Pequeño Spoiler: Mattia es un personaje importante. ¿Qué creen que oculta?
Madre e hija caminaban de un lugar a otro, mientras organizaban la mesa, colocaban flores frescas y servían la comida, la hora de la cena se acercaba y el invitado podría hacer su aparición en cualquier momento.—Ya es la hora, mamá —mostró su nerviosismo Carol, asomándose por la ventana y visualizando el auto de su jefe, quien acababa de llegar al edificio—. Oh, llegó, ¡llegó! —anunció corriendo hacia la puerta y decidiéndose a bajar al primer piso para guiarlo hasta el departamento.La joven tomó el ascensor y en cuestión de minutos, ya estaba en el lobby del edificio. Salió rápidamente a la calle, encontrándose con Mattia, quien acababa de bajar de su auto. —Señor Mattia, es un placer que haya venido —lo saludó con una gran sonrisa. No sabía por qué una parte de su ser creía que no asistiría, pero le aliviaba saber que se había equivocado.—Carol, antes de subir necesito decirte algo importante —le dijo. La expresión del hombre volvió a tornarse seria y esto preocupó a la muchacha
—¿Por qué le dijiste eso? —le reclamó Carol a Mattia cuando la ambulancia terminó de llevarse a Gustavo—. Fueron palabras demasiado crueles para alguien que está en una maldita silla de ruedas. ¡¿En qué demonios estabas pensando?! —explotó, olvidándose de las formalidades y de que ese hombre le había prestado dinero para pagar su deuda. Necesitaba respuestas.—Carol, ¿qué sucede? De repente, la voz de Rosa se escuchó a unos pocos pasos de ellos. La mujer, luego de haberse cansado de esperar por su hija y el invitado, decidió asomarse a la ventana encontrándose con una escena que involucraba a un cúmulo de personas y a una ambulancia. Inmediatamente, se preocupó y bajó para saber qué sucedía, sin embargo, Rosa no esperaba encontrarse con ese hombre que acababa de girarse para encararla como si nada.—Ha pasado un tiempo, Rosa —saludó Mattia, dejando a madre e hija completamente pasmadas. —¿Ustedes se conocen? —atinó a decir Carol, sin entender absolutamente nada. Rosa tragó saliva y
Carol acababa de entender un par de cosas respecto a su padre: primero nunca supo de su insistencia, por lo que no podía juzgarlo por no haber estado presente en su infancia. Segundo, lo que había pasado entre su madre y él, había sido un error de ambos. Pero ahora entendía un poco el hermetismo de su progenitora respecto a este tema. Por otro lado, tampoco sentía el deseo de darle un abrazo a Mattia ahora qué conocía la verdad, mucho menos después de lo sucedido con Gustavo. Aún se sentía muy enojada por sus crueles palabras. Así que dejaría que fuese el tiempo quien decidiría qué sucedería entre los dos. Ahora lo único que le interesaba era saber de Gustavo. Así fue como a la mañana siguiente, Carol se presentó a primera hora en la mansión Cooper. —No ha regresado, Carol. La pequeña Sophie no ha hecho más que preguntar por su padre —le contó Martha con un tono preocupado. —¿Sabes en qué hospital está? —No tengo idea. Carol se mordió el labio inferior sintiendo la impotencia de
Carol entró casi corriendo a la casa, subió las escaleras con grandes zancadas y se paró frente al despacho de Gustavo, deseosa de encontrarlo detrás de esa puerta amaderada. Sin embargo, al abrir él no estaba. Martha, quien la había seguido de cerca, simplemente negó, dándole a entender que no lo encontraría en ese lugar. —Está en su habitación, pero… —trato de advertirle, pero la joven ya había retomado su camino a pasos agigantados.En cuestión de un par de minutos, Carol llegó a la habitación de Gustavo y luego de tomar una profunda inhalación, hizo girar el pomo de la puerta, encontrando el lugar completamente transformado. Había monitores de signos vitales, entre otros artefactos que parecían estar conectados a un Gustavo de ojos cerrados. —¡Gustavo! —chilló Carol, temiendo lo peor y acortando la distancia en una fracción de segundo. Los ojos del hombre se abrieron en el acto y su expresión fue de clara molestia cuando la vio de pie junto a su cama.—¿Quién demonios te dejo
