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Capítulo 2: La novia de mi esposo

EVELYN VALENCIA

Bajé presurosa a la primera planta y entonces los vi, Leonel y su ex besándose apasionadamente. Ella era Dafne, la hija del juez más admirado del país, reconocida no solo por sus actos de beneficencia que organizaba con el dinero de su padre, sino también por su belleza.

—Leonel, arreglemos las cosas… No puedo estar más tiempo así, no sabes cuanto sufrí cuando me enteré de que el hombre al que más he amado en la vida se había casado con otra mujer —dijo Dafne tomando el rostro de Leonel entre sus manos, para después dedicarme una mirada cargada de arrogancia—, pero no me sentiré cómoda si en esta casa hay extraños que puedan escucharnos.

¿Extraños? ¿Yo era una extraña?

—¿Perdón? —pregunté indignada.

—¿No escuchaste? A parte de robarme a mi novio, te haces la sorda —agregó Dafne cruzada de brazos, altanera y soberbia, como la niña rica que era—. ¡Largo de esta casa! ¡No te quiero ver aquí! Leonel ya no necesita nada de ti, porque ahora ya me tiene a mí!

Entre más hablaba, más rabia bullía dentro de mi pecho. Tanto era mi odio hacia ella que mis puños temblaban y mis dientes estaban tan apretados que en cualquier momento se fracturarían.  

—Soy su esposa, su mujer y la señora de esta casa. En el mejor de los casos tú solo eres su fastidiosa amante, solo sirves para eso, para abrirle las piernas y satisfacerlo, así que, como cualquier sirvienta en esta casa, aprende tu lugar y quítate de mi camino —dije llena de rencor, con el corazón roto, sintiéndome impotente, porque, por mucho que la ofendiera, en el fondo sabía que ella siempre estaría por encima de mí.

En el corazón de Leonel, la única que existía era ella.

No me duró mucho el gusto, ni siquiera disfruté del efecto de mis palabras sobre ella cuando me propinó una bofetada tan fuerte que terminé en el piso. En cuanto el silbido de mis oídos cesó ella comenzó a gritar:

—¿Qué dijiste? ¡¿Cómo te atreves?! —exclamó enojada—. ¡Tú eres la que no comprende! ¡Tú eres quien no se da cuenta de que no significa nada para él!

Busqué en Leonel algo de compasión, pero él no hizo nada por ayudarme, solo me veía con esos ojos fríos e indiferentes, como si no le importara. Dandole toda la razón a ella.

Con el corazón roto, salí de la casa como Dafne quería. Humillada, rechazada y sin ganas de continuar.

De pronto mi teléfono comenzó a vibrar, era mi padre. ¿Qué hacía llamándome a esta hora?

—¡¿Evelyn?! ¡Hubo un accidente! Tu hermano está detenido. Por favor, no pierdas tiempo, tienes que buscar al juez Galeana e implorar para que lo liberen, humíllate si es necesario, haz lo que tengas que hacer, es de vida o muerte.

La noticia me tomó por sorpresa y en cuanto colgué le hice la parada a un taxi que iba pasando, mientras me sentía herida, furiosa y humillada. Todo el mundo sabía del amor entre Leonel y Dafne y ahora, con su regreso, yo quedaría como un payaso frente a todos.

La mujer que no pudo cuidar a su esposo y termino siendo desplazada por la ex.

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