Muchos nos esperan, y por eso necesito contener mis miedos, secar mis lágrimas y levantar el rostro. No quiero que mi familia me vea devastada cuando, en teoría, debería estar feliz por reencontrarme con ellos. Son lo único que me queda en esta vida, y ni siquiera estoy segura de cuánto tiempo más seguirá siendo así. En cuanto nos vean, me exigirán respuestas. No tengo intención de mentirles ni de ocultar detalles, así que les diré la verdad: que por mi culpa terminaron en manos de la justicia londinense.Por eso, debo asegurarme de que este reencuentro sea memorable… porque no sé si será el último.Nos subimos a la oscura camioneta y salimos rumbo a la jefatura metropolitana de Kingston, donde, según Alexis, Delancis y los demás nos esperan. Como la familia es grande, necesitamos otro vehículo para llevarlos a todos. Alexis se mantiene al teléfono con Sebastián, coordinando el transporte.—Sebastián, necesito que consigas una camioneta o una minivan y que vengas a la jefatura de King
Desde la perspectiva de Dimitri Paussini.Embriagué mi mente y le di rienda suelta a mi alma, sin medidas y sin pensar en mí. Subí a un cielo vacío en busca de esa única estrella que dice hacer feliz a una flor de jazmín. Pero cuando regresó mi cordura, me percaté de que sería imposible bajar del cielo y regresar a ella, que justo ahora comenzaba mi era de soledad.Aún recuerdo la primera vez que la vi, cuando su ondulada cabellera y su pálida piel desnuda se fusionaban con la hermosura del lugar. Relajada y despreocupada en aquellas cálidas aguas, parecía esperar a un dador de felicidad. Quise ser yo el único capaz de otorgársela, porque en el instante en que sus ojos se encontraron con los míos, también atraparon mi corazón.Entonces comprendí que aquello que llaman amor a primera vista era real, porque me obsesioné al instante con la ingenuidad reflejada en sus ojos castaños y con el rubor que se expandió por sus mejillas. Desde ese momento, quedó grabado en mi mente un aroma a jaz
Desde la perspectiva de Dimitri Paussini.No demora mucho en recuperar la conciencia luego de aquella golpiza. A pesar de la mareante sensación en mi cabeza y el dolor punzante en mi costilla, me obligo a ponerme de pie. Cada movimiento me duele, pero no me detengo. Me llevan hasta la habitación de visita conyugal, y en mi mente, un deseo me consume: que fuera Inocencia quien me estuviera esperando, aunque no con la intención de hacer algo pecaminoso, sino simplemente para verla. Hace demasiado tiempo que no la veo, la extraño profundamente.El custodio me conduce por un pasillo que nunca antes había transitado. Con pasos lentos y medidos, abrimos varios portones hasta que finalmente me señala una puerta de madera oscura.—Es aquí, Paussini — dice con seriedad, abriendo la puerta y, en un gesto protocolario, entregándome un par de sábanas limpias.Al entrar a la habitación me encuentro con la sonrisa coqueta de Bárbara, está parada al lado de una cama doble que está en medio de la hab
Hace seis meses.—¿Inocencia, por qué tan solita? —La voz de Jennifer me saca de mis pensamientos mientras se sienta a mi lado. Estamos en el patio izquierdo de la mansión, sentadas sobre el frío cemento de una banca. Frente a nosotras, las montañas se visten de neblina, como si la naturaleza misma compartiera mi melancolía.—Aquí..., disfrutando del paisaje —respondo con una sonrisa que apenas consigo forzar.—Déjame hacerte compañía, mujer. Sé lo difícil que es extrañarle a cada rato, y no es bueno lidiar sola con eso.Pero no es la soledad lo que me pesa. No necesito a alguien a mi lado para no extrañarle. La ausencia no siempre es un vacío; a veces es una presencia constante en la mente, una sombra que camina contigo. Le extraño porque, a pesar de todo, sigue aquí, en cada pensamiento, en cada suspiro contenido.—Ya no deberían preocuparse tanto por mí —digo, pero algo en mi cuerpo se siente extraño, como una alerta silenciosa que empieza a crecer—. Primero las preocupaciones de De
