Cuando el Alfa me encontró, no hubo escape
Cuando el Alfa me encontró, no hubo escape
Por: Carolin Mercado
1- Un lobo herido

Capítulo 1

Un lobo herido

Eira

—¡Eira, despierta de una vez! —La voz de una joven omega resonó en toda la habitación. Era un día esperado por cualquier lobo... excepto por Eira.

Había sido comprada por la familia Valmont cuando aún era una niña pequeña. La guerra iniciada en Du Sang había arrebatado innumerables vidas, incluida la de su familia.

—¿Qué sucede, Adhara? Anoche trabajé demasiado, déjame dormir un poco más —murmuró Eira con voz somnolienta, girando sobre su lecho de paja.

Su amiga había ido a buscarla porque aquel día todos los lobos de menor categoría y fuerza debían escoger a sus Lunas.

—Debes ir, no quiero que te elijan como sacrificio. Ya sabes cómo es Logan, dijo que quería cumplir con esa antigua tradición —explicó Adhara con urgencia.

Eira suspiró. Sabía bien del desmedido deseo de Logan por convertirse en el Alfa de Lilles. Desde que Mikros declaró la guerra, hacía más de veinte años, cada ciudad se había independizado y funcionaba como un reino distinto.

—Ya conoces mi reputación. Nadie se sentirá cómodo conmigo, dirán que les traeré mala suerte. Es mejor que me quede aquí, haciendo lo mío —dijo con un bostezo.

—Vamos, puede ser tu oportunidad. Esa maldición que cargas podría romperse si alguien te elige como Luna —insistió Adhara, con una sonrisa en el rostro.

Eira también sonrió, aunque con ironía.

—Por supuesto. Seguro que un Alfa renunciará a su poder y liderazgo solo para cargar con mi mala suerte sobre sus hombros. Claro que decidirá arruinar su vida por mí —replicó con sarcasmo.

—¡Estoy hablando en serio, Eira! —La voz de Adhara se tornó grave. Respiró hondo antes de continuar—. Logan... Logan dijo que serás el sacrificio, la virgen que deberá soportar el dolor.

Eira sintió cómo su respiración se volvía errática. Siempre creyó que, al menos, lograría vivir en paz, pero aquel Alfa solo quería verla sufrir.

—Eso es absurdo, Adhara. No tiene sentido. Además, yo no tolero el dolor… —se puso de pie de inmediato, con el pánico reflejado en su rostro.

—Bueno... eres de las pocas que no tienen pareja y, según él, eres la candidata perfecta para su retorcida idea —explicó su amiga con preocupación.

Eira permaneció en silencio. Conocía al heredero del Alfa de Lilles y sabía que no se daría por vencido fácilmente.

—Entonces... debo convertirme en la peor opción posible —musitó con determinación.

Adhara la observó con incertidumbre. Comprendió de inmediato a qué se refería su amiga, pero eso también implicaba un riesgo. Todos en Lilles la conocían y la evitaban, pero si actuaba con demasiada rebeldía, podría empeorar su situación.

—No hagas una locura, Eira. Lo mejor sería que te vayas de aquí hasta que el ciclo de celo termine —sugirió Adhara.

Eira negó con un gesto. Logan siempre encontraba la manera de hacer correr rumores sobre ella, asegurando que su sola presencia traía desgracias. Y no era del todo una mentira… Al parecer, los asesinos de su familia dejaron sobre ella una maldición, pues cualquiera que la tocara terminaba sufriendo infortunios.

—Ya encontraré una solución. Puedo soportar el rechazo, las humillaciones... pero no permitiré que me lastimen físicamente. Eso sería insoportable. Ni siquiera soporto un rasguño... —susurró, abrazándose a sí misma.

Quizás esa era otra de las consecuencias de la maldición que cargaba.

—Amiga, por favor, solo vete. Usa la cabaña a la que suelo ir, él no conoce ese lugar. Solo hazlo. Eres una omega, igual que yo, no será un problema ocultarte. No hueles a una Alfa y, además, no tienes una pareja destinada, será difícil que te encuentren —insistió Adhara.

Eira entendió lo que su amiga intentaba decirle. No había duda alguna: ella nació sin un lobo. Siempre se tuvo a sí misma para enfrentar cualquier dificultad.

—Bien, iré allá… —murmuró con determinación.

Se alzó con rapidez y tomó un bolso. El sol apenas despuntaba en el horizonte. Adhara también se alejó con la misma prisa, guardando su teléfono celular y tratando de despistar a las personas de la mansión Valmont, la familia de Logan.

Eira caminó rumbo a la huerta. Antes de irse, dejaría preparados los ingredientes para el desayuno. No quería que la buscaran o la regañaran por no haber cumplido con su trabajo. Sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo, una mano fuerte la sujetó del brazo con brusquedad.

Giró rápidamente y, al hacerlo, se encontró con la fría mirada de Logan.

—¿Cómo estás, señorita mala suerte? —su voz destilaba burla—. No olvides ir esta noche a la montaña. Será divertido.

Eira intentó zafarse, pero él la sostuvo con más fuerza. Luego, sacudió sus manos con disgusto, como si el simple contacto con ella le resultara desagradable. Antes de que pudiera reaccionar, Logan jaló con rudeza su largo cabello negro y enredó un brazo en su menuda cintura, inmovilizándola.

"Tonta. Esta noche será interesante. Es una lástima que traigas desgracias... Con solo tocarte, de seguro algo me saldrá mal", pensó Logan, observándola con sus imponentes ojos azules. Su cabello blanco, distintivo de su linaje albino, era sinónimo de respeto y poder desde hacía siglos.

—Déjame. Debo trabajar y no tengo tiempo para ir a esa absurda fiesta —replicó Eira, forcejeando.

Él la soltó con rudeza.

—Debes hacerlo.

"Contigo demostraré el poder que tengo. La gente de Lilles cree que eres la responsable de nuestras últimas derrotas contra Mikros. Necesitan ver que puedo controlarlo todo."

Eira recogió los vegetales con manos temblorosas.

—Debo llevar esto a la cocina —dijo con voz firme.

Logan no respondió, simplemente le dedicó una última mirada antes de alejarse.

Cuando estuvo segura de que se había marchado, su corazón volvió a latir con normalidad.

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