Me reí al ver su cara sonrojada y las gotas de sudor en la punta de su nariz.Sergio giró de repente la cara y yo dejé de provocarlo, conduciendo obedientemente.Un simple comentario sobre "fuerza" nos había dejado en completo silencio por varios minutos.Recordando que mencionó pasar tiempo juntos, rompí el silencio:—¿A dónde quieres ir?—¿Tienes tiempo libre esta tarde? —preguntó Sergio.—¡Sí! —respondí tan rápido que sonó como si estuviera demasiado ansiosa.La cara tensa de Sergio mostró al instante una traviesa sonrisa.—Quiero llevarte a un lugar.Esta vez me contuve y no respondí.—Activaré el GPS, tú solo sigue las indicaciones —asumió que estaba de acuerdo.Siguiendo sus instrucciones, llegamos a una zona suburbana bastante alejada y desolada, llena solo de maleza. Lo único que me llamó la atención fue un hermoso río.Era muy cristalino y brillaba con los reflejos del sol.—¿Qué hacemos aquí, Sergio? ¿Piensas que nos dediquemos a la agricultura? —bromeé por un momento.Sergio
Nunca supe que podía reír como una niña, que a mis veintitantos años podría experimentar la innegable sensación infantil de que me levantaran y me hicieran girar.Aunque después de los giros alegres, me mareé tanto que no podía mantenerme en pie y tuve que quedarme por un instante quieta en los brazos de Sergio.En ese momento, me di cuenta de que tal vez era otra de sus estrategias.—De pequeña te encantaba que te hiciera girar así —susurró con delicadeza en mi oído.Yo conocí a Sergio cuando era muy pequeña, tanto que no recuerdo nada.Así que aproveché ese momento para preguntar:—¿Qué más me gustaba de pequeña?—Te gustaba que te levantara alto, y que te llevara sobre mis hombros jugando al caballito —sus palabras me hicieron sonrojar un poco.Fingí no creerle:—No me acuerdo de nada, así que puedes decir lo que quieras.Sergio no se molestó y continuó narrando:—También te encantaba jugar en el agua, saltar y salpicar, acababas empapada.—¿Qué más? —su relato había despertado mi c
Me dejó moverle la cara mientras continuaba:—¿Sabes qué dijiste entonces?—No, seguro que te lo estás inventando todo esto —me negué a admitir que hubiera hecho tantas cosas vergonzosas.—Dijiste que era como poner un sello. Que me habías besado en ese momento para marcarme, que era tuyo, y que cuando crecieras te casarías conmigo. Que no podía casarme con nadie más —Sergio bajó la cabeza de repente.—Sasa, obedecí tu orden. He vivido hasta los treinta y tantos sin salir con nadie, sin que me gustara ninguna otra chica, ni siquiera he tomado la mano de otra mujer. Te esperé pacientemente, así que debes hacerte responsable de todo esto —Sergio hablaba con un tono lastimero, como si decirle que no fuera a ser la peor injusticia del mundo.Siempre pensé que Carlos era mi amor de infancia, pero ahora me daba cuenta de mi gran error.Sergio y yo éramos los verdaderos amigos de infancia, de esos que, aunque el tiempo juntos fue breve, marcan toda definitivamente una vida.Pero yo era demasi
Me quedé petrificada. Nunca imaginé que en serio Sergio fuese tan directo. Y una vez más comprobé que además de determinado, era brutalmente honesto.Mi corazón se aceleró y, antes de que pudiera procesar lo que pasaba, mi boca se adelantó a hablar:—¿Por qué no te marchas ya mejor?Vi cómo trago saliva.—Es porque no quiero alejarme de ti.Su respuesta era comprensible.Así somos los enamorados, pegajosos hasta rayar en lo ridículo, queriendo estar juntos todo el día.—En realidad temo que te estas equivocando y no soy lo que piensas, no soy alguien que se va con cualquiera —las palabras salieron solas de mi boca.Sergio se tensó y se le noto inquieto al instante. Era curioso cómo ese rasgo tímido suyo contrastaba con su forma directa de hablar.Pero así era él.—Tampoco me refería a eso —explicó Sergio—. Solo quiero... quiero quedarme a acompañarte.Me mordí los labios y al verlo así me dieron ganas de provocarlo:—¿Entonces tu idea es quedarte solo para acompañarme, dormir juntos,
