Tu piel enciende la mecha de mi lujuria, mi boca sedienta beberá cada gota de pasión que brote de tu cuerpo, me cubriré la piel con los jadeos de tu alma y te convertiré en la reina del infierno que llevo en mi interior.
Matteo
Ella es la mujer que necesito a mi lado; es fuerte, valiente y aguerrida, únicamente necesita aprender que la única vida que vale es la propia, pero eso no es problema, puede aprenderlo en poco tiempo, así me tenga que ocupar personalmente de eso.
Desde hoy será mucha la sangre que verá correr a nuestro alrededor y es indispensable que no tema mancharse las manos. Sonrío al recordar nuestro primer encuentro; la perra consigue ponérmela dura con mucha facilidad y aunque me gustó su actuación, la m*****a me hizo ver el infierno en todo su esplendor.
—¿Te volviste loco? ¿Cómo se te ocurre poner un arma en sus manos? —inquiere Lorenzo detrás de mí.
—¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué me matará? —Sonrío con arrogancia—. Soy el maldito Capo, el líder de la mafia Siciliana, ¿crees que puedo morir tan fácilmente?
Tuerce los labios.
—No eres inmortal y si tú caes, la Cosa Nostra se va a la m****a. —Asiento concediéndole razón.
—¿Te ocupaste del intercambio? Necesitamos esas armas. —Cambio de tema.
—Sí, todo está listo, las armas se encuentran en nuestro poder, debemos movernos rápido si realmente quieres recuperar el control en los Estados Unidos. —Hace mucho tiempo Chicago y Nueva York se volvieron independientes, le dieron la espalda a su origen, sin embargo, eso no me interesa, lo que quiero es crear una nueva extensión de nuestro poder en esas ciudades y desplazar a los traidores, sacarlos del juego para luego desaparecerlos.
—Bien, luego de mi boda viajaremos a los Estados Unidos, ella viene con nosotros, así que ocúpate de lo necesario —indico y lo dejo solo.
Tengo que prepararme.
—Recuerda que tienes algo pendiente en la bodega. —Lo había olvidado.
Le hago una señal para que me siga. Me dirijo hacia el lugar que me indicó. Me trajo a uno de los hombres de Federico, puedo dejar que él se encargue de sacarle información, sin embargo, en ocasiones me gusta ocuparme yo mismo de estas cosas.
Llego a la bodega, al entrar me encuentro al desgraciado colgado de una biga gracias a las cadenas que se cierran en sus muñecas.
—Por lo que veo se han estado divirtiendo con él —señalo, al verlo ensangrentado.
Tiene varios cortes en la cara.
Luce deplorable.
—No quiso colaborar con nosotros. —Se encoge de hombros sin esconder la sonrisa que se forma en su rostro. Sé cuánto disfruta descargar sus puños en las ratas traidoras.
Me acerco al sujeto. Sus ojos se abren mucho al reconocerme, sabe cuál es su destino, todos lo conocen, solo un demente es capaz de hacer algo en mi contra.
—¡Le diré todo lo que sé! —exclama robándole toda la diversión a esto.
—Sabes bien que no toleramos a las aves que cantan —siseo—, sin embargo, puedo darte una extensión de vida si me dices todo lo que sepas sobre tu jefe, quiero saber hasta dónde ha llegado y cuanto poder posee ahora mismo. —Le hago una señal a Lorenzo para que lo bajen.
Espero a que hagan lo que pedí, mientras estudio las distintas herramientas sobre la mesa; algunas causan mayor daño que otras. Pero mis favoritas, las más letales, no se encuentran entre esas…
—Matteo. —Giro sobre mi eje y veo que el tipo ya está sobre una silla y uno de mis soldados le ofrece un vaso con agua.
Me acerco de nuevo a él y saco mi pañuelo, para posteriormente ofrecérselo. Me observa con dudas y miedo, pero no puede rechazarme, lo toma y procede a limpiarse la sangre del rostro.
—Habla —ordeno un par de minutos después.
Así es como me entero de que Federico planea una sociedad con los chinos, el muy hijo de perra está ofreciendo a sus hijas a cambio de que ellos los respalden cuando venga hacia mí. Eso significa que no cuenta con el poder suficiente para enfrentarme, no obstante, lo mejor es acabar con la amenaza de forma rápida para evitar las complicaciones futuras.
—Es todo lo que sé, lo juro. —Asiento.