Hace un mes que me casé con Dimitri. No hubo vestidos deslumbrantes, ni iglesia, ni una mega fiesta, pues ahora es la familia Evans quien está de luto, y en este momento, nadie tiene ganas de celebrar nada. Pero les aseguro que, a mi manera, estoy feliz con esta boda civil. Ahora soy la señora de un hombre renovado, uno que, hace un mes, hackeó el servidor del registro civil del gobierno para crear una nueva identidad: Iam Newman. Un nombre que me parece sospechoso, pero, ¿qué puedo hacer? Mi amado esposo lo eligió, y en este mundo, ya no hay espacio para cuestionamientos.Ahora mismo, estamos cumpliendo una promesa que hice en el pasado, porque, a pesar de todo lo que he perdido, aún puedo decir con certeza que soy una mujer de palabra. Dimitri y yo estamos en aquella casa hogar que visitamos la Navidad pasada, tramitando los últimos papeleos para la adopción de Liam, el pequeño que marcó el inicio de este cambio en nuestra vida.—¡Oh, Inocencia! Liam se pondrá muy feliz cuando le di
¿Soy la única en este mundo que creyó que su vida jamás se desplomaría? Si estás en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto y con la persona incorrecta, ten por seguro que sucederá lo más pronto posible.A mí me pasó justo ayer, cuatro días después de ser consagrada oficialmente como monja. Ahora estoy frente al portón principal del monasterio, junto a la mujer que me crio y me enseñó todo lo que soy, me mira con cara de «qué decepción» y me hace dejar sobre sus manos mis hábitos perfectamente doblados..., y así pierdo lo único que tenía en esta vida.Mejor retrocedamos hace un día, antes de que mi vida se fuera por un tubo.Es una fría noche de invierno en Londres, hace tres días que la nieve empezó a caer y aún no se detiene. Desde la ventana de mi habitación puede apreciarse cómo las luces navideñas embellecen los techos de varios conventos y capillas que conforman el monasterio. Algunas monjas, con pala en mano, se encuentran abriendo camino sobre toda la gruesa capa de nieve
La verdadera vergüenza no reside en el acto corrupto ni en la inocencia fingida que finalmente se desenmascara. Lo más humillante es esa sensación de haber traicionado la confianza de aquellos que creían en ti.¿Acaso hay forma de poder explicar todo esto? Siento mucha vergüenza y reconozco que he pecado gravemente, que merezco el castigo que me corresponda, así que permanezco cabizbaja y en silencio, no tengo nada que decir.Recuerdo que para esta situación hay un dicho que dice: «Los agarraron con las manos en la masa». Bueno, para mí caso el dicho sería: «Los agarraron con la teta en la boca», literal. La cuando se me despegó solo se le ocurrió dar excusas baratas.—Disculpe usted, mi señora. No sabía que la joven era una monja del monasterio —el hombre miente a Sor Daiputah. Es tan descarado.Pero Sor Daiputah no presta atención a lo que él dice, ella tiene su mirada clavada sobre mí.—Salga de esa bañera —dice sin pestañear y con unos labios apretados.—Pe-Pero estoy desnuda.—¡QU
No entiendo qué está pasando... Desde anoche me persigue una racha de mala suerte. Ya van como cinco taxistas que salen huyendo después de leer la dirección en este papel.Levanto mi axila e intento olerme... No, no es que huela mal. Exhalo sobre mis manos y, no, tampoco tengo aliento de dragón. Bueno, seguiré deteniendo taxis hasta que uno se compadezca y me lleve.—¡Taxi!—¡Dígame! ¿A dónde la llevo? —el taxista pregunta, mostrando una sonrisa amable.—A esta dirección. —Le muestro el papel, que ya está algo arrugado.—¡Uy!... Bueno, puedo llevarla a esa dirección, pero le va a salir algo caro —dice mientras se rasca la cabeza, tratando de parecer indeciso.—¿Cuánto? —le pregunto, y me responde con un precio elevado. No tengo más opciones, así que acepto.Hace ya un rato que el taxi partió hacia la dirección que le di. El camino se ha vuelto cada vez más largo y apartado de la ciudad. A medida que avanzamos, pasamos por varios campos con enormes cultivos y ganado, que se extienden ha