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38. Manzanas y frutos secos

Manzanas y frutos secos.

Las lucecitas del árbol de navidad destellan sobre el papel de cada regalo, la mirada de Dimitri refleja cierta ilusión e impaciencia mientras espera a ver mi posible reacción; aquí podría haber más de diez regalos y, por lo que entiendo, todos son para mí.

Supongo que Dimitri no conoce como una monja acostumbra a vivir su vida. Los votos de pobreza: desde que me decidí a vivir al servicio de Dios me comprometí a no tener más que los demás y a ayudar a los más necesitados; en mi vida nunca hizo falta el lujo, esa es una de las razones por la que no he exigido parte de la herencia familiar. Jamás me verán tirando riquezas por donde pase, no me criaron así, soy una mujer sencilla y humilde.

Sé que he dejado de ser una monja, pero quiero conservar aquellas buenas cosas que siempre fueron parte de mí en mi pasada vocación.

—Dimitri, yo no puedo aceptar todo esto, yo…

—Alto ahí —me interrumpe levantando la palma de la mano en señal de stop—. Dije que todos estos re
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