—Lo sé y es una pena, la extensión que te ofrecí solo es válida mientras poseas algún valor para mí. —Sus ojos se abren aterrorizados al entender el significado de mis palabras.
Sonrío antes enterrarle un cuchillo en el muslo derecho, grita por el sorpresivo dolor y antes de que tenga tiempo a reaccionar le asesto una serie de golpes que lo envían al piso. Me subo a horcajadas sobre él y clavo uno tras otro mis puños en su rostro, mis movimientos no se detienen ni siquiera cuando el hombre ha dejado de forcejear y sus gritos se convierten en un murmullo que lentamente se apaga a medida que quiebro cada hueso de su cabeza con mis propias manos.
La sangre me salpica toda la ropa, y me cubre por completo de una tibia tinta carmesí que desciende desde mi cara. Me detengo cuando creo que ha sido suficiente, es necesario enviar una advertencia mucho más clara, son las normas.
Lorenzo me observa sin pestañear. Me levanto y pido una toalla para limpiarme las manos, aunque no me ayuda mucho.
—Espero que esta vez Di Marco entienda el mensaje y recuerde cuál es su lugar —comenta.
—Lo dudo y de verdad espero que así sea. Encárgate. —Me retiro.
La mafia se conforma por distintas familias encabezadas por un Don, y cada Don sabe que no pueden ir por sobre la voluntad del líder de la organización completa, para que alguno llegue a ser líder o Capo como en mi caso, antes debe asesinar a los líderes de familia, luego el cargo pasa de una generación a otra hasta que alguna familia decide que es su hora de gobernar.
En este mundo el respeto y el poder son primordiales y ambos se obtienen mediante el miedo. Al entrar a la casa subo las escaleras rápidamente para ir a mi habitación, sin embargo, me detengo al escuchar los gritos de una voz familiar.
—Con permiso —recitan las mucamas encargadas de las necesidades de mi futura esposa.
Ella se gira y de nuevo me deja ver esa mirada esmeralda que me desafía y me hace desear hacerla mía de una vez por todas. Malditas tradiciones que no me permiten perforar su coño sino hasta después de que sea mi esposa. Aunque no creo que haya delito en tomar algo que me pertenece.
Me repasa y me doy cuenta de que el miedo pasa fugaz por su rostro.
—¿Qué es lo que está sucediendo? —Aspira por la boca.
—No pienso colocarme un maldito vestido blanco para asistir a tu teatro. —Arruga los labios.
—Tal vez prefieras uno rojo. —Me acerco a ella. Retrocede.
—Negro, ese sería el color perfecto para asistir a la sentencia de mi muerte. —Me da la espalda, lo que me hace suponer que el olor a sangre la asquea. Quiero tocarla, tomar su brazo y obligarla a que me mire a los ojos, pero esta noche tendré tiempo suficiente para eso.
—Obedece, no hagas que el demonio que habita dentro de mí sea quien te obligue —advierto y salgo de la habitación.
Retomo mi camino luego de ordenarle a las mucamas que dejen que se vista como se le pegue la gana. Entro a mi habitación y me voy directo al baño, me meto bajo la regadera y dejo que el agua limpie la sangre de mi piel surcada de cicatrices.
Recuerdo cuando me hice la primera, quería conocer el dolor físico, sentir su intensidad y controlarlo, convertirlo en una virtud. Todavía puedo sentir la fría hoja de metal abrirse camino en mi piel; tiempo después tomé mi primera vida con una bala quemándome el hombro.
Salgo de la ducha y me visto, camisa y pantalón negro, mi cadena de oro con la cruz de mi madre, el único recuerdo que me queda del tiempo en el que aún tenía sentimientos dentro de mi pecho. Salgo directo al despacho donde ya me espera el juez, uno de los miembros de nuestra organización.
Con eso será suficiente. Ya encontraré el modo de compensar a Zanetti para que cierre la boca. Al entrar saludo a los presentes, Lorenzo se me acerca y me informa que mi presente fue enviado.
—Es un honor para mí llevar a cabo su matrimonio —declara el juez y me estrecha la mano.
—No podía elegir a ningún otro para esto. —Él entiende a lo que me refiero, mi consigliere ya lo tuvo que haber puesto al tanto.
—¿Y dónde se encuentra la novia? —pregunta pecando de indiscreto.
—Vendrá en cuanto esté lista. —De pronto la puerta se abre y ella entra, luciendo un sexy vestido negro.
