Pensándolo bien, he sido una hija bastante negligente. Solo sabía que mis padres murieron en un accidente de auto, pero ni siquiera conocía las circunstancias del accidente.Alicia cambió de inmediato de expresión y me sujetó la muñeca.—Sara, ¿habíamos acordado no hablar de esto? Ya pasó.—Señora, ya no soy una niña, puedo soportarlo. Por favor, cuénteme —sujeté su mano también.Su mano temblaba ligeramente.—Sara, ¿por qué quieres remover el pasado?Guardé absoluto silencio unos segundos.—Señora, porque eran mis padres, mi única familia en este mundo.Mis padres eran huérfanos, crecieron en un orfanato, y cuando se fueron, yo también me convertí en una triste huérfana.Mis palabras parecieron conmoverla. Después de un momento de duda, respondió:—Cuando Gabriel y yo llegamos al accidente, tu madre ya no respiraba, y tu padre apenas tenía aliento. Tomó con debilidad la mano de Gabriel y solo pronunció tu nombre...Alicia se detuvo, ahogada por la emoción. Mi corazón también se estrem
Alicia dejó los cubiertos y me miró sorprendida.—Sí, estaban a punto de firmar el contrato.Era el contrato que encontré en el cuaderno de mi padre.—¿No se firmó por el accidente? —pregunté temblorosa.Alicia lo confirmó.Sentí en ese instante que me faltaba el aire y una ola de emociones me invadió. Entonces Alicia suspiró.—Ese contrato era el primer acuerdo de negocios entre tu padre y Gabriel.¿Qué?¿Gabriel siempre fue parte del contrato? ¿No era en realidad como yo pensaba?—Tu padre y Gabriel hicieron de todo para conseguir la colaboración de Leonardo de KRONOS. Lo acompañaban a pescar, a carreras de autos, incluso ese loco los hizo saltar en paracaídas —Alicia negaba mientras con tristeza hablaba.—Leonardo venía del mundo de la calle, le gustaba jugar con la gente. Pero tu padre y Gabriel sabían que necesitaban conseguir su apoyo, así que arriesgaron todo...—Una vez Leonardo los llevó a pescar al mar y los sorprendió un tifón. Solo había dos chalecos salvavidas, y tanto tu
—Un jefe tan cercano no parece mi jefe, más bien parece un amigo —sonreí mientras miraba a Dylan y le pregunté con dulzura a Sergio—: Parece que se llevaron muy bien. Es la primera vez que veo a alguien almorzando con el jefe después de una entrevista.Lo dije porque Miguel había investigado que el apellido del socio de Dylan era Araya.Mis sospechas volvían.—Dylan me invitó a almorzar para conocerme mejor, después de todo... —Sergio hizo una ligera pausa— trescientos mil dólares anuales no es poco dinero.Me quedé atónita. ¿Tanto salario?No imaginaba que Sergio en realidad valiera tanto.—¿Qué? ¿Crees que no lo valgo? —preguntó directamente.Sonreí avergonzada.—No es eso.Y añadí:—¿Cuánto ganabas en tu empresa anterior?—Tres mil al mes —la respuesta de Sergio me hizo hacer una ligera mueca. Dylan le estaba ofreciendo diez veces más.—Dylan tiene... agallas —fue lo único que pude decir ante la mirada de Sergio que parecía decir "no crees que lo valgo".—Yo propuse el salario. No e
¡Caray! Se me había olvidado por completo ese incidente.No tenía nada que ocultar, así que lo negué directamente:—No hubo ningún acoso, fue una calumnia.—¿Mmm…? —Sergio me miró fijamente, su mirada exigiendo más detalles.Le conté sobre el incidente cuando de manera accidental tropecé con Alberto y cómo él me acusó falsamente. Añadí:—Ese tonto mocoso era puro narcisismo, ni siquiera me fijaría en alguien así.—¿Y qué tipo de hombre te gusta entonces? ¿Maduros? ¿Serios y estables? —preguntó Sergio directamente, pareciendo saber bastante del tema.Viendo su expresión seria, me dieron ganas en ese instante de bromear. Me acerqué un poco:—Me gustan como tú... rudos y firmes.Vi cómo su nuez de Adán se movió.Lo había provocado otra vez.Me aparté a propósito, pero Sergio preguntó en voz baja:—¿Y cómo sabes que soy firme?Segundos después, mi cara se puso roja como un tomate.Había pensado que Sergio era más inocente, pero ese comentario reveló al instante su lado más... masculino.—¿
