Una Nochebuena en Inglaterra está destinada a celebrarse en familia; es parte de las costumbres, de esos momentos memorables que cada año se repiten y que uno guarda para siempre.No puedo evitar rememorar aquellas noches del 24 de diciembre que viví en el monasterio, donde los misterios de la Navidad se leían con devoción. Recuerdo la capilla, siempre decorada con flores de pascua y perfumada con el fresco aroma a pino que desprendía el árbol de Navidad, adornado cada año con las mismas luces multicolor. Nos sentábamos frente al altar, en fila, para escuchar con atención las lecturas de la madre superiora. Después de terminar con cada misterio, nos retirábamos en silencio a nuestras habitaciones, listas para dormir. Recuerdo cómo apretaba los ojos, intentando caer en el sueño lo más rápido posible, ansiosa por la llegada del 25. Ese día era especial, no por lo material, sino por la emoción de compartir los regalos que recibíamos con las demás niñas del monasterio, regalos que venían c
No hace falta ir en busca de los malos momentos, ellos siempre llegan por sí solos, tal como Dimitri Paussini, quien aparece en mi vida cada vez que intento salir de casa. Y no... no quiero tenerlo cerca. Odio la oscuridad que emana de él, los recuerdos de Brentford aún están frescos en mi mente. El rostro destrozado de Ermac es la prueba viva de su crueldad, y por eso lo desprecio profundamente. S Sé que en este momento puede parecer otra cosa, pero si no me agarro de su brazo, voy a estrellarme contra el hielo, y no estoy dispuesta a pasar vergüenza.—¿Sabes que puedo gritar por auxilio para que Alexis venga a rescatarme?—No lo harás.—¿Por qué tan seguro?—P Porque en este preciso instante, las cabezas de Delancis y Alexis están en la mira de cuatro sicarios. Un movimiento en falso de tu parte y... ¡Bang! Les doy de baja.«¡Oh, Jesucristo!».Le creo completamente, y eso me aterra. Siento cómo mi corazón se desboca, descontrolado, y una ansiedad profunda se apodera de mí. Todo en mi
—Los mataste —repito, como si decirlo en voz alta pudiera hacerlo menos real.—Te ves pálida —comenta, como si fuera un simple detalle, ajeno a la devastación que siento.—¡Eres un maldito asesino!—¡Sí! —grita, con una mezcla de exasperación y desafío—. Era obvio que no iban a venir con nosotros.—¡Pudiste buscar otra forma de librarte de ellos! —le reprocho, mi desesperación aumentando con cada palabra.—¡Mis demonios no están para estupideces! —su respuesta es feroz, cargada de una oscuridad que nunca antes había visto tan de cerca.—Asesino... ——mi voz se quiebra mientras las lágrimas se deslizan, un torrente incontenible de dolor.Mis manos tiemblan, mi corazón late con fuerza descontrolada, y el miedo es ahora mi única certeza.Durante el resto del camino, intento desesperadamente aferrarme a cualquier rastro de fortaleza, buscando algún rincón de mi mente que me permita controlar esta tristeza que me consume. Pero es inútil. Mi mente está empeñada en sumergirme en el llanto, una
Eres hábil para transformar tu propio infierno en un paraíso de ensueño.El diablo ha traído un pedazo de paraíso, y en él ha diseñado un mundo solo para mí. De seguro en cualquier momento va a aparecer en forma de tentación y yo, como la descendiente de Eva que soy, podría caer fácilmente en sus redes.El resplandor del fuego que arde en la chimenea ilumina cada madero que compone la cabaña, creando un ambiente acogedor. El olor silvestre del bosque se mezcla con el aroma fresco del árbol de Navidad, y cada vez que Dimitri se acerca, su fragancia se destaca de manera placentera. Este entorno resulta peligrosamente atractivo, considerando mi ingenuidad e inocencia. Con el pecado mismo a mi lado, sé que necesitaré un esfuerzo considerable para resistir cualquier tentación que surja.El reloj que cuelga de la pared marca las diez de la noche. Dimitri ha ido a la cocina a preparar algunos bocadillos y algo para beber, y mientras tanto, lo espero sentada en un sofá de cuero marrón que huel