Su porte es el de una reina, el de una mujer que sabe poner en su lugar a quien sea; tiene la mirada altanera y refleja el profundo desprecio que siente hacia mí. Le sonrío de vuelta y me acerco a ella para guiarla sin ningún cuidado hasta su lugar.
—Al grano —ordeno sin dejar de mirarla.
Me sostiene la mira y sonríe malévola.
Desde hoy la oscuridad es mi aliada; el infierno, mi hogar y tu mirada, mi desgracia. Juro que convertiré tu vida en un maldito deseo de querer morir.LionettaDe algún modo masoquista, su presencia me estremece, no solo es el miedo que me causa, hay algo más que me niego a reconocer. Por primera vez me permito detallar su rostro mientras ambos nos retamos con la mirada, tiene una cicatriz que le divide la ceja izquierda en dos, y llega hasta dos dedos por debajo del ojo, es delgada y blanquecina. Acentúa su rasgo peligroso, es un constante recordatorio de su poder en un mundo donde la muerte siempre permanece cerca. Y ahora yo estoy en su camino. Giro la cabeza cuando el juez se aclara la garganta llamando la atención de ambos. Un hombre igual de peligroso, pero menos temible, es común ver a hombres de posiciones elevadas pertenecer a organizaciones criminales como esta, claro que su posición subordinada es secreta y sirven de espías para el Capo.—Señorita Lionetta Petrucci… —Hace
Eres lo más hermoso que mis ojos han visto, ahora me perteneces, soy tu maldito dueño y no existe nada en este mundo que no haga por ti, mi regina.MatteoEl sabor de mi sangre en mi boca es un preámbulo de que lo que será mi vida al lado de ella. Pero también me demuestra que no me equivoqué al ir en contra de la voluntad de mi padre. Es absurdo intentar comprender como uno de los hombres más poderosos de Italia tenga que apegarse a reglas y costumbres que nada tienen que ver con el verdadero poder.—Regresa a tu habitación y prepárate para viajar —ordeno con voz calmada—, y no te atrevas a desafiarme, mi paciencia tiene un límite y no vas a querer conocerlo. —Salgo del despacho y me reúno con Lorenzo que me espera afuera.—Tu regina es de armas tomar —comenta al ver la sangre, lo miro fulminándolo con los ojos y su sonrisa burlona desaparece—, todo está listo para que partamos en dos horas, ordené que todas las suites del The Langham Chicago fuesen reservadas para nuestros hombres y
Sangre y poder, la una no puede existir sin la otra. Toma mi sangre de todos modos, tuyo es el poder y no existe nada que yo pueda hacer para cambiarlo.LionettaEstoy a quince mil pies de altura, en un jet privado rodeada de matones peligrosos, sin ninguna posibilidad de escapar, a menos que consiga como lanzarme sin paracaídas desde esta altura y sobrevivir a la caída. No soporto la idea de que quieran controlar mi vida y eso es precisamente lo que él quiere hacer, no vale la pena que le haga la vida imposible, ya me aseguró que ni así me dejara ir.Mis opciones disminuyen.Cierro los ojos y apoyo la cabeza al respaldo del asiento, necesito ser paciente, estar alerta y esperar el momento adecuado. Respiro y las imágenes de lo que sucedió antes de subir al avión regresan a mi cabeza, la sangre, los tiros, la mirada de Matteo, la frialdad en su rostro, su pasibilidad.Me estremezco involuntariamente.Perdí el conocimiento, al ver el demonio reflejado en la oscuridad de sus orbes.—¿Ne
No te puedo amar en la oscuridad, tampoco en la luz, no creo que algo tan puro como el amor realmente exista, porque las almas, sin importar de qué lado estén, son almas perdidas y sin salvación. No, no te puedo amar en la oscuridad, pero soy incapaz de alejarme de estas tinieblas en las que me prometes que gobernaré tu mundo.LionettaMi aliento se mezcla con el suyo, provocando que un extraño deseo surja entre los dos. Los latidos de mi corazón son incontenibles, puedo escucharlo retumbar con fuerza en mis oídos. Cierro los ojos cuando suelta mi cuello para acariciar mis labios con su pulgar, lo mete en dentro de mi boca, mi lengua acaricia la punta.—Solo dos cosas te exijo —pronuncia—, lealtad y respeto. —Saca el dedo de mi boca—. Y tendrás toda mi confianza. —Se separa de mí dejando una sensación de vacío.Los pulmones me duelen, el escozor en mi piel, en mi intimidad, en mi mente. ¡Maldición, quiero que me coja sin descanso, que me folle hasta que el coño me duela de tanto reci
