¿Qué le había pasado a Carlos? ¿Por qué estaba cubierto de sangre? ¿Acaso este sueño era una premonición de que algo malo le iba a pasar?Este tipo de sueños de por si suelen ser premonitorios muchas veces. La noche antes del accidente de auto de mis padres, tuve un mal sueño donde se me caían los dientes frontales y sangraban sin parar, lo que me hizo despertar llorando desconsoladamente. Al día siguiente, mis padres tuvieron el accidente que me los arrebató para siempre.El pánico se apoderó de mí, tanto que ni siquiera noté la mirada fija de Sergio hasta que su mano se posó en mi frente, limpiando suavemente el sudor frío del miedo.—¿Tuviste una pesadilla?Su voz me hizo volver a la realidad y me di cuenta de que había escuchado mis llamados a Carlos.No queriendo que malinterpretara, le expliqué:—Soñé que Carlos estaba parado junto a la cama, cubierto de sangre. Le pregunté qué le pasaba, pero no me respondía.—Tranquila, los sueños suelen significar lo contrario. Si estás preocu
Si el parque en sí no tenía problemas, entonces el problema seguro que debía ser Carlos.Recordando la escena del sueño y el verdadero propósito de mi llamada, le pregunté a Alejandro:—¿Es entonces Carlos el problema? ¿Le pasó algo?Alejandro guardó silencio por un momento antes de responder:—Si quieres saber algo, deberías preguntarle directamente a él.No hay que subestimar a nadie, claro que se había dado cuenta. Uno no es tan pendejo como para no darse rápido de cuenta. Me quedé sin palabras ante su comentario.Alejandro, siendo quien nunca me dejaba en situaciones incómodas, suavizó el momento:—Me refiero a que, aunque ya no sean pareja, después de tantos años ustedes dos son prácticamente familia.—Ja —reí suavemente—. Es que no quería causar celos a su pareja actual.Esto también hizo reír a Alejandro.—Sara, cuando tengas tiempo, ¿podríamos almorzar juntos? —me invitó.Como él mismo había dicho, éramos como familia, así que no me negué.Después de colgar, suspiré aliviada.
—¡Uy hola guapa! —Alberto me saludó con una sonrisa pero de burla.—Te he esperado casi una hora. La jefa llegó tarde hoy —dijo, agitando el reloj en su muñeca.Me esforcé por contener mi enojo mientras me acercaba. Hoy no llevaba tacones sino que tennis, necesitaba dejar descansar mis pies.—¿No se siente usted bien hoy, señorita? —el mocoso tenía buen ojo, había notado algo raro.Mi paso seguro vaciló por un momento, incómoda.No podía seguirle el juego, así que me senté frente a él con firmeza:—Dime, ¿qué quieres?Ignorando mi pregunta, insistió:—¿No durmió bien anoche?Este mocoso parecía saber algo, cada vez más directo.Me enderecé incómoda.—Si tienes algo que decir, dilo. Si no, lárgate antes de que llame a la policía por acoso.—Jeje —rio Alberto—. Todavía me guardas rencor.—Deja de dar vueltas, ¿qué quieres? —ya tenía el teléfono en la mano.—Quiero conquistarte —Alberto sonrió.No mostré enojo porque sabía que fingía querer conquistarme; su verdadera intención era provoca
Me sentí te aliviada al escucharlo.No había actuado impulsivamente, primero me preguntaba a mí.—Sí, por favor Sergio... —me detuve, aún no sabía su cargo en la empresa, aunque con su nivel seguramente era ingeniero—. Por favor, Sergio, ¿podrías acompañar al caballero a la salida? —dije mientras me daba la vuelta.Alberto, sin inmutarse por la presencia de Sergio, siguió provocando:—Señorita, le espero el fin de semana. Usted será mi mejor regalo.Antes de que terminara, Sergio pasó a mi lado y entró, diciendo:—Ahora puedes retirarte.Alberto lo ignoró y, para provocarlo, me dijo:—Señorita, la espero a la salida para almorzar juntos.Me detuve y giré, lista para explotar, pero no fue necesario.Sergio ya había intervenido con voz de rabia:—Ya lárguese.—¿Y usted quien se cree para darme órdenes? —Alberto, con la imprudencia propia de la juventud, mantenía su actitud desafiante.—Soy quien te prohíbe perseguirla —cada palabra de Sergio fue clara y precisa.Miré su rostro anguloso,
