Emma caminaba velozmente hacia su auto de lujo haciendo que se activara a su alrededor un increíble mecanismo humano de personas tratando de seguirle el paso.Su asistente le acercaba su maletín, mientras el chofer abría rápidamente la puerta del auto para que ella entrara, la cerraba tras ella y luego se dirigía al asiento del conductor. Una empleada preocupada le acercaba su termo de café recién hecho y otra le alcanzaba su abrigo y unos documentos impresos a último momento. Emma Fritz, o "freezer" como la llamaban sus adversarios en los negocios, muchos empleados y hasta sus socios, era una inflexible empresaria, viuda hace casi cinco años, cuando apenas llevaba casada tres años.Su marido había fallecido en un trágico y extraño accidente, que aún se estaba investigando. Pero ella no lo había llorado, en lo absoluto. Karl Fritz había sido socio del padre de Emma, y ella fue entregada como un trofeo para vincular sus empresas, no por afecto de ninguna clase. Más allá de que nunca
El hombre lo miraba con algo de compasión, pero él simplemente cumplía órdenes. -Lo siento, señor Ares, pero lamentablemente estamos buscando alguien con más experiencia… y edad. Realmente… Lo lamento. Ojalá tenga más suerte en su siguiente entrevista. Siempre era lo mismo. A nadie le importaba que se hubiera recibido en tres carreras en un tiempo de récord, con honores, con una tesis premiada, y con todas las becas obtenidas por sus altas calificaciones, becas que le habían permitido ser un experto en su campo. Era joven, pero no tanto, sólo que no había trabajado aún en ninguna empresa, no había tenido la oportunidad, y por eso nadie lo tomaba en serio. Otros jóvenes de su edad habían tenido la suerte de trabajar en las empresas familiares, y por eso tenían más experiencia que él.Desde que tenía memoria, había trabajado en cada cosa que fue necesaria, cuando su padre falleció a causa de un cáncer que lo fulminó en un par de meses, dejándolo, a sus quince años, al lado de su madr
Leonardo llegó primero a OldTree Ind. Era la empresa más importante de su lista y no deseaba llegar sudado y cansado por la bicicleta, así que había elegido presentarse allí antes que en las otras opciones que había marcado en el periódico. Algunas personas que descendían de autos de lujo, lo miraron de manera extraña y despectiva en el estacionamiento, mientras el dejaba su fiel vehículo de dos ruedas, y se dirigía a la recepción. No le importaba, estaba acostumbrado a los prejuicios de la gente. Era un edificio imponente, lleno de lujos y luminoso. No tenía muchas esperanzas con esta entrevista, pero el lugar era realmente lo que él había soñado durante años. Si pudiera trabajar en un lugar así, aunque fuera por unos cuántos meses, miles de puertas se le abrirían. Podría ponerlo como parte de su experiencia y sería genial para él.Se aproximó a la recepcionista, una mujer madura, muy maquillada y vestida con gran elegancia. Ella lo miró de arriba a abajo sin disimulo, torciendo e
Leonardo salió de la oficina de la señora Fritz sintiéndose despertar de un extraño trance, provocado por la presencia etérea de ella. ¿Había conseguido por fin el trabajo de sus vida? ¿O estaba en un extraño sueño producido por un embrujo de su posible jefa?.La voz de Clarisa lo sacó de su ensimismamiento:-Buenos días, señor Ares. Soy Clarisa, es un verdadero gusto conocerlo, Emma me acaba de notificar por mensaje la buena noticia de su ingreso a esta gran empresa- y le tendió la mano -. Gracias al cielo, ella ya estaba entrando en desesperación, no se da una idea del día de locos que tuvimos ayer…Él tomó la mano tendida, aún incrédulo. Pero todo esto era real.Clarisa era una mujer que parecía rondar los cuarenta y cinco años, más alta y robusta que Emma y con cálidos ojos color avellana, en un rostro enmarcado por cabello castaño que llevaba largo hasta los hombros. -El gusto es mío, señorita.-Acompáñeme aquí al lado, le mostraré su oficina y le explicaré las condiciones del
Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró. -Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito. -Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un f
Trabajaron un buen rato, pero avanzaban con eficacia y no sentían el tedio del trabajo. Resultó que se entendían de maravilla en lo que se refería a la empresa y Emma estaba más satisfecha y exultante que nunca.Llena de esperanzas. Leonardo era eficiente, y llevaba años preparándose para ese puesto, lo que se notaba perfectamente. Sin embargo, el tiempo pasaba y ella comenzó a notar su propio cansancio, aunque aún estaban en un horario razonable. No era tan tarde como acostumbraba irse, pero su cuerpo le pasaba factura por tantos días de trabajo extenuante.Se restregó los ojos.Leonardo la miró y sintió pena, se la veía agotada.-Señora Fritz, creo que tenemos suficiente para mañana. Vendré más temprano y puliremos los últimos detalles si está de acuerdo. -Sí… creo que será lo mejor terminar por hoy. Además usted todavía tiene que mudarse a su nuevo hogar. No venga más temprano, no será necesario. Una vez que se haya trasladado, lo terminamos. Programaré la reunión para la tarde
En la mañana, Leonardo y su familia se levantaron más temprano de lo usual. Subieron sus pocas pertenencias al auto nuevo y se dirigieron a su nuevo hogar. Alina miraba por la ventanilla del vehículo con entusiasmo infantil. Su hermano le había prometido durante años, que algún día vivirían en otro lugar mucho mejor y no pasarían más necesidades, y ahora lo había cumplido. Leo se enorgullecía de ser un hombre de honor, único patrimonio de alguien pobre y humilde como él.Pero ahora todo parecía cambiar para él y su familia. Principalmente, su madre, ya bastante mayor y demasiado cansada, no tendría la difícil misión de proveer a sus dos hijos. Llegaron en poco rato al edificio, cerca del centro empresarial y de comercios de la ciudad, y Sara y Alina quedaron con la boca abierta al verlo. Era exactamente como lo imaginaban, como ver alguna de las fotos de las revistas de actualidad que la señora Díaz les regalaba a veces.Se estacionaron cerca de la entrada y Leo detuvo el motor para
Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf