—De rodilla. La orden hizo que Julián cayera al suelo, al instante. El cuerpo del joven tembló al reparar en el grave problema en el que se había involucrado. Nunca pensó que meterse con Carol implicarían este tipo de consecuencias. Siempre la visualizo como una persona inofensiva y en extremo solitaria. De ese tipo de personas que no le importaban a nadie.Por mucho tiempo se mantuvo cerca de ella, mostrándose como un amigo, el único que tenía en la universidad y en su vida. Ya que, siendo una persona que vivía únicamente para trabajar, contaba con muy poco tiempo para interactuar con su entorno. Pero él se encargó de acercarse, de ganarse su confianza e incluso su afecto. Sin embargo, eso no le bastó. Quería más, quería el corazón de la joven, quería vivir algo pasional con ella, porque sus noches comenzaron a llenarse con fantasías que la incluían desnuda en su cama. Pero Carol lo había rechazado rompiendo su corazón en pedazos y aumentando su obsesión por ella, porque ya no le
Tres semanas después…Carol se encontraba trabajando en una pequeña, pero acogedora oficina, esto gracias a que había acudido a Mattia luego de su oferta laboral. En ese tiempo, trabajando para él, había descubierto que era un hombre en extremo, atento y cariñoso. No le había cuestionado la razón de su repentina llamada, por el contrario, le había ofrecido alojamiento, porque, según él, era parte de su responsabilidad el hecho de encargarse del bienestar de sus empleados. Seguía mostrando sus reservas ante su buena voluntad, porque le costaba volver a confiar luego de lo ocurrido con Julián. Pero debía admitir que Mattia estaba haciendo un buen trabajo para ganarse su confianza poco a poco. Su presencia era acogedora y reconfortante la mayoría del tiempo, y le hacía olvidar ciertas cosas desagradables de su pasado. Un día, Mattia la había encontrado llorando en su oficina, amablemente le había preguntado qué le sucedía y si podía hacer algo para ayudarla. Entonces entre lágrimas l
Carol alzó el mentón con determinación al encontrarse frente a frente con Gustavo, en esos momentos en que se vieron fijamente fue consciente del peso que sostenía en su mano derecha, recordando entonces el motivo que la llevó a estar de regreso en esa casa. —Gustavo —saludo con voz firme, sin darle cabida a posibles intimidaciones. El hombre frunció el ceño ante su actitud altiva, pero no tuvo tiempo de emitir palabra, cuando la joven acortó la distancia y puso sobre su escritorio un pequeño maletín de color negro. —Disculpa la tardanza, pero aquí tienes todo lo que te debo —declaró con suficiencia, dejándolo ahora sí, verdaderamente mudo. —¿Qué tipo de broma es esta? —preguntó secamente. Se encontraba evidentemente irritado por su descaro al desaparecer y luego regresar así como si nada. —No hay bromas, Gustavo. Estoy cancelando nuestra deuda —contestó tajantemente. Carol pudo ver en sus ojos una furia salvaje que era apenas contenida. Al parecer, Martha no se equivocaba
Rosa picaba los vegetales para la cena, mientras su hija, que acababa de llegar, se sentaba en la mesa de la cocina, dispuesta a contarle un poco de lo que había sido su día. —Me está gustando mucho mi nuevo trabajo, mamá —comenzó emocionada. Había estado un poco desanimada, luego de su visita a la mansión Cooper, pero afortunadamente su malestar ya había pasado. Ahora volvía a ser la chica risueña de siempre, quien constantemente pensaba en las cosas positivas de la vida—. Realmente Mattia es un jefe encantador. Me da mu libertad, me enseña, se muestra muy atento en todo momento. —Parece ser todo un encanto ese señor —comentó Rosa, girándose ligeramente y dedicándole una mirada escéptica. La mujer mayor venía escuchando ese tipo de comentarios desde la última semana y no sabía qué pensar al respecto. Lo cierto era, que aunque no conocía a ese sujeto, sabía que era demasiado mayor para su hija, además de que esa idea del préstamo seguía haciéndole mucho ruido. «¿Realmente un ho
