Carol se encontraba recostada en la camilla del consultorio, con el vientre expuesto. Mientras el doctor aplicaba un gel frío, que le envió un escalofrío por todo el cuerpo. Se sentía nerviosa y aún mantenía una pequeña esperanza de que todo esto fuera un error y no estuviera embarazada. El transductor comenzó a ser movido sobre su piel por el especialista y en la pantalla se reflejó, poco a poco, la imagen borrosa de todo lo que se hallaba en su interior. —Lo veo —dijo el médico al poco tiempo, señalando la pantalla—. Tu bebé tiene aproximadamente seis semanas y media —calculó. Pero el dato del tiempo de gestación pasó desapercibido para la joven, quien únicamente había podido concentrarse en la mención de “tu bebé”. «Era su bebé. Realmente tendría un bebé», pensó en medio del shock. Ahora era un hecho y no sabía exactamente qué sentir al respecto. Las cosas con Gustavo estaban en su peor momento y realmente no creía que mejorarían, pero ahora venía en camino un pequeño ser qu
Su percepción del mundo había cambiado irremediablemente. Una vez que se enteró de su embarazo, las cosas adquirieron un color distinto. Uno más distintivo. Ya no veía el cielo de un gris opaco y carente de vida, ahora visualizaba un arcoíris constante, un mar de posibilidades y, aunque aún se consideraba joven para ser madre, no podía negar que la idea no le desagradaba del todo. Pero quizás lo que hacía más emocionante esta noticia, era saber que tendría un hijo del hombre que amaba. Un hombre cuya noticia no sabía cómo sería tomada. Sin embargo, decidió no atormentarse con su posible rechazo. Así duró un rato más, sumergida en sus pensamientos, masajeando su vientre frente al espejo e imaginando lo mucho que crecería en unos meses.—Carol, ¿qué haces? —preguntó su madre, entrando en la habitación y encontrándola en medio de tan extraña escena. La muchacha se reprendió mentalmente por haber dejado la puerta entreabierta, pero decidió que era el momento de confesarle lo que sucedí
Martha recibió el papel de parte de Carol y se dio a la penosa tarea de entregárselo a su jefe. El simple hecho de tener que hacerlo le generaba mucho estrés, porque su estado de ánimo no había mejorado en ese tiempo, por el contrario, había empeorado drásticamente con el paso de los días. Así que debía tomar mucho valor para intentarlo.—Con permiso, señor —habló, dando dos golpecitos a la puerta y luego asomándose con cuidado. Gustavo seguía acostado en la cama, recuperándose de la operación, pero sabía que con ayuda de la rehabilitación podría volver a su silla de ruedas en poco tiempo.—No te di permiso para entrar —su voz seguía cortante y fría como un cuchillo afilado. —Lo sé, señor. Y no quise interrumpirlo. Pero tengo algo para usted —anunció sacando el papel. Gustavo observó aquel pequeño papelito doblado y no supo que era y tampoco le importo. —Llévatelo.—Señor, es de parte de Carol —se apresuró a decir la mujer, en un vano intento, porque desistiera de la idea de no le
Cuando Carol regresó a la universidad se enteró de los últimos pormenores con respecto a Julián. Los chismes no tardaron en llegar a sus oídos y, contrario a lo que había esperado, nadie la señaló por las fotos íntimas que habían sido publicadas. Al parecer el asunto había sido silenciado por alguien con el poder suficiente como para ordenar que no se tocará ese tema nunca más. Y la única persona con ese poder que conocía era Gustavo.El mismo Gustavo, al que había informado sobre su embarazo hacía más de tres meses y el mismo que aún no la había contactado.En otro lugar, la habitación se llenó de tensión cuando Adeline le exigió a su hermano que dejara de autocompadecerse y asumiera sus responsabilidades. —Me gusta estar a cargo de la empresa, no lo voy a negar, pero no podré hacerlo más —le anunció esa mañana con el deseo de presionarlo y hacerlo recuperar su productividad—. Así que ahora te toca a ti, hermano. Es tu turno de hacerlo.—Buen intento —sonrió cínicamente, mientras se
