Emma Fritz ya había tenido una vez una boda costosa, llena de lujos vacíos, con un joven cuerpo virgen y una ceremonia teatral y llena de pantomimas.Se había casado sin amor, con miedo, con proyectos truncos, viendo como se desmoronaban sus sueños como un castillo de naipes.Aunque con una luz de esperanza que pronto se apagó.No sabía nada del amor.Había tenido un primer hombre, cruel, y una noche de bodas envuelta en pesadilla y dolor.Había tenido un esposo violento y eso la había marcado.Ahora, se convertía en Emma Ares, en una ceremonia íntima, por civil, en el jardín de su casa, con León aferrado a su mano como si temiera que ella desapareciera como una ilusión.Pero todo era real.Se casaba con amor, con sueños renovados, con un hombre de lava y de fuerza, con Sara y Clarisa llorando a mares, Alexei del brazo de Natasha, Ángela con su hija en brazos…Los que eran parte de su vida.Los que la querían de verdad.Emma ya había tenido una boda costosa y por eso ahora quería otra
La brisa del mar acariciaba su cuerpo tostado por el sol, mientras entrecerraba los ojos recostado en la arena blanca de una playa de ensueño.Si algo disfrutaba desde su matrimonio, eran las vacaciones en familia que nunca había tenido antes.Miró a su lado y no pudo contener una sonrisa divertida.Ella tenía el cuerpo cubierto de punta a punta de bloqueador solar y un sombrero blanco de ala ancha. Pero dejó de reírse por dentro cuando se dio cuenta lo hermosa que estaba con su bikini color coral resaltando en su blanca piel, mientras se reclinaba para tratar de ponerle una gorra a un preadolescente que la miraba casi con fastidio, y prácticamente la alcanzaba en altura. El joven la adoraba a pesar de la tendencia sobreprotectora de su madre.Afortunadamente, no era la única víctima de Emma Ares, ya que, a poca distancia y protegida por la sombrilla, una bebé de dos años intentaba comer arena, así que se distrajo con ella y lo dejó en paz, para por fin poder ir a nadar.-No, Lara, la
-¿Por qué me despide, señor? No es justo…El hombre contenía lo mejor posible la ira que crecía en su interior. No lo habían educado para estallar, pero su tolerancia a la incompetencia era de verdad ínfima.Así que respiró, casi resoplando, y respondió con aplomo:-¿No es justo, señorita Díaz? Creo que usted no comprende lo que sucede… En esta empresa no toleraré los rumores, intento depurar el personal y las malas costumbres, y es precisamente por eso que busco gente joven y emprendedora. Así que, independientemente de que la fuente de su información sea mi propio socio, no me interesa que venga aquí con chismorreos sobre alguna de sus compañeras de trabajo. Su vida personal no es de mi incumbencia. Y usted está en un grave error si piensa que este es un tema de conversación entre jefe y secretaria…La mirada de su superior era tan penetrante y fría, que no se atrevía más que a balbucear. Sabía que el líder de ojos grises como el acero era justo, pero con una moral intachable. Era c
Emma caminaba velozmente hacia su auto de lujo haciendo que se activara a su alrededor un increíble mecanismo humano de personas tratando de seguirle el paso.Su asistente le acercaba su maletín, mientras el chofer abría rápidamente la puerta del auto para que ella entrara, la cerraba tras ella y luego se dirigía al asiento del conductor. Una empleada preocupada le acercaba su termo de café recién hecho y otra le alcanzaba su abrigo y unos documentos impresos a último momento. Emma Fritz, o "freezer" como la llamaban sus adversarios en los negocios, muchos empleados y hasta sus socios, era una inflexible empresaria, viuda hace casi cinco años, cuando apenas llevaba casada tres años.Su marido había fallecido en un trágico y extraño accidente, que aún se estaba investigando. Pero ella no lo había llorado, en lo absoluto. Karl Fritz había sido socio del padre de Emma, y ella fue entregada como un trofeo para vincular sus empresas, no por afecto de ninguna clase. Más allá de que nunca
El hombre lo miraba con algo de compasión, pero él simplemente cumplía órdenes. -Lo siento, señor Ares, pero lamentablemente estamos buscando alguien con más experiencia… y edad. Realmente… Lo lamento. Ojalá tenga más suerte en su siguiente entrevista. Siempre era lo mismo. A nadie le importaba que se hubiera recibido en tres carreras en un tiempo de récord, con honores, con una tesis premiada, y con todas las becas obtenidas por sus altas calificaciones, becas que le habían permitido ser un experto en su campo. Era joven, pero no tanto, sólo que no había trabajado aún en ninguna empresa, no había tenido la oportunidad, y por eso nadie lo tomaba en serio. Otros jóvenes de su edad habían tenido la suerte de trabajar en las empresas familiares, y por eso tenían más experiencia que él.Desde que tenía memoria, había trabajado en cada cosa que fue necesaria, cuando su padre falleció a causa de un cáncer que lo fulminó en un par de meses, dejándolo, a sus quince años, al lado de su madr
Leonardo llegó primero a OldTree Ind. Era la empresa más importante de su lista y no deseaba llegar sudado y cansado por la bicicleta, así que había elegido presentarse allí antes que en las otras opciones que había marcado en el periódico. Algunas personas que descendían de autos de lujo, lo miraron de manera extraña y despectiva en el estacionamiento, mientras el dejaba su fiel vehículo de dos ruedas, y se dirigía a la recepción. No le importaba, estaba acostumbrado a los prejuicios de la gente. Era un edificio imponente, lleno de lujos y luminoso. No tenía muchas esperanzas con esta entrevista, pero el lugar era realmente lo que él había soñado durante años. Si pudiera trabajar en un lugar así, aunque fuera por unos cuántos meses, miles de puertas se le abrirían. Podría ponerlo como parte de su experiencia y sería genial para él.Se aproximó a la recepcionista, una mujer madura, muy maquillada y vestida con gran elegancia. Ella lo miró de arriba a abajo sin disimulo, torciendo e
Leonardo salió de la oficina de la señora Fritz sintiéndose despertar de un extraño trance, provocado por la presencia etérea de ella. ¿Había conseguido por fin el trabajo de sus vida? ¿O estaba en un extraño sueño producido por un embrujo de su posible jefa?.La voz de Clarisa lo sacó de su ensimismamiento:-Buenos días, señor Ares. Soy Clarisa, es un verdadero gusto conocerlo, Emma me acaba de notificar por mensaje la buena noticia de su ingreso a esta gran empresa- y le tendió la mano -. Gracias al cielo, ella ya estaba entrando en desesperación, no se da una idea del día de locos que tuvimos ayer…Él tomó la mano tendida, aún incrédulo. Pero todo esto era real.Clarisa era una mujer que parecía rondar los cuarenta y cinco años, más alta y robusta que Emma y con cálidos ojos color avellana, en un rostro enmarcado por cabello castaño que llevaba largo hasta los hombros. -El gusto es mío, señorita.-Acompáñeme aquí al lado, le mostraré su oficina y le explicaré las condiciones del
Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró. -Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito. -Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un f