32. La carta
Por primera vez, me siento completa, como si nada más me faltara en la vida, como si el sol hubiese estado esperando este preciso momento para asomarse en el horizonte y bañar mi realidad en un resplandor dorado.

A través de la ventana del auto, veo cómo el cielo comienza a despejarse bajo el suave despertar del amanecer. Hace poco que la nieve ha dejado de caer, permitiendo que el sol se abra paso entre las nubes espesas, que parecen burlarse de la débil intensidad de su luz. Los rayos solares apenas logran calentar el helado paisaje, incapaces de derretirlo. Sin embargo, la vista es relajante, casi hipnótica. El frío invernal permanece inmóvil, creando una sensación de calma.

Mientras contemplo la escena, escucho las voces de Delancis y Alexis discutiendo alegremente sobre los preparativos de Navidad: hablan de la cena, los licores y los regalos. La calidez de su conversación contrasta con el frío exterior, y siento que, por primera vez en mucho tiempo, todo está en su lugar.

—Esta N
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