Susana comenzó a masajear sus pechos ante la atenta mirada de su jefe. Anhelaba escuchar palabras lascivas de esos labios masculinos y ardientes. Sin embargo, nada de eso sucedió. —Vístete inmediatamente. Gustavo apartó la mirada con hastío y murmuró una maldición, que Susana no supo exactamente a quién iba dirigida. —Señor, pero…—Recoge tus porquerías y ni te atrevas a presentarte mañana. Está de más decir que estás despedida —soltó, dejando a la mujer sorprendida. Evidentemente, Susana no se esperaba este tipo de reacción, por lo que recogió su ropa rápidamente y salió corriendo lejos de esa oficina. La mujer lloraba luego de haber sufrido una de las peores humillaciones de toda su vida. «¿Qué le pasaba a este hombre?», pensó, mientras corría lejos de esas cuatro paredes. «¿Acaso era gay?», fue lo único que se le ocurrió para justificar su rechazo y para sentirse un poco mejor consigo misma.Pero Gustavo no era gay. Desde luego que no. Sin embargo, no lograba entender por qué
“Es tuyo, ¿no?”Cuando Gustavo quedó solo en su oficina, cayó en cuenta del peso de esa última interrogante planteada por su hermana. La posibilidad de que esa criatura no fuese su hijo era alta. Después de todo, tenía meses sin ver a Carol y recordaba haberla visto en compañía de otro hombre que se mostraba demasiado cercano para tratarse de un simple extraño.Ante este hecho, Gustavo enfureció, lanzando todas las cosas que se encontraban sobre su escritorio. No quedó nada en pie. Todo fue arrojado al suelo con una fuerza descomunal. Odiaba la posibilidad de que Carol estuviese esperando el hijo de otro. La nueva secretaria no tardó en entrar a la oficina atraída por el fuerte ruido, rápidamente se horrorizó ante la escena que estaba presenciando. —Llamaré al personal de limpieza —dijo la mujer, perdiéndose por la puerta antes de ser víctima también de su malhumor. Horas más tarde, Gustavo se encontraba de vuelta en aquel lugar, aquel lugar donde empezó su más reciente pesadilla.
La comunicación entre Gustavo y Carol comenzó a restablecerse poco a poco. El intercambio de palabras seguía siendo frío y cortante entre ambos, únicamente se decían las cosas más importantes, como por ejemplo: cómo marchaba el embarazo, la fecha prevista para el parto y otros temas relacionados con los gastos.Todos estos asuntos eran tratados por vía telefónica, así que básicamente las semanas siguieron transcurriendo sin que llegarán a verse. Pero había algo que Carol desconocía, y eso era que desde el mismo instante en que Gustavo confirmó su embarazo había decidido contratar a varios hombres para que la siguieran a todas partes, esto con la finalidad de protegerla. —¿Y qué es lo se supone que debe hablar conmigo? —preguntó Mattia, mostrándose reacio ante la inesperada invitación de ese sujeto. —Sé que es usted quien paga la clínica y todos los gastos relacionados con el embarazo de Carol —Gustavo fue directo al punto.Mattia puso su expresión más escéptica y luego Gustavo exte
Carol había querido comunicarse con Gustavo luego de la conversación con Adeline, pero no sabía cómo tocar ese duro corazón. Amaba a Gustavo, pero había momentos en los que su frialdad la dejaban desarmada, y no quería volver a ser víctima de sus crueles palabras. Estaba segura de que, en su estado, su rechazo le dolería demasiado. Así que decidió darle tiempo al tiempo. Pero el tiempo era implacable en ocasiones. —Gustavo —gimió Carol, a través del teléfono. —¿Qué pasa, Carol? ¿Qué ocurre?—la voz preocupada del hombre no se hizo esperar. —E-es hora —anunció la joven, apoyándose de la pared, mientras sentía un dolor intenso que la atravesaba desde la parte baja de su abdomen. —Bien, no te preocupes. Mis hombres te llevarán al hospital —habló con confianza, transmitiéndole la seguridad que tanto necesitaba. Sin embargo, Carol no entendió su último señalamiento. «¿Sus hombres la llevarían? ¿Cuáles hombres?», pensó confundida. Y mientras ella reflexionaba sobre esto,