Su mirada era tan intensa que me hacía sentir febril. Recordé nuestra última provocación mientras lo observaba, pero de un momento a otro las palabras de Paula resonaron en mi mente.—Sergio, ¿has estado con otras mujeres? —aunque ya me había dicho que nunca había tenido novia, necesitaba oírlo otra vez.—Ya te he dicho que no —su respuesta vino acompañada de una mirada penetrante.Esas simples letras estremecieron todo mi ser.—¿Te gustaría acaso?Vi cómo tensaba su mandíbula y, de repente, todo se oscureció cuando sus labios encontraron los míos. Su respiración entrecortada me dio la respuesta más clara que cualquier palabra.Sin embargo, se detuvo y apoyó su frente contra la mía:—¿Cuánto más vas a ponerme a prueba? ¿O es que disfrutas acaso torturándome?Al ver cómo se contenía, deseoso, pero resistiéndose, acaricié su cara:—¿Es en serio que me deseas tanto? ¿Es deseo genuino por mí?Al hacer estas preguntas, me di cuenta nuevamente cuánto me había herido aquel comentario casual d
¿Qué le había pasado a Carlos? ¿Por qué estaba cubierto de sangre? ¿Acaso este sueño era una premonición de que algo malo le iba a pasar?Este tipo de sueños de por si suelen ser premonitorios muchas veces. La noche antes del accidente de auto de mis padres, tuve un mal sueño donde se me caían los dientes frontales y sangraban sin parar, lo que me hizo despertar llorando desconsoladamente. Al día siguiente, mis padres tuvieron el accidente que me los arrebató para siempre.El pánico se apoderó de mí, tanto que ni siquiera noté la mirada fija de Sergio hasta que su mano se posó en mi frente, limpiando suavemente el sudor frío del miedo.—¿Tuviste una pesadilla?Su voz me hizo volver a la realidad y me di cuenta de que había escuchado mis llamados a Carlos.No queriendo que malinterpretara, le expliqué:—Soñé que Carlos estaba parado junto a la cama, cubierto de sangre. Le pregunté qué le pasaba, pero no me respondía.—Tranquila, los sueños suelen significar lo contrario. Si estás preocu
Si el parque en sí no tenía problemas, entonces el problema seguro que debía ser Carlos.Recordando la escena del sueño y el verdadero propósito de mi llamada, le pregunté a Alejandro:—¿Es entonces Carlos el problema? ¿Le pasó algo?Alejandro guardó silencio por un momento antes de responder:—Si quieres saber algo, deberías preguntarle directamente a él.No hay que subestimar a nadie, claro que se había dado cuenta. Uno no es tan pendejo como para no darse rápido de cuenta. Me quedé sin palabras ante su comentario.Alejandro, siendo quien nunca me dejaba en situaciones incómodas, suavizó el momento:—Me refiero a que, aunque ya no sean pareja, después de tantos años ustedes dos son prácticamente familia.—Ja —reí suavemente—. Es que no quería causar celos a su pareja actual.Esto también hizo reír a Alejandro.—Sara, cuando tengas tiempo, ¿podríamos almorzar juntos? —me invitó.Como él mismo había dicho, éramos como familia, así que no me negué.Después de colgar, suspiré aliviada.
—¡Uy hola guapa! —Alberto me saludó con una sonrisa pero de burla.—Te he esperado casi una hora. La jefa llegó tarde hoy —dijo, agitando el reloj en su muñeca.Me esforcé por contener mi enojo mientras me acercaba. Hoy no llevaba tacones sino que tennis, necesitaba dejar descansar mis pies.—¿No se siente usted bien hoy, señorita? —el mocoso tenía buen ojo, había notado algo raro.Mi paso seguro vaciló por un momento, incómoda.No podía seguirle el juego, así que me senté frente a él con firmeza:—Dime, ¿qué quieres?Ignorando mi pregunta, insistió:—¿No durmió bien anoche?Este mocoso parecía saber algo, cada vez más directo.Me enderecé incómoda.—Si tienes algo que decir, dilo. Si no, lárgate antes de que llame a la policía por acoso.—Jeje —rio Alberto—. Todavía me guardas rencor.—Deja de dar vueltas, ¿qué quieres? —ya tenía el teléfono en la mano.—Quiero conquistarte —Alberto sonrió.No mostré enojo porque sabía que fingía querer conquistarme; su verdadera intención era provoca