Disculpen la demora en actualización. Mi bebé estaba cumpliendo su primer añito, le hice una fiestica y andaba un poco atareada. Pero ya estoy libre de nuevo y las actualizaciones se reanudarán. Prometo más de un capítulo diario, a partir de mañana :)
Corrió y corrió durante varios minutos, hasta que no pudo más y se desplomó cerca de la carretera. Un auto se detuvo y una persona se compadeció de ella y la ayudó a levantarse. —¿Se encuentra bien, señorita? Se ve muy pálida —señaló el hombre, reparando en la lividez de su rostro. Carol asintió con renuencia. No necesitaba la lástima de nadie, bastante tenía con sus desdichas como para ahora agregar algo nuevo. —Estoy bien —dijo enderezándose con aspereza. El sujeto no se mostró muy convencido, pero aun así asintió, dispuesto a no seguir insistiendo. —¿Necesita que la lleve a algún lugar? —se ofreció amable. —No —contestó tajantemente, aunque se arrepintió en el acto. «¿Qué culpa tenía ese hombre de todo lo que le estaba ocurriendo?», se preguntó con cansancio. —Lo siento, quiero decir que estoy bien. Gracias por preocuparse —y dando por zanjado el tema, se decidió a seguir con su camino a casa. Pero Carol no contaba con que se había aporreado su pie izquierdo. Su zapato, el
—Mamá, tenemos que irnos —anunció Carol con premura, entrando a la casa. Rosa se mostró sorprendida por su actitud, no se esperaba un cambio semejante. Sin duda ya no había rastros de la muchacha dulce que había salido esa mañana, ahora parecía otra.—¿Qué sucede, Carol? —indagó de inmediato. —Tenías razón, mamá —sus ojos se mostraron dolidos, mientras luchaba por contener las lágrimas que querían brotar a borbotones—. Me convertí en la puta de ese hombre. Una más de las tantas que tiene. Y…—cerró el puño con impotencia—. ¡Lo odio! ¡Odio todo esto!Su madre asintió y acortó la distancia, envolviéndola en un abrazo. Era el tipo de abrazo que la muchacha tanto necesitaba, un abrazo de comprensión y no de enjuiciamiento. —Vamos a empacar —la animó pasando una mano por su cabeza y acariciando sus cabellos. De esa forma, comenzaron a empacar las cosas más necesarias, mientras Carol no dejaba de tocar la tarjeta que guardaba en el bolsillo de su pantalón. Aquel era un pequeño recordator
—¿Oportunista? ¿Quién demonios crees que eres para hacer ese tipo de acusación? ¿Acaso no te has visto en un espejo? Aquí la única interesada siempre has sido tú —contestó Gustavo, haciendo un pésimo intento por contener su furia. Melissa se mostró instantáneamente ofendida y su rostro se desfiguró con dolor. —No, está equivocado, señor —negó de forma insistente—. No merezco ser tratada de esta manera, no luego de todos los años de servicios que le ofrecí, ¿o es que ya no recuerda nada de lo que pasó entre los dos? —Eso está en el pasado —zanjó.—Para mí no lo está, señor —contradijo la mujer dando un paso al frente, mientras colocaba una mano en su pecho en forma de súplica—. Realmente lo recuerdo todo, cada beso, cada caricia, todo lo que compartimos antes de que llegara ella —soltó lo último con amargura, le dolía profundamente haber sido reemplazada por una mocosa insípida como Carol. —Te hiciste ideas equivocadas tu sola. Y cometiste un error al creer que tenías derecho de me
—De rodilla. La orden hizo que Julián cayera al suelo, al instante. El cuerpo del joven tembló al reparar en el grave problema en el que se había involucrado. Nunca pensó que meterse con Carol implicarían este tipo de consecuencias. Siempre la visualizo como una persona inofensiva y en extremo solitaria. De ese tipo de personas que no le importaban a nadie.Por mucho tiempo se mantuvo cerca de ella, mostrándose como un amigo, el único que tenía en la universidad y en su vida. Ya que, siendo una persona que vivía únicamente para trabajar, contaba con muy poco tiempo para interactuar con su entorno. Pero él se encargó de acercarse, de ganarse su confianza e incluso su afecto. Sin embargo, eso no le bastó. Quería más, quería el corazón de la joven, quería vivir algo pasional con ella, porque sus noches comenzaron a llenarse con fantasías que la incluían desnuda en su cama. Pero Carol lo había rechazado rompiendo su corazón en pedazos y aumentando su obsesión por ella, porque ya no le
