitan a los transeúntes a entrar, tal vez si mi visita no estuviese rodeada de tanta m****a podría bajar y caminar un rato, distraerme y conocer un poco mejor la vida nocturna de la ciudad.

De pronto el sueño me invade y un bostezo involuntario sale de mi boca, los ojos me empiezan a picar y solo tengo un deseo: dejarme caer sobre una suave y esponjosa cama. Ruego internamente porque el animal que me secuestró no me lleve a ninguna ratonera.

—En cinco minutos llegaremos al hotel —informa Matteo a mi lado.

Lo miro y ruedo los ojos.

—La ratonera a la que me llevas no se le puede llamar hotel, seguramente —espeto con arrogancia.

—Es la ratonera más lujosa que encontré y espero te sientas cómoda. —Lo miro de nuevo con intenciones de replicar, pero con sus ojos me señala hacia el frente.

No puede ser.

Me quedo sin palabras al ver que efectivamente estamos entrando en un sitio sumamente costoso. No digo que él no tenga como pagar una habitación en un hotel de lujo, lo que digo es que nunca imaginé que un hombre como él realmente tuviera clase y entendiera de elegancia y buen gusto.

El

The Langham Chicago, se levanta ante mis ojos, inmenso, imponente, y me deja con la boca abierta.

—Espero que esta pequeña ratonera sea de tu agrado moglie —susurra pegándose a mi oído.

Su voz me acaricia provocando que la piel se me erice.

—El que hayas tenido un momento de iluminación no significa que dejas de ser un vil y asqueroso delincuente —bufo con desprecio.

Tengo que buscar el modo más rápido de alejarme de él, empieza por afectarme en distintos sentidos. Baja del auto sin decir nada y espera con la puerta abierta a que también lo haga. Una vez fuera del vehículo me toma de la mano y me arrastra hacia el interior del hotel.

Muevo mis pies todo lo rápido que puedo para seguirle el paso, en recepción pasamos directo al ascensor, coloca un código en la pantalla digital y la caja metálica cobra vida, aprovecho para quitarme el abrigo y colgarlo de mi brazo.

—Espero que te vayas olvidando de tu vida de princesa —dice y noto como se contraen los músculos de su cara, es la primera vez que veo algún tipo de emoción en su pétreo rostro—, ahora eres la mujer más importante de la mafia siciliana y aunque lo dudes desde que te escogí como mi esposa juré que por ti mataría y moriría. —Trago saliva al contemplar la magnitud de su compromiso—. Y no se trata de amor, yo soy incapaz de experimentar algún tipo de sentimiento, dentro de mi pecho no hay un corazón latiendo, el poder y el miedo que causo con ese poder es lo que mantiene la sangre circulando por mis venas. —Jadeo involuntariamente cuando me aprisiona contra una de las paredes del ascensor, el frío del metal intensifica la electricidad que me recorre por debajo de la piel y el abrigo cae el piso.

Sus ojos negros se vuelven más profundos y mientras más me sumerjo en esa oscura mirada, menos luz encuentro a mi alrededor. Los colores desaparecen con los segundos, estoy atrapada en un infinito espacio donde el aire es pesado y frío, donde no existe la gravedad y mi cuerpo ligero, flota en su dirección a pesar de mis deseos por escapar.

Una de sus manos me acaricia por sobre la tela del vestido, enviando sensaciones contradictorias a mi cerebro. Sus palabras rebotan de un lado a otro en mi mente mientras trato de comprender el significado de su importancia… no me ama y quizás nunca lo haga, ¿pero eso que importa?, no le impide que yo sea lo único valioso en su vida, ¿y eso no es lo que siempre he buscado?, ser valiosa en la vida de alguien.

Que su mundo, su universo inicie y termine conmigo. Pero no es en este mundo en el que quería encontrarlo… ¿él es mi destino?, ¿debo olvidarme de mis ideas de escape?

Las hojas del ascensor se separan dándonos una salida de ese espacio tan reducido, pero ninguno de los dos parece ansioso por salir.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo