Me dejó moverle la cara mientras continuaba:—¿Sabes qué dijiste entonces?—No, seguro que te lo estás inventando todo esto —me negué a admitir que hubiera hecho tantas cosas vergonzosas.—Dijiste que era como poner un sello. Que me habías besado en ese momento para marcarme, que era tuyo, y que cuando crecieras te casarías conmigo. Que no podía casarme con nadie más —Sergio bajó la cabeza de repente.—Sasa, obedecí tu orden. He vivido hasta los treinta y tantos sin salir con nadie, sin que me gustara ninguna otra chica, ni siquiera he tomado la mano de otra mujer. Te esperé pacientemente, así que debes hacerte responsable de todo esto —Sergio hablaba con un tono lastimero, como si decirle que no fuera a ser la peor injusticia del mundo.Siempre pensé que Carlos era mi amor de infancia, pero ahora me daba cuenta de mi gran error.Sergio y yo éramos los verdaderos amigos de infancia, de esos que, aunque el tiempo juntos fue breve, marcan toda definitivamente una vida.Pero yo era demasi
Me quedé petrificada. Nunca imaginé que en serio Sergio fuese tan directo. Y una vez más comprobé que además de determinado, era brutalmente honesto.Mi corazón se aceleró y, antes de que pudiera procesar lo que pasaba, mi boca se adelantó a hablar:—¿Por qué no te marchas ya mejor?Vi cómo trago saliva.—Es porque no quiero alejarme de ti.Su respuesta era comprensible.Así somos los enamorados, pegajosos hasta rayar en lo ridículo, queriendo estar juntos todo el día.—En realidad temo que te estas equivocando y no soy lo que piensas, no soy alguien que se va con cualquiera —las palabras salieron solas de mi boca.Sergio se tensó y se le noto inquieto al instante. Era curioso cómo ese rasgo tímido suyo contrastaba con su forma directa de hablar.Pero así era él.—Tampoco me refería a eso —explicó Sergio—. Solo quiero... quiero quedarme a acompañarte.Me mordí los labios y al verlo así me dieron ganas de provocarlo:—¿Entonces tu idea es quedarte solo para acompañarme, dormir juntos,
Su mirada era tan intensa que me hacía sentir febril. Recordé nuestra última provocación mientras lo observaba, pero de un momento a otro las palabras de Paula resonaron en mi mente.—Sergio, ¿has estado con otras mujeres? —aunque ya me había dicho que nunca había tenido novia, necesitaba oírlo otra vez.—Ya te he dicho que no —su respuesta vino acompañada de una mirada penetrante.Esas simples letras estremecieron todo mi ser.—¿Te gustaría acaso?Vi cómo tensaba su mandíbula y, de repente, todo se oscureció cuando sus labios encontraron los míos. Su respiración entrecortada me dio la respuesta más clara que cualquier palabra.Sin embargo, se detuvo y apoyó su frente contra la mía:—¿Cuánto más vas a ponerme a prueba? ¿O es que disfrutas acaso torturándome?Al ver cómo se contenía, deseoso, pero resistiéndose, acaricié su cara:—¿Es en serio que me deseas tanto? ¿Es deseo genuino por mí?Al hacer estas preguntas, me di cuenta nuevamente cuánto me había herido aquel comentario casual d
¿Qué le había pasado a Carlos? ¿Por qué estaba cubierto de sangre? ¿Acaso este sueño era una premonición de que algo malo le iba a pasar?Este tipo de sueños de por si suelen ser premonitorios muchas veces. La noche antes del accidente de auto de mis padres, tuve un mal sueño donde se me caían los dientes frontales y sangraban sin parar, lo que me hizo despertar llorando desconsoladamente. Al día siguiente, mis padres tuvieron el accidente que me los arrebató para siempre.El pánico se apoderó de mí, tanto que ni siquiera noté la mirada fija de Sergio hasta que su mano se posó en mi frente, limpiando suavemente el sudor frío del miedo.—¿Tuviste una pesadilla?Su voz me hizo volver a la realidad y me di cuenta de que había escuchado mis llamados a Carlos.No queriendo que malinterpretara, le expliqué:—Soñé que Carlos estaba parado junto a la cama, cubierto de sangre. Le pregunté qué le pasaba, pero no me respondía.—Tranquila, los sueños suelen significar lo contrario. Si estás preocu
Si el parque en sí no tenía problemas, entonces el problema seguro que debía ser Carlos.Recordando la escena del sueño y el verdadero propósito de mi llamada, le pregunté a Alejandro:—¿Es entonces Carlos el problema? ¿Le pasó algo?Alejandro guardó silencio por un momento antes de responder:—Si quieres saber algo, deberías preguntarle directamente a él.No hay que subestimar a nadie, claro que se había dado cuenta. Uno no es tan pendejo como para no darse rápido de cuenta. Me quedé sin palabras ante su comentario.Alejandro, siendo quien nunca me dejaba en situaciones incómodas, suavizó el momento:—Me refiero a que, aunque ya no sean pareja, después de tantos años ustedes dos son prácticamente familia.—Ja —reí suavemente—. Es que no quería causar celos a su pareja actual.Esto también hizo reír a Alejandro.—Sara, cuando tengas tiempo, ¿podríamos almorzar juntos? —me invitó.Como él mismo había dicho, éramos como familia, así que no me negué.Después de colgar, suspiré aliviada.
—¡Uy hola guapa! —Alberto me saludó con una sonrisa pero de burla.—Te he esperado casi una hora. La jefa llegó tarde hoy —dijo, agitando el reloj en su muñeca.Me esforcé por contener mi enojo mientras me acercaba. Hoy no llevaba tacones sino que tennis, necesitaba dejar descansar mis pies.—¿No se siente usted bien hoy, señorita? —el mocoso tenía buen ojo, había notado algo raro.Mi paso seguro vaciló por un momento, incómoda.No podía seguirle el juego, así que me senté frente a él con firmeza:—Dime, ¿qué quieres?Ignorando mi pregunta, insistió:—¿No durmió bien anoche?Este mocoso parecía saber algo, cada vez más directo.Me enderecé incómoda.—Si tienes algo que decir, dilo. Si no, lárgate antes de que llame a la policía por acoso.—Jeje —rio Alberto—. Todavía me guardas rencor.—Deja de dar vueltas, ¿qué quieres? —ya tenía el teléfono en la mano.—Quiero conquistarte —Alberto sonrió.No mostré enojo porque sabía que fingía querer conquistarme; su verdadera intención era provoca
Me sentí te aliviada al escucharlo.No había actuado impulsivamente, primero me preguntaba a mí.—Sí, por favor Sergio... —me detuve, aún no sabía su cargo en la empresa, aunque con su nivel seguramente era ingeniero—. Por favor, Sergio, ¿podrías acompañar al caballero a la salida? —dije mientras me daba la vuelta.Alberto, sin inmutarse por la presencia de Sergio, siguió provocando:—Señorita, le espero el fin de semana. Usted será mi mejor regalo.Antes de que terminara, Sergio pasó a mi lado y entró, diciendo:—Ahora puedes retirarte.Alberto lo ignoró y, para provocarlo, me dijo:—Señorita, la espero a la salida para almorzar juntos.Me detuve y giré, lista para explotar, pero no fue necesario.Sergio ya había intervenido con voz de rabia:—Ya lárguese.—¿Y usted quien se cree para darme órdenes? —Alberto, con la imprudencia propia de la juventud, mantenía su actitud desafiante.—Soy quien te prohíbe perseguirla —cada palabra de Sergio fue clara y precisa.Miré su rostro anguloso,
Su tono era bastante cortés con ese "por favor", pero yo lo sentía como una orden de un superior.Y seguro no era por trabajo. Ayer apenas me había interrogado por las flores de un admirador, y hoy presenciaba esto en persona.¿Me esperaba otro interrogatorio?Ahí me di cuenta de que tener novio era buscarme problemas.Si no tuviera nada con Sergio, simplemente hubiera echado a Alberto y fin del asunto.Pero ahora tenía que enfrentar a Sergio.Suspirando, confirmé que ningún hombre es realmente comprensivo.Con todos los compañeros mirando, no podía decir nada, así que seguí a Sergio a su oficina.No estaba lejos de la mía y aunque era sencilla, estaba llena de equipos electrónicos.No entendía para qué servían, pero supuse que justificaban su salario de 300,000 dólares anuales.Mientras observaba, escuché la puerta cerrarse.Me preocupé y me giré con formalidad:—¡Sergio!Antes de entrar, había visto su placa: Ingeniero Jefe.Un título que justificaba su salario.Sergio me miró:—¿Ya