MATÍAS ZANNIER
—Mi hija no hizo nada de eso… —contestó el juez entre dientes. Algo me decía que sí estaba consciente de lo que hizo su querubín, pero no estaba dispuesto a aceptarlo.
—Si usted lo dice —agregué levantando los hombros—. Lamento decirle que yo no tengo nada que ver con esto, pero puede llamar a la policía, aunque ya sabe que muchos criminales terminan matando a sus víctimas cuando la justicia se entromete. Sería como lanzar una moneda al aire.
—Déjeme adivinar… ¿Piensa recomendarme que haga lo que me piden? —contestó con sorna.
—Esa es su decisión, juez, no mía. Yo jamás aceptaría que me faciliten un caso, a decir verdad, entre más complejo sea de ganar, mejor sabe la victoria.
»Lamento su situación, pero no hay mucho que hacer.
—Tal vez sea momento de sacrificar cosas con tal de hacer cumplir la ley —agregó sin apartar su mirada de mí. ¿En verdad sería capaz de dejar morir a su hija por condenar a Christian? N
CHRISTIAN VALENCIA—Mantente lejos de él… ¿entendido? —supliqué mientras un policía comenzaba a tirar de mí, alejándome de Gianna—. Por favor, cuídate mucho, cuida de mi bebé. Si algo les pasa… yo me muero.Sus ojos se llenaron de lágrimas sinceras. Era una mujer muy inteligente, no había olvidado como manipular y aprovechar cualquier oportunidad a su favor, pero ante mí se volvía la niña buena y dulce que siempre me dedicaba miradas cargadas de amor. Asintió y sus labios temblorosos me arrancaron el alma.—Te amo… —dijo en un susurro y se colgó de mi cuello dándome un beso fugaz que fue interrumpido por los oficiales.Me arrastraron de vuelta a mi agujero y aunque todo parecía que iba mal, yo sabía que iba perfectamente bien. El juez creía que Sartori podría ayudarlo a encontrar a su hija. Ya veríamos si seguía pensando lo mismo cuando le entregaran un dedo o la oreja.Cuando creí que me llevarían hacia mi celda, nos detuvimos ant
CHRISTIAN VALENCIA—¡Se volvió loco, hermano! —exclamó Ángel cuando regresó.—¿De qué hablas? —Lo vi acercarse corriendo, parecía preocupado.—Tu padre está loco… Lo convencí de lo que tenía que hacer, pero… me temo que no se detendrá solo ahí.—¿Por qué lo dices?—Cree que… No hay manera de salvar a esas mujeres.—¿Cómo?—No solo acabará con el objetivo que le diste… —dijo con toda seguridad, viéndome a los ojos, haciendo que mi estómago se retorciera—. Acabará también con ellas.—¡Adentro todos! ¡Es hora de que regresen a sus jaulas! —exclamó el guardia mientras mi corazón se encogía.—Tengo que salir de aqu&i
CHRISTIAN VALENCIAEstaba desesperado, agónico, era un maldito adicto sufriendo por todos esos días que no pudo probar ni una gota de su veneno. Mi cuerpo ardía, estaba enloquecido y haciendo uso de mi poca fuerza de voluntad para no ser tosco con ella, pero no podía, la necesitaba, tenía hambre, tenía sed y solo su cuerpo podía consolarme.Mi boca devoró la suya hasta arrancarle el aliento, cuando noté que jadeaba desesperada por algo de aire, le di tregua lamiendo su suave cuello, haciendo que su cuerpo se retorciera de esa manera que me enloquecía.Estaba perdiendo la cabeza.Sus suaves y delgados dedos recorrieron mis hombros, bajando por mi pecho y siguiendo por mi abdomen. Sus muslos obedientes se abrieron para recibirme y sus bragas estaban empapadas, gritándome que estaba lista para recibirme dentro de ella, aun así, tanteé con mis dedos, bu
CHRISTIAN VALENCIADije todo lo que tenía que explicar y aunque fue difícil decirles que estaban en peligro, tanto Evelyn como Gianna me vieron con ojos piadosos, siendo Gianna la más comprensiva y cariñosa. No se había separado de mí en ningún momento.—Tendremos que ser precavidas… —dijo Evelyn torciendo la boca—, pero… tú más, Christian. No puedes escapar de esa manera.—Hoy es la audiencia… —agregó Gianna—. Si saben que escapaste empeorará la sentencia.Sonreí de medio lado y acaricié su mejilla intentando consolarla. Tenía de mi lado un par de trucos que empezaban a surtir efecto. En ese momento la puerta volvió a sonar, quien entró esta vez era Matías, había sido llamado por Gianna y como perro obediente llegó de inmediato. Me dedicó una mirada cargada de reproche y al mismo tiempo herida por ver a Gianna sobre mis piernas.—Estás haciendo esto demasiado difícil, Valencia —dijo con recelo—. ¡Andando antes de que se den cuenta que no estás!Me levanté de la silla con Gianna en br
