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— ¿Por qué me mandaste a llamar, guapetón? —le dijo Sam a Marcos una vez en la oficina.—Le cediste el proyecto a tu hermana —comentó de mala forma. Ni siquiera le hizo caso a los brazos que Sam había puesto alrededor de su cuello. Al tenerla tan cerca solo se fijó en sus pupilas que estaban tan dilatadas que el color dorado casi estaba desaparecido. Incluso su piel parecía más fina. Características que provocaban la cocaína o la metanfetamina y otras drogas similares.—Wow los chismes vuelan ¿Quién te lo dijo?— ¿Por qué lo hiciste? —Evitó su pregunta y siguió su propio cuestionario— ¿Por qué, gatica? —Porque en estos momentos no puedo con todas las cosas que conlleva. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.— ¿No tienes nada que contarme, Samantha? ¿No me estás ocultando nada?— ¿Pero a dónde quieres llegar, rayos? No sé de lo que estás hablando.—Sabes, es mejor así —le dijo quitando las manos de su cuello y los dedos que le estaban acariciando suavemente la nuca—, esta empresa no t
Sam llegó a su apartamento completamente agotada. Física y mentalmente. Se fue quitando la ropa que pesaba 15 kilos cada pieza a medida que avanzaba dentro del apartamento. Cuando se detuvo frente al espejo y vio su cuerpo hizo una mueca, esa había sido la peor crisis que había vivido. Incluso cuando se despertó de una inconsciencia de dos semanas y le habían dicho que su hermano mayor estaba muerto y enterrado había vivido algo parecido. Llevaba quince minutos bajo el chorro de agua caliente cuando al mirar hacia el suelo vio el agua saliendo roja. La regla había hecho su anuncio y de paso le hizo trabajar que no había ningún bebé. Se sintió decepcionada como nunca antes. No entendió como se podía extrañar algo que nunca se había tenido. Pero después de que se había hecho la idea de que una criatura podía estar creciendo en su vientre, había querido que se hiciera realidad. Aunque en esos momentos era mejor que el bebé demorara, sobre todo después de tener en cuenta, la relación q
Ambos se sentaron en el sofá. Sam eligió una distancia prudencial pues no quería confundir las cosas. Más de lo que ya estaban. Sin embargo los planes de Marcos fueran diferentes. Sam no se había sentado en el cómodo sofá cuando la jaló a sus brazos y la sentó en sus muslos. A horcajadas. Se sintió mal al ver sorpresa en esos ojos dorados pero no lo demostró, se merecía que Sam le diera unos cuantos golpes, su actitud había sido desastrosa. Sobre todo con alguien con quien estaba saliendo. Con alguien que lo más probable era que tuviera una relación en un futuro. Pero saber que ingería drogas lo había turbado. Hacía días que no pensaba en su venganza, no había pensado en ella cuando le había cuestionado a Samantha su consumo de sustancias ilícitas. Y en menos aún había pensado en ella, cuando le había rogado a Georgina que le diera la dirección exacta del apartamento. Sólo quería consolar a su mujer, no herirla. Colocó las manos debajo de las costillas de Sam y empezó a acariciarle
Habían pasado ocho días desde el momento que Sam le había contado a Marcos el recuerdo más doloroso de su vida. Ocho días angustiosos pero en cierta manera más fáciles de sobrellevar. Ocho días en los que Marcos dormía abrazado a ella cada noche. Incluso cuando Sam se despertaba dando gritos y empapada en sudor, él estaba ahí. Lograba calmarla contándole historias de cuando era pequeño y al cabo de un rato volvía a quedarse profundamente dormida. Jamás se asustó, nunca la dejó sola. Esa primera noche que durmieron juntos en el fresco abrazo de la tarde, fue la primera vez que Samantha no tuvo miedo de cerrar los ojos. Y aunque le había hecho daño con sus palabras, no dudó en acurrucarse dentro de esos fuertes brazos. Había una frase que decía que cuando se amaba, inevitablemente se lastimaba, pues el amor y el dolor iban de la mano. Una persona no podía evitar equivocarse, no podía evitar dañar a los que quería. Esa era la naturaleza humana. Era de humanos fallar, pero era de human