Tres semanas después…Carol se encontraba trabajando en una pequeña, pero acogedora oficina, esto gracias a que había acudido a Mattia luego de su oferta laboral. En ese tiempo, trabajando para él, había descubierto que era un hombre en extremo, atento y cariñoso. No le había cuestionado la razón de su repentina llamada, por el contrario, le había ofrecido alojamiento, porque, según él, era parte de su responsabilidad el hecho de encargarse del bienestar de sus empleados. Seguía mostrando sus reservas ante su buena voluntad, porque le costaba volver a confiar luego de lo ocurrido con Julián. Pero debía admitir que Mattia estaba haciendo un buen trabajo para ganarse su confianza poco a poco. Su presencia era acogedora y reconfortante la mayoría del tiempo, y le hacía olvidar ciertas cosas desagradables de su pasado. Un día, Mattia la había encontrado llorando en su oficina, amablemente le había preguntado qué le sucedía y si podía hacer algo para ayudarla. Entonces entre lágrimas l
Carol alzó el mentón con determinación al encontrarse frente a frente con Gustavo, en esos momentos en que se vieron fijamente fue consciente del peso que sostenía en su mano derecha, recordando entonces el motivo que la llevó a estar de regreso en esa casa. —Gustavo —saludo con voz firme, sin darle cabida a posibles intimidaciones. El hombre frunció el ceño ante su actitud altiva, pero no tuvo tiempo de emitir palabra, cuando la joven acortó la distancia y puso sobre su escritorio un pequeño maletín de color negro. —Disculpa la tardanza, pero aquí tienes todo lo que te debo —declaró con suficiencia, dejándolo ahora sí, verdaderamente mudo. —¿Qué tipo de broma es esta? —preguntó secamente. Se encontraba evidentemente irritado por su descaro al desaparecer y luego regresar así como si nada. —No hay bromas, Gustavo. Estoy cancelando nuestra deuda —contestó tajantemente. Carol pudo ver en sus ojos una furia salvaje que era apenas contenida. Al parecer, Martha no se equivocaba
Rosa picaba los vegetales para la cena, mientras su hija, que acababa de llegar, se sentaba en la mesa de la cocina, dispuesta a contarle un poco de lo que había sido su día. —Me está gustando mucho mi nuevo trabajo, mamá —comenzó emocionada. Había estado un poco desanimada, luego de su visita a la mansión Cooper, pero afortunadamente su malestar ya había pasado. Ahora volvía a ser la chica risueña de siempre, quien constantemente pensaba en las cosas positivas de la vida—. Realmente Mattia es un jefe encantador. Me da mu libertad, me enseña, se muestra muy atento en todo momento. —Parece ser todo un encanto ese señor —comentó Rosa, girándose ligeramente y dedicándole una mirada escéptica. La mujer mayor venía escuchando ese tipo de comentarios desde la última semana y no sabía qué pensar al respecto. Lo cierto era, que aunque no conocía a ese sujeto, sabía que era demasiado mayor para su hija, además de que esa idea del préstamo seguía haciéndole mucho ruido. «¿Realmente un ho
Madre e hija caminaban de un lugar a otro, mientras organizaban la mesa, colocaban flores frescas y servían la comida, la hora de la cena se acercaba y el invitado podría hacer su aparición en cualquier momento.—Ya es la hora, mamá —mostró su nerviosismo Carol, asomándose por la ventana y visualizando el auto de su jefe, quien acababa de llegar al edificio—. Oh, llegó, ¡llegó! —anunció corriendo hacia la puerta y decidiéndose a bajar al primer piso para guiarlo hasta el departamento.La joven tomó el ascensor y en cuestión de minutos, ya estaba en el lobby del edificio. Salió rápidamente a la calle, encontrándose con Mattia, quien acababa de bajar de su auto. —Señor Mattia, es un placer que haya venido —lo saludó con una gran sonrisa. No sabía por qué una parte de su ser creía que no asistiría, pero le aliviaba saber que se había equivocado.—Carol, antes de subir necesito decirte algo importante —le dijo. La expresión del hombre volvió a tornarse seria y esto preocupó a la muchacha