Madre e hija caminaban de un lugar a otro, mientras organizaban la mesa, colocaban flores frescas y servían la comida, la hora de la cena se acercaba y el invitado podría hacer su aparición en cualquier momento.—Ya es la hora, mamá —mostró su nerviosismo Carol, asomándose por la ventana y visualizando el auto de su jefe, quien acababa de llegar al edificio—. Oh, llegó, ¡llegó! —anunció corriendo hacia la puerta y decidiéndose a bajar al primer piso para guiarlo hasta el departamento.La joven tomó el ascensor y en cuestión de minutos, ya estaba en el lobby del edificio. Salió rápidamente a la calle, encontrándose con Mattia, quien acababa de bajar de su auto. —Señor Mattia, es un placer que haya venido —lo saludó con una gran sonrisa. No sabía por qué una parte de su ser creía que no asistiría, pero le aliviaba saber que se había equivocado.—Carol, antes de subir necesito decirte algo importante —le dijo. La expresión del hombre volvió a tornarse seria y esto preocupó a la muchacha
—¿Por qué le dijiste eso? —le reclamó Carol a Mattia cuando la ambulancia terminó de llevarse a Gustavo—. Fueron palabras demasiado crueles para alguien que está en una maldita silla de ruedas. ¡¿En qué demonios estabas pensando?! —explotó, olvidándose de las formalidades y de que ese hombre le había prestado dinero para pagar su deuda. Necesitaba respuestas.—Carol, ¿qué sucede? De repente, la voz de Rosa se escuchó a unos pocos pasos de ellos. La mujer, luego de haberse cansado de esperar por su hija y el invitado, decidió asomarse a la ventana encontrándose con una escena que involucraba a un cúmulo de personas y a una ambulancia. Inmediatamente, se preocupó y bajó para saber qué sucedía, sin embargo, Rosa no esperaba encontrarse con ese hombre que acababa de girarse para encararla como si nada.—Ha pasado un tiempo, Rosa —saludó Mattia, dejando a madre e hija completamente pasmadas. —¿Ustedes se conocen? —atinó a decir Carol, sin entender absolutamente nada. Rosa tragó saliva y
Carol acababa de entender un par de cosas respecto a su padre: primero nunca supo de su insistencia, por lo que no podía juzgarlo por no haber estado presente en su infancia. Segundo, lo que había pasado entre su madre y él, había sido un error de ambos. Pero ahora entendía un poco el hermetismo de su progenitora respecto a este tema. Por otro lado, tampoco sentía el deseo de darle un abrazo a Mattia ahora qué conocía la verdad, mucho menos después de lo sucedido con Gustavo. Aún se sentía muy enojada por sus crueles palabras. Así que dejaría que fuese el tiempo quien decidiría qué sucedería entre los dos. Ahora lo único que le interesaba era saber de Gustavo. Así fue como a la mañana siguiente, Carol se presentó a primera hora en la mansión Cooper. —No ha regresado, Carol. La pequeña Sophie no ha hecho más que preguntar por su padre —le contó Martha con un tono preocupado. —¿Sabes en qué hospital está? —No tengo idea. Carol se mordió el labio inferior sintiendo la impotencia de
Carol entró casi corriendo a la casa, subió las escaleras con grandes zancadas y se paró frente al despacho de Gustavo, deseosa de encontrarlo detrás de esa puerta amaderada. Sin embargo, al abrir él no estaba. Martha, quien la había seguido de cerca, simplemente negó, dándole a entender que no lo encontraría en ese lugar. —Está en su habitación, pero… —trato de advertirle, pero la joven ya había retomado su camino a pasos agigantados.En cuestión de un par de minutos, Carol llegó a la habitación de Gustavo y luego de tomar una profunda inhalación, hizo girar el pomo de la puerta, encontrando el lugar completamente transformado. Había monitores de signos vitales, entre otros artefactos que parecían estar conectados a un Gustavo de ojos cerrados. —¡Gustavo! —chilló Carol, temiendo lo peor y acortando la distancia en una fracción de segundo. Los ojos del hombre se abrieron en el acto y su expresión fue de clara molestia cuando la vio de pie junto a su cama.—¿Quién demonios te dejo