EVELYN VALENCIA—¡Era mi negocio!, y a las monjas no les iba mal, recibían una paga… No veo cual es el problema —contestó con soberbia y una sonrisa insoportable—, pero descuida, si tengo planes de hacerlo infeliz, será encargándome de ti.»Después de todo necesito una esposa y tú te ves bastante linda. ¿Crees que le importe a Leonel si te divorcias de él mientras está convaleciente y te casas conmigo? ¡Sería una gran sorpresa cuando despierte!, si es que lo hace.—Ni loca… —refunfuñé.—¿Qué prefieres, que se muera o solo se sienta muy triste cuando despierte?—¿Hablas en serio? ¿Tan desesperado estás buscando una esposa? ¡Hay tantas mujeres…!—¡Hay muchas mujeres!, pero quiero joderte la vida a ti, a ti y a Gianna, ustedes parecen ser el centro de todas mis desgracias. ¡Habrá muchas mujeres, pero solo verte la cara de miedo y dolor mientras te follo me hará sentir feliz! —gritó furioso, acercándose de manera intimidante. Me tomó por el cabello y me tiró de la cama.Sabía que Gianna e
EVELYN VALENCIAMientras Gianna cuidaba de Leonel que había terminado en el suelo, recargado en la puerta, agotado por el esfuerzo que había hecho al salir de la cama en su estado y enfrentar a mi padre, yo entré corriendo a la mansión, subí las escaleras, entré como un vendaval a la habitación y me precipité hacia el baño. Como bien me había dicho Gia, Alma se encontraba en la tina.Cuando me asomé, mi pequeña intentaba comerse su pie. Al verme soltó risotadas y alzó sus manitas hacia mí. Me alegraba que los disparos y la discusión no la hubieran asustado.Volví sobre mis pasos, arrullándola con ternura hasta que regresé al lado de Leonel. En cuanto vio a nuestra niña, su gesto agónico cambió por uno de felicidad. Acercó su mano para tocar su mejilla y de inmediato Alma quiso acercarse a él, colgándose de mis brazos para poder alcanzarlo.—Pa… pa… —balbuceó con el ceño fruncido mientras abría y cerraba las manitas intentando alcanzarlo—. ¡Pa… pa… pa…!Leonel enternecido la tomó con c
GIANNA RICCI —¿Nerviosa? Ya casi es hora… —dijo Evelyn detrás de mí mientras yo terminaba de arreglarme el cabello.Christian y yo habíamos decido casarnos cuanto antes y solo invitando a las personas más cercanas. El vestido había sido una elección hermosa, entallado debajo del busto, pero suelto y vaporoso, pues había alguien a quien no le agradaría sentirse apretado durante toda la ceremonia.Mi barriga había crecido bastante y quería lucirla con orgullo. Nuestro bebé era el invitado especial.—Te ves preciosa… —agregó Evelyn con ternura, era mi única dama de honor y no hacia falta más—. Iré a ver que todo esté listo. No tardo.Me dio un beso en la mejilla antes de salir de la habitación. La boda la celebramos en la que alguna vez fue la casa de Christian y Evelyn. Un día sin más, nos habían llegado las escrituras, Matías nos había regalado la casa con motivo de nuestra boda. Ahora que ya era el socio mayoritario de la empresa que alguna vez fue de Leonel, y llevar al abuelo odio
EVELYN VALENCIALeonel había vendido la enorme mansión y nos habíamos mudado a una pequeña casa cerca del edificio que ahora era cede de su nueva empresa. Después de todo lo ocurrido se había convencido de que le convendría tener a Christian como encargado de la seguridad, y fue bastante atinada su idea, pues mi hermano había conseguido formar un cuerpo de guardias muy peculiar, pero efectivo. Algo me decía que cada uno de sus hombres lo había conseguido en esos lugares que solía frecuentar.—Tengo hambre… —ronroneó Leonel detrás de mí, restregando su mejilla contra la mía mientras sus manos se posaban en mis caderas.—Pronto estará la comida —contesté sintiendo como cada centímetro de mi cuerpo temblaba.—Yo quiero comerte a ti —dijo antes de besar mi cuello, mientras una de sus manos subía hasta agarrar mi seno.—¡Leonel! No podemos… hay invitados…—Entonces sé silenciosa —agregó mordiéndome el oído.—¡Leonel!—Anda, quiero otro hijo… ¿no me lo quieres dar?—Pero… no ahorita —dije i