Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf
Emma Fritz caminaba hacia la sala de juntas, con toda su elegancia y sensualidad a flor de piel. A su lado, un hombre que no conocían, avanzaba a paso seguro, con el porte imponente de un general romano.Las mujeres que lo veían pasar tenían los ojos brillantes, preguntándose de dónde habría salido semejante ejemplar masculino, cuyo traje elegante no lograba ocultar un físico bien trabajado. Leonardo podía notar todas las miradas puestas en ellos. Pero mientras que él gozaba del beneficio de la duda, no pudo evitar sentirse molesto con el modo en que veían a la señora Fritz. El desprecio en esos ojos lo incomodaba y enfadaba. Independientemente de que ella le había dado una oportunidad y que sin duda Leo estaba en deuda, no veía razón para ese juicio constante al que estaba expuesta.Al llegar a la sala de juntas, Emma tomó aire y abrió la puerta.-Buenos días a todos - dijo aproximándose a la cabecera de la gran mesa, mientras Leonardo la seguía-, quiero presentarles al señor Leonar
Emma pasó por su oficina a buscar su bolso, y luego fue a buscar a Clarisa. Apenas la vio, la asistente fue incapaz de contenerse.-¿Cómo salió?-Perfectamente, Clari. Aprobaron el plan y esta misma tarde comenzaremos a trabajar en eso con el señor Ares.-¡Maravilloso Emma! Por fin, lo vas a conseguir. Podrás realizar tu sueño y prosperar. Y sacarte de encima a esos neandertales.-Sí… mi padre estaba especialmente cruel hoy, fue muy grosero. -Ese hombre… es tan despreciable. Nunca entenderé que sea capaz de odiar tanto a su propia hija.Emma se encogió de hombros.-Ya estoy acostumbrada, casi no lo escucho. Pero hoy estaba el señor Ares presente. Temo que no le advertí que podía suceder eso… y terminó por estallar.-¿De verdad? Por favor, dime que lo noqueó de un golpe y tu padre quedó babeando en el suelo…-¡Qué locuras dices! ¡Claro que no! Yo estaba en el limbo, ignorándolo como siempre para que no me afecte, total ya habían aprobado el proyecto, que era lo importante. Pero de go
Cuando salió del baño, Sara estaba sirviendo el postre, presumiendo su nueva batidora de pie, mientras Alina se reía de alguna ocurrencia de Clarisa. Emma sonreía con las ideas de su asistente, mientras disfrutaba de la cremosidad de esa preparación llena de calorías. Un par de días más así, y recuperaría pronto sus curvas usuales. Aunque silenciosa, no podía negar que se sentía cómoda allí. Leonardo se sentó, y comió su postre intentando no mirarla.Cuando terminaron, se despidieron para volver al trabajo, no sin que antes de irse, Sara les preparara a Clarisa y Emma unos recipientes para que se llevaran para cenar. Lo que había dicho Leo era cierto: su madre había cocinado casi exageradamente, gracias a que con tantos electrodomésticos, el trabajo era más rápido y facil.Ninguna de las dos se negó.Los tres salieron del departamento, sintiéndose más relajados que cuando habían llegado. Clarisa aligeraba el ambiente en el ascensor, y pronto cada uno estaba camino a las oficinas en
La señora Fritz se había despedido hasta el día siguiente, y Leo se dispuso a ir al gimnasio de su amigo. Saludó a Clarisa, que también iba de salida y se fue.Cuando llegó, Samuel se rió de él sin contenerse. -¿Pero qué fachas son esas, Leo?-No te rías, mira cómo les gusta a las chicas que corren en las cintas…-Pues es verdad, que hasta pareces un hombre rico con ese traje.-He conseguido trabajo, así que vas de suerte, te puedo pagar las cuotas atrasadas.-Son como veinticinco, ¿Estás seguro?.-Pero claro, toma un cheque, verás que tiene fondos. Ahora, si me disculpas, necesito algo de acción. -Mañana lo intentaré cobrar, y si no sirve te exigiré el doble, por bromista.Leonardo se rió pensando en la cara de Sam cuando viera que era buen dinero, y se cambió en los vestuarios. Se entretuvo haciendo ejercicio, exigiéndose al máximo, descargando las tensiones del día. Trepó luego a la pared más alta y cuando bajó, una mujer sinuosa, alta y de cabello rojo, lo abordó. -Hola Leo…
Emma había dormido mejor que en muchos años. Luego de su encuentro con Omar, regresó a su casa, se dio un largo baño relajante, cenó la comida deliciosa que Sara había preparado, y se acostó en su cama muy feliz, casi como si no tuviera problemas.Así que despertó con un semblante relajado, se vistió con la elegancia de siempre, sabiendo que ese día en la empresa seguiría trabajando en su propio proyecto y no en algo que odiaba con todo su ser.Por fin, tras años de esfuerzos, insistencia, y de soportar juicios y maltrato de parte de medio mundo, se encontraba camino al futuro que ansiaba.Estaba de tan buen humor que cuando Clarisa irrumpió sin permiso mientras desayunaba, no se enojó, y la saludó como si nada:-Buenos días, Clari.-Ya veo que son buenos días…- dijo la asistente con mirada suspicaz- ¿Te fue bien ayer con Omar?Emma la miró con una sonrisa cómplice:-Muy bien… ¿acaso estás celosa, Clari?Clarisa fingía fastidio haciendo una cara muy graciosa.-Pues un poco, a decir ve
A medida que pasaba el tiempo en la empresa, y el plan de la señora Fritz iba rindiendo frutos, posicionando a OldTree nuevamente entre los primeros puestos, muchos de los socios y miembros del directorio fueron perdiendo la reticencia frente a Leonardo Ares, tal como Emma lo había previsto: mientras ellos tuvieran cada vez más dinero, no les importaba el cómo, ni por medio de quiénes.Ya fuera que Leo se hubiera ganado su lugar acostándose con la jefa, o no, a ellos no les interesaba. Así era con casi todos ellos, excepto por supuesto para Aaron Stuart y uno de sus más antiguos socios, Frederick Meyer. Este último, era el hombre con quien Aaron había presionado a Emma para que se casara, con el fin de crear otra alianza similar a la que había tenido con Karl. Aunque con edad para ser su padre, el sujeto era alto y fornido, se mantenía bien y habría sido perfecto, a los ojos del padre de ella, para ayudar a controlar a la descarriada joven.Aunque Fred tenía su propia empresa, algo m
Fred se sentó detrás de su escritorio, señalándole a Leonardo la silla frente a él, mientras sonreía con sarcasmo. Leo se sentó donde le indicaba, con reticencia. No deseaba en realidad escuchar las mentiras que sin duda diría ese hombre, ni le interesaba en lo más mínimo lo que fuera que se ocultaba en el pasado de la señora Fritz.Sin embargo, si ellos tenían traidores cerca, y estas personas tramaban algo en su contra, luego de todo lo que habían logrado, lo más sensato era aprender sobre sus enemigos.Como decía el dicho: "Los amigos, cerca. Los enemigos, más cerca aún".Leo estaba seguro que, dijera lo que dijese Frederick Meyer, su opinión sobre la señora Emma Fritz no cambiaría. Le debía demasiado a esa mujer como para juzgarla de acuerdo a las palabras de un sujeto como el que tenía enfrente. Y le había prometido su lealtad.-Bueno, ya me senté. Lo escucho, señor Meyer.-Llámeme Fred, joven. Después de todo, estoy seguro que podremos ser buenos amigos.-Eso lo veremos. Depend