Mis manos manchadas de sangre han jurado protegerte. Mi piel cubierta de cicatrices resiste por ti. La oscuridad se aparta temerosa de tu luz y yo me doblego: cruel y frío a tus pies.MatteoMe aparto sin despegar los ojos de él, se gira bruscamente por lo que aprovecho y de una patada le tiro el cuchillo de la mano, lo que lo obliga a enfrentarme puño a puño. Me mira y sonríe entendiendo mi plan.El ruido, los gritos, los silencios contenidos. Puedo percibir todo al mismo tiempo, pese a que mi atención está centrada en un solo punto.—¿Crees que no puedo vencerte sin ese cuchillo? —Entrelaza los dedos de ambas manos y se los suena, para luego hacer lo mismo con su cuello—. Voy a apretar tan fuerte tu cuello que vas a escuchar cómo se te quiebran los huesos mientras te estrangulo —afirma.—Hablas demasiado. —Nos lanzamos de nuevo al combate, me lanza una serie de golpes con los que no consigue causarme daño, veo su cara de sorpresa y me aprovecho de ello para pasar mi brazo alrededor
Verte entregada, sumergida en mi infierno… eres el ángel que abrió sus alas para liberarme, pero en el proceso te convertiste en el demonio que dicta mi castigo.MatteoMe pierdo en su sabor mientras ella se entrega a las sensaciones que le produzco. Tira la cabeza hacia atrás y deja salir un fuerte gemido desde lo profundo de su pecho, sus manos se cierran en puño sobre las sabanas de la cama, al tiempo que sus caderas cobran vida y se mueven de arriba a baja con suavidad.—Eres un maldito enfermo —musita con los dientes apretados—, pero no te detengas, no ahora —añade.Sonrío dentro de su encharcado coño. Su declaración audaz provoca que me duela la polla y que el deseo de follarla sin contemplaciones se intensifique. Subo las manos hasta encontrarme con sus senos, los tomo y amaso con fuerza, tiro de los pezones y los hago rodar entre mis dedos hasta dejarlos tan duros como una piedra.Siento sus dedos enredarse en mi pelo para luego aprisionarme con fuerza contra su coño al tiempo
Tu destino, tu vida y tu muerte me pertenecen. Desde que tu cuerpo también fue mío, lo único que te queda es suplicar que te tome una y otra vez.Y yo tendré piedad de ti, mi ángel oscuro.MatteoCon Lorenzo realizo una visita de cortesía para atender un supuesto ajuste en las ganancias de los miembros. Es claro que soy un criminal, pero no por eso soy injusto con quienes trabajan para mí.Delante de mí tengo al jefe de los Rizzuto, una familia que se inicia en este mundo y por lo que me han informado ha dado grandes avances, me observa con arrogancia demostrando que aprendió bien de su mentor, sin embargo, nadie está exento del poder que ejerzo ni del miedo que infundo.—Entonces, según tu creencia, quienes hacen el trabajo sucio mientras tú te quedas aquí, en la comodidad de tu casa, merecen ganar un porcentaje menor al que ya recibían. —Le hago una seña con la mano para indicarle que no abra la boca—. Bien, anoche, los cinco jefes de las familias con mayor poder se fueron de vacaci
Tu cabeza frente al cañón que mi mano sostiene es la prueba de que tu alma es solo mía y tu sangre fría o caliente solo bañara mi piel cuando la muerte te alcance luego de haberme quitado del camino.LionettaMaldición, maldición, maldición.No sé qué es lo que demonios estoy pensando, se supone que desprecio a este imbécil con todas mis fuerzas. No sé por qué no puedo controlar este deseo que despierta, no es diferente a otros hombres y aun así consigue hacer que mi mente quede en blanco cuando está delante de mí.El aroma a peligro, a muerte que desprende es un elixir que me seduce, he rechazado a tantos y los he mandado al demonio una y otra vez, sin embargo, Matteo Messina me demuestra que no soy yo la que decide en este caso, pero me resisto a aceptar que esa sea mi realidad.—No sé qué maldición me echaste encima, no sé cómo hiciste para embrujarme. —Se acerca y me abraza con uno de sus brazos y con su mano libre acaricia mi mejilla. ¿De verdad un hombre con tanta sangre encima