Me reí al ver su cara sonrojada y las gotas de sudor en la punta de su nariz.Sergio giró de repente la cara y yo dejé de provocarlo, conduciendo obedientemente.Un simple comentario sobre "fuerza" nos había dejado en completo silencio por varios minutos.Recordando que mencionó pasar tiempo juntos, rompí el silencio:—¿A dónde quieres ir?—¿Tienes tiempo libre esta tarde? —preguntó Sergio.—¡Sí! —respondí tan rápido que sonó como si estuviera demasiado ansiosa.La cara tensa de Sergio mostró al instante una traviesa sonrisa.—Quiero llevarte a un lugar.Esta vez me contuve y no respondí.—Activaré el GPS, tú solo sigue las indicaciones —asumió que estaba de acuerdo.Siguiendo sus instrucciones, llegamos a una zona suburbana bastante alejada y desolada, llena solo de maleza. Lo único que me llamó la atención fue un hermoso río.Era muy cristalino y brillaba con los reflejos del sol.—¿Qué hacemos aquí, Sergio? ¿Piensas que nos dediquemos a la agricultura? —bromeé por un momento.Sergio
Nunca supe que podía reír como una niña, que a mis veintitantos años podría experimentar la innegable sensación infantil de que me levantaran y me hicieran girar.Aunque después de los giros alegres, me mareé tanto que no podía mantenerme en pie y tuve que quedarme por un instante quieta en los brazos de Sergio.En ese momento, me di cuenta de que tal vez era otra de sus estrategias.—De pequeña te encantaba que te hiciera girar así —susurró con delicadeza en mi oído.Yo conocí a Sergio cuando era muy pequeña, tanto que no recuerdo nada.Así que aproveché ese momento para preguntar:—¿Qué más me gustaba de pequeña?—Te gustaba que te levantara alto, y que te llevara sobre mis hombros jugando al caballito —sus palabras me hicieron sonrojar un poco.Fingí no creerle:—No me acuerdo de nada, así que puedes decir lo que quieras.Sergio no se molestó y continuó narrando:—También te encantaba jugar en el agua, saltar y salpicar, acababas empapada.—¿Qué más? —su relato había despertado mi c
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para
Carlos levantó la mirada al escucharme entrar y sus ojos se posaron inmediatamente en mi rostro. Sin necesidad de mirarme demasiado, sabía cómo me sentía.—¿Te sientes mal? —preguntó curioso, frunciendo el ceño ligeramente.En silencio, me acerqué a su escritorio. Tragando la amargura que sentía, y, con severidad, le dije:—Si no quieres casarte conmigo, puedo decírselo a Alicia, tu madre.El ceño de Carlos se arrugó aún más, comprendiendo de inmediato que había escuchado su conversación con Miguel.—Nunca pensé que en realidad me convertiría en algo tan prescindible para ti, Carlos... —añadí con un fuerte nudo en la garganta.—Para todos, ya somos prácticamente marido y mujer —me interrumpió Carlos.¿Y eso qué? ¿Se casaría conmigo solo por las apariencias? Lo que yo realmente deseaba, era que me pidiera matrimonio por amor, porque quisiera pasar su vida conmigo.Con un ligero chirrido, Carlos cerró su bolígrafo y miró los papeles del Registro Civil en mis manos.—El próximo miércoles