Las luces del árbol de Navidad parpadean sobre el papel brillante de cada regalo, y en los ojos de Dimitri hay un destello de ilusión y una pizca de impaciencia, como si no pudiera esperar a ver mi reacción. Aquí debe de haber más de diez obsequios, y, al parecer, todos son para mí.Supongo que Dimitri no conoce como una monja acostumbra a vivir su vida. Los votos de pobreza me enseñaron a no poseer más de lo necesario y a enfocarme en ayudar a los más necesitados. En mi vida nunca ha habido espacio para lujos, y por eso tampoco he reclamado la parte de la herencia familiar que podría haber exigido. Nunca me verán esparciendo riquezas por donde pase; no fui criada para eso. Soy una mujer sencilla, humilde, y aunque ya no soy monja, hay cosas buenas de aquella vida que quiero conservar.—Dimitri, yo no puedo aceptar todo esto, yo...—Alto ahí —me interrumpe, levantando una mano en señal de stop—. Dije que todos estos regalos eran tuyos… pero no para ti.—Espera… ¿Qué?—Me tomé el tiempo
Mi debilidad tiene unos hermosos ojos, una labia magistral y una virtud excepcional en sus manos. Con sus dedos fue capaz de convertirme en un ser sin voluntad propia.Aún no comprendo qué rayos ha pasado conmigo. ¿Cómo pude caer tan bajo? Esa parte de mí que desconocía, la misma que emergió aquel día en las aguas termales, ha vuelto a aparecer, libre y desinhibida, apoderándose de cada uno de mis sentidos sin que yo opusiera resistencia alguna. Fue exactamente como lo advirtió Lottie: solo bastó con que me tiraran al suelo para abrirme al instante… Esta debilidad me hace ver como una mujer fácil, ¿o realmente lo soy? No estoy segura de si reaccionaría igual con otro hombre, y esta duda me hace sentir como una mujerzuela. Me hace sentir terrible.La puerta del maletero se cierra con un leve golpe, resonando con una vibración que recorre toda la carrocería de la camioneta. Parece que Dimitri ha terminado de cargar los regalos que más tarde entregaremos. Sí, al parecer tendré que estar j
A través de los cristales empañados de una ventana rústica, se extiende un bosque cubierto por un manto grueso de nieve, cada árbol decorado de blanco como si la noche misma lo hubiera vestido en silencio. Dentro de la cabaña, el calor de la chimenea inunda cada rincón, proyectando un resplandor anaranjado que danza sobre las paredes de madera, iluminando las decoraciones navideñas y las luces parpadeantes que cuelgan de las vigas. En el centro, una mesa dispuesta para la celebración: un pavo dorado y humeante, ensalada de papas y verduras, pudín navideño, “pigs in blankets”, una botella de vino tinto, latas de vodka sabor maracuyá y unos mince pies tentadores completan el banquete.—Inocencia, me alegra que te decidieras a pasar la Navidad conmigo. —Mi padre me está sonriendo desde la cabecera de la mesa.—¿Es necesario que cenes usando el uniforme de Santa Claus? —pregunto desde el otro extremo, observando su traje rojo y blanco, perfectamente ajustado.—Por supuesto. A medianoche, t
Apenas salimos del salón de estar, un agudo grito de emoción proveniente del vestíbulo nos llama la atención. Es Marisol, y su entusiasmo nos arranca una sonrisa. Al parecer, se acaba de despertar y la emoción de la mañana de Navidad se desborda en ella.—¡Los regalos, los regalos! —grita mientras baja las escaleras dando saltos, como si el simple hecho de pisar cada escalón fuera una espera innecesaria entre ella y sus regalos.—¡Cuidado, Marisol! ¡Te puedes caer! —le advierte Delancis, siguiéndola de cerca, aunque con un paso más sosegado. Ambas llevan el mismo diseño de pijama navideña, un conjunto rojo y blanco que hace juego con sus lazos en el cabello. La imagen es tan adorable que es difícil no detenerse a observarlas un instante.Henry, por su parte, se sobresalta y susurra con un miedo apenas contenido:—¡El Diablo! —Su voz apenas es audible, pero se escuda detrás de su hermana, usando su figura como una barrera. Antonella, manteniendo la calma, le da un leve codazo en el cost