Carol se encontraba recostada en la camilla del consultorio, con el vientre expuesto. Mientras el doctor aplicaba un gel frío, que le envió un escalofrío por todo el cuerpo. Se sentía nerviosa y aún mantenía una pequeña esperanza de que todo esto fuera un error y no estuviera embarazada. El transductor comenzó a ser movido sobre su piel por el especialista y en la pantalla se reflejó, poco a poco, la imagen borrosa de todo lo que se hallaba en su interior. —Lo veo —dijo el médico al poco tiempo, señalando la pantalla—. Tu bebé tiene aproximadamente seis semanas y media —calculó. Pero el dato del tiempo de gestación pasó desapercibido para la joven, quien únicamente había podido concentrarse en la mención de “tu bebé”. «Era su bebé. Realmente tendría un bebé», pensó en medio del shock. Ahora era un hecho y no sabía exactamente qué sentir al respecto. Las cosas con Gustavo estaban en su peor momento y realmente no creía que mejorarían, pero ahora venía en camino un pequeño ser qu
Su percepción del mundo había cambiado irremediablemente. Una vez que se enteró de su embarazo, las cosas adquirieron un color distinto. Uno más distintivo. Ya no veía el cielo de un gris opaco y carente de vida, ahora visualizaba un arcoíris constante, un mar de posibilidades y, aunque aún se consideraba joven para ser madre, no podía negar que la idea no le desagradaba del todo. Pero quizás lo que hacía más emocionante esta noticia, era saber que tendría un hijo del hombre que amaba. Un hombre cuya noticia no sabía cómo sería tomada. Sin embargo, decidió no atormentarse con su posible rechazo. Así duró un rato más, sumergida en sus pensamientos, masajeando su vientre frente al espejo e imaginando lo mucho que crecería en unos meses.—Carol, ¿qué haces? —preguntó su madre, entrando en la habitación y encontrándola en medio de tan extraña escena. La muchacha se reprendió mentalmente por haber dejado la puerta entreabierta, pero decidió que era el momento de confesarle lo que sucedí
Martha recibió el papel de parte de Carol y se dio a la penosa tarea de entregárselo a su jefe. El simple hecho de tener que hacerlo le generaba mucho estrés, porque su estado de ánimo no había mejorado en ese tiempo, por el contrario, había empeorado drásticamente con el paso de los días. Así que debía tomar mucho valor para intentarlo.—Con permiso, señor —habló, dando dos golpecitos a la puerta y luego asomándose con cuidado. Gustavo seguía acostado en la cama, recuperándose de la operación, pero sabía que con ayuda de la rehabilitación podría volver a su silla de ruedas en poco tiempo.—No te di permiso para entrar —su voz seguía cortante y fría como un cuchillo afilado. —Lo sé, señor. Y no quise interrumpirlo. Pero tengo algo para usted —anunció sacando el papel. Gustavo observó aquel pequeño papelito doblado y no supo que era y tampoco le importo. —Llévatelo.—Señor, es de parte de Carol —se apresuró a decir la mujer, en un vano intento, porque desistiera de la idea de no le
Cuando Carol regresó a la universidad se enteró de los últimos pormenores con respecto a Julián. Los chismes no tardaron en llegar a sus oídos y, contrario a lo que había esperado, nadie la señaló por las fotos íntimas que habían sido publicadas. Al parecer el asunto había sido silenciado por alguien con el poder suficiente como para ordenar que no se tocará ese tema nunca más. Y la única persona con ese poder que conocía era Gustavo.El mismo Gustavo, al que había informado sobre su embarazo hacía más de tres meses y el mismo que aún no la había contactado.En otro lugar, la habitación se llenó de tensión cuando Adeline le exigió a su hermano que dejara de autocompadecerse y asumiera sus responsabilidades. —Me gusta estar a cargo de la empresa, no lo voy a negar, pero no podré hacerlo más —le anunció esa mañana con el deseo de presionarlo y hacerlo recuperar su productividad—. Así que ahora te toca a ti, hermano. Es tu turno de hacerlo.—Buen intento —sonrió cínicamente, mientras se