Gustavo y Carol - 37

Martha recibió el papel de parte de Carol y se dio a la penosa tarea de entregárselo a su jefe. El simple hecho de tener que hacerlo le generaba mucho estrés, porque su estado de ánimo no había mejorado en ese tiempo, por el contrario, había empeorado drásticamente con el paso de los días. Así que debía tomar mucho valor para intentarlo.

—Con permiso, señor —habló, dando dos golpecitos a la puerta y luego asomándose con cuidado.

Gustavo seguía acostado en la cama, recuperándose de la operación, pero sabía que con ayuda de la rehabilitación podría volver a su silla de ruedas en poco tiempo.

—No te di permiso para entrar —su voz seguía cortante y fría como un cuchillo afilado.

—Lo sé, señor. Y no quise interrumpirlo. Pero tengo algo para usted —anunció sacando el papel.

Gustavo observó aquel pequeño papelito doblado y no supo que era y tampoco le importo.

—Llévatelo.

—Señor, es de parte de Carol —se apresuró a decir la mujer, en un vano intento, porque desistiera de la idea de no le
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