Su tono era bastante cortés con ese "por favor", pero yo lo sentía como una orden de un superior.Y seguro no era por trabajo. Ayer apenas me había interrogado por las flores de un admirador, y hoy presenciaba esto en persona.¿Me esperaba otro interrogatorio?Ahí me di cuenta de que tener novio era buscarme problemas.Si no tuviera nada con Sergio, simplemente hubiera echado a Alberto y fin del asunto.Pero ahora tenía que enfrentar a Sergio.Suspirando, confirmé que ningún hombre es realmente comprensivo.Con todos los compañeros mirando, no podía decir nada, así que seguí a Sergio a su oficina.No estaba lejos de la mía y aunque era sencilla, estaba llena de equipos electrónicos.No entendía para qué servían, pero supuse que justificaban su salario de 300,000 dólares anuales.Mientras observaba, escuché la puerta cerrarse.Me preocupé y me giré con formalidad:—¡Sergio!Antes de entrar, había visto su placa: Ingeniero Jefe.Un título que justificaba su salario.Sergio me miró:—¿Ya
Mirando su expresión tan seria, lo examiné detenidamente: maduro, sereno y apuesto.Era imposible comparar a un hombre de su edad con simpletones como Alberto.Además, él emanaba mas bien una madurez que era bastante atractiva.¿No estaba de moda que las mujeres prefirieran hombres maduros?Ya fueran jóvenes solteras, mujeres casadas o incluso adolescentes, todas se sentían atraídas por hombres hechos y derechos como Sergio.Pero su reacción sugería que no era consciente de lo valioso que era ser considerado maduro.Me acerqué un paso:—La verdad es que tienes más de treinta, definitivamente ya has dejado de ser joven, especialmente comparado con ese mocoso. Él ni siquiera tiene dieciocho, así que no está mal que te diga viejo después de todo, y además...—¿También entonces crees que soy viejo? —me interrumpió Sergio.Su humor se había oscurecido; estaba molesto.¡Ja!Nunca imaginé que fuera tan susceptible con el tema de la edad.Intenté explicar:—Solo digo que no eres precisamente j
Paula me invitó a almorzar. Me contó que un antiguo compañero de estudios venía como profesor invitado a su hospital y había conseguido que me recibiera para discutir los detalles del tratamiento de Mariana.—Entonces llevaré a Sergio también —sugerí, después de todo era su hermana y era mejor que él escuchara directamente. Además, la decisión final sobre la operación dependía de él.Paula dudó un momento, lo que me pareció extraño:—¿Sucede algo? ¿No es acaso conveniente?—Mejor vente sola. Además, el tiempo es muy limitado, solo podremos hablar brevemente durante su descanso —explicó.Llegué al hospital con el historial médico de Mariana. Paula me esperaba y, tras revisar los documentos, me llevó al auditorio académico.En el camino me explicó:—Mi compañero está muy ocupado. Después de la conferencia tiene otros compromisos, así que probablemente solo tendrás cuatro o cinco minutos.Me sorprendí:—¿Tan ocupado? ¿Como un presidente ocupado, así mismo?Paula rio ante mi broma:—Pues s
Mis elogios eran de por si sinceros. Aun yo siendo una novata en el tema, había entendido perfectamente y aprendido sobre las maravillas y grandeza de la medicina moderna a través de su explicación.—¿Qué te ocurre? Pareces agotada, como si hubieras estado haciendo travesuras —Paula ignoró mi comentario y notó mi estado.Como era de esperar de una ginecóloga, tenía ojo clínico. No solo notó mi estado, sino que adivinó la causa.Torcí los labios:—Estoy un poco exhausta.Paula abrió los ojos:—¿Lo hiciste? ¿Con quién?Miré alrededor, comprobando que no hubiera nadie cerca, y me mordí el labio:—¿Tú qué crees que con quién?Paula me estudió unos segundos:—¿Sergio?Mi silencio fue suficiente respuesta. Paula asintió y luego negó con la cabeza:—Increíble. Carlos estuvo contigo diez años y no lo logró, y Sergio llegó después y fue el primero.—¿Cómo fue? ¿Lo forzaste tú? —Paula me sobreestimaba.Tosí suavemente:—Fue mutuo.Paula sonrió burlonamente.La miré mal:—¿De qué te andas riendo?