El cantar de los pajarillos hizo que Sam abriera los ojos y viera la luz del sol que se estaba colando por las múltiples rendijas de esa casa. Y aunque por fuera lucía espantosa por dentro no estaba tan mal. Era cierto que no contaba con las cosas básicas pero para una escapada romántica se podía utilizar. Un vistazo a su lado le mostró un Marcos totalmente dormido y con varios mechones de su cabello oscuro cayendo sobre su rostro. Una imagen super cautivadora. Sam se sonrojó al pensar en la noche anterior. Como una vez acabada la primera tanda caliente se bañaron desnudos en el lago. El agua había acariciado su piel ardiente pero le había refrescado el cuerpo. Habían sido unos cortos minutos de paz. Hasta que Marcos la había agarrado por la cintura y habían hecho que se zambulleran. Jugaron y se tiraron agua como si fuera simples críos y no un hombre y una mujer. Pasaron un rato divertido, hasta que la diversión se convirtió en pasión y se habían unido de forma desenfrenada una v
Sam tuvo que agarrar fuertemente a Thomas cuando llegaron a la entrada del zoológico. La emoción le podía, daba aplausos y no dejaba de señalar. Marcos iba un paso por detrás dándole una mirada fulminante a todo aquel incauto que se quedara mirando un minuto de más, las piernas de su chica. Pero es que Samantha con esa minifalda negra y esas botas no se lo estaba poniendo nada sencillo.— ¡Rayos nena! —dijo después de asesinar con sus ojos al décimo hombre que miraba en su dirección— .No había algo que te cubriera menos. —concluyó irónico.—Me gustan las faldas, Marcos. Hay demasiado calor para ponerme pantalones. Cuando el invierno llegue, puedo asegurarte que me verás forrada. No obstante, para que estás tú, un hombre fuerte y grandote sino es para espantar moscones.—Puedo asegurarte —dijo mientras ponía su brazo izquierdo sobre sus hombros. Ya era hora que los demás comprendieran que esa preciosa rubia tenía dueño—, que tengo otras funciones. Soy multifacético. Si no recuerdo mal,
La mandíbula de Sam casi tocó el suelo cuando Marcos acabó de hablar. "No podía hablar en serio, eso era una broma de muy mal gusto" pensó mientras sus ojos buscaban en Marcos cualquier indicio de falsedad o engaño. No podía haberse acostado tantas veces con un hombre y no saber semejante secreto. Porque eso, era un secreto en toda regla.—Vamos a ver, Marcos. Qué me parece que no nos estamos moviendo en el mismo terreno. ¿Tienes una niña?—Sí gatica. Una preciosa pelirroja que me tiene loco. Tiene unos cinco años.— ¿Y quieres que la conozca?—Sí. Creo que hemos dado un gran paso en nuestra relación y llegó el momento. No puedo ocultártela por más tiempo. Sam asintió aunque no tenía idea de lo que estaba confirmando. Estaba más perdida que un elefante en un museo. No entendía nada. Como podía ser tan mujeriego y dar ejemplo de esa forma. Los niños limitaban el comportamiento de los padres, al parecer para Marcos era todo lo contrario. Esa niña dentro de unos años sería una copia fid
—Tenemos un serio problema Ron. Uno bien gordo. —dijo Georgina cuando Sam contestó al teléfono.—Gin puedes decirle a Marcos, estoy en el centro de un tráfico infernal. Voy a llegar tarde a una reunión que tengo dentro de media hora con un proveedor para los tapizados de los coches deportivos y no estoy segura que pueda llegar a la que mi padre va a realizar a las once.—Ok, yo le digo a tu novio.—Gina —advirtió Sam. Conocía a Georgina Lucrecia Dankworth de arriba a abajo. No estaba tramando nada bueno— .Deja de buscarle las cosquillas a Marcos. Pareces sopita, no te ha hecho nada y tú vas a caerle encima como piratas a un barco.— ¡Al abordaje! —dijo riendo— Seré buena, Ron. Te doy mi palabra.—Ya claro. Tu palabra vale un pimiento cuando quieres salirte con la tuya. ¿Olvida el tema quieres? Gina no negó las sílabas de Sam. No podía. Nadie le hacía daño a una de las personas que más quería y se iba con viento fresco. Se las estaba guardando al papacito una por una. No era rencorosa