Gustavo y Carol - 24

Corrió y corrió durante varios minutos, hasta que no pudo más y se desplomó cerca de la carretera. Un auto se detuvo y una persona se compadeció de ella y la ayudó a levantarse.

—¿Se encuentra bien, señorita? Se ve muy pálida —señaló el hombre, reparando en la lividez de su rostro.

Carol asintió con renuencia. No necesitaba la lástima de nadie, bastante tenía con sus desdichas como para ahora agregar algo nuevo.

—Estoy bien —dijo enderezándose con aspereza.

El sujeto no se mostró muy convencido, pero aun así asintió, dispuesto a no seguir insistiendo.

—¿Necesita que la lleve a algún lugar? —se ofreció amable.

—No —contestó tajantemente, aunque se arrepintió en el acto.

«¿Qué culpa tenía ese hombre de todo lo que le estaba ocurriendo?», se preguntó con cansancio.

—Lo siento, quiero decir que estoy bien. Gracias por preocuparse —y dando por zanjado el tema, se decidió a seguir con su camino a casa.

Pero Carol no contaba con que se había aporreado su pie izquierdo. Su zapato, el
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