Emma caminaba velozmente hacia su auto de lujo haciendo que se activara a su alrededor un increíble mecanismo humano de personas tratando de seguirle el paso.
Su asistente le acercaba su maletín, mientras el chofer abría rápidamente la puerta del auto para que ella entrara, la cerraba tras ella y luego se dirigía al asiento del conductor. Una empleada preocupada le acercaba su termo de café recién hecho y otra le alcanzaba su abrigo y unos documentos impresos a último momento.Emma Fritz, o "freezer" como la llamaban sus adversarios en los negocios, muchos empleados y hasta sus socios, era una inflexible empresaria, viuda hace casi cinco años, cuando apenas llevaba casada tres años.Su marido había fallecido en un trágico y extraño accidente, que aún se estaba investigando.Pero ella no lo había llorado, en lo absoluto. Karl Fritz había sido socio del padre de Emma, y ella fue entregada como un trofeo para vincular sus empresas, no por afecto de ninguna clase.Más allá de que nunca se habían amado, él además había sido cruel, déspota y maltratador, pésimo en los negocios, derrochador y mujeriego.Los primeros meses de matrimonio, se limitó primero a tomarla por la fuerza desde la noche de bodas a pesar de su virginidad. Le siguió el maltrato verbal. Y luego, cuando ya no quiso fingir más frente a la sociedad, la violencia fue creciendo hasta el daño físico.Cuando él se empezó a aparecer descaradamente con amantes, ella comenzó a su vez a tomar represalias, y a simular que Karl no existía, explorando su sexualidad con otros hombres a pesar del enojo de su marido, y de que él la seguía maltratando, aunque, a causa del desprecio que le producía que se entregara a otros hombres, ya no la visitaba por las noches.Emma encontró en el sexo el placer que su marido le negaba, el escape que necesitaba de la realidad y las sensaciones más poderosas que su cuerpo requería.Esa mañana era todo una verdadera locura. La empresa se caía a pedazos, su padre la presionaba a casarse de nuevo, como si la primera vez hubiera funcionado, y ella tenía ideas novedosas y radicales que estaba segura que salvarían el negocio, pero que los ridículos socios y miembros del directorio, unos dinosaurios misóginos, no tomaban en serio simplemente porque era mujer, y porque estaba allí, según ellos, sólo por la muerte de su marido. Sin contar la fama de "come hombres" con la que solían desprestigiarla a menudo, como si ellos no fueran a su vez hombres promiscuos e infieles. Como si no se acostaran con quien sea mientras tuviera senos.Ella no era en lo absoluto más lujuriosa que ninguno de ellos.Pero claro, era mujer.Y eso era imperdonable.Llegó a la empresa en tiempo récord, bajó del auto corriendo magistralmente en unos tacones altos, con un equilibrio envidiable, y subió al ascensor hacia su oficina.Se había propuesto hacer varios despidos, nuevos contratos, entrevistas, y tenía unas siete reuniones programadas ese día.Se sentó frente a su laptop en una oficina llena de lujos, pero sobria, a consultar cifras, leer currículums, dando pequeños sorbos a su café. Negro, sin azúcar.El día no mejoró en lo absoluto. No había hecho más que lidiar con ineptos, entrevistar sujetos que coqueteaban con ella esperando ganarse un puesto por los atributos incorrectos. Emma no buscaba un hombre para revolcarse, esos le sobraban y sabía muy bien dónde encontrarlos, buscaba alguien inteligente y hábil para los negocios, que apoyara sus ideas y ofreciera garantías a la cofradía de varones que la estaba enloqueciendo. Y que fuera aire fresco empresarial para este sitio que, de lo contrario, se derrumbaría a pedazos.Pero claramente este día tampoco lo habría logrado. Era la jefa absoluta, la heredera de dos imperios, la más inteligente del directorio, pero le arrebataban su autoridad migaja tras migaja, y la despreciaban.Sin embargo, si algo no era Emma, era una mujer débil.Por supuesto que sabía cómo la llamaban en los pasillos: Freezer, la del corazón de hielo. Mejor. Que así lo creyeran, que le temieran al menos si no la querían respetar, que la despreciaran también si querían, por ser libre y más suspicaz que ellos.Por ser la mejor en su trabajo.Pero esta vez no retrocedería, no permitiría que volvieran a pisotearla y humillarla, y no dejaría de pelear por todo aquello que le pertenecía, no sólo por derecho de nacimiento o por haber soportado los abusos de Karl.Le pertenecía sobre todo porque nada existiría si ella no se hubiera hecho cargo de todo, si no hubiera trabajado día y noche por protegerlo todo.Por resguardar todo ese patrimonio.Esos desagradecidos tenían trabajo y dinero gracias a ella.Pero lo olvidaban. Un día, no muy lejano, lo recordarían, aunque sería tarde para ellos.Cuando vio que ya no tenía sentido quedarse allí más tiempo, y que casi todos se habían ido, cerró su laptop y se restregó los ojos, mentalmente agotada.Emma era físicamente todo lo contrario a lo que su carácter transmitía. Menuda y algo delgada debido a que su trabajo la consumía, de aspecto frágil, ojos celeste claro, casi transparentes, que le daban un aspecto inocente, y cabello rubio, casi siempre recogido. A pesar de ser delgada, conservaba las suaves curvas de sus pechos y su trasero, lo que le otorgaba una sensualidad atrayente.Se vestía con elegancia y con joyas para nada ostentosas. Su porte era completamente natural, no necesitaba nada extravagante para lucirse.Tomó sus cosas dispuesta a irse de allí, aunque el cansancio de su mente no se condecía con las necesidades de su cuerpo. Se sintió algo caliente y revisó las oficinas.Ahí estaba, la luz encendida de la oficina del extremo este, la del muchacho generoso de contabilidad con el que ya había tenido un agradable encuentro.Se soltó el cabello y se acercó. Golpeó con suavidad la puerta y nadie respondió. Cuando abrió descubrió que el pobre muchacho se había dormido sobre unos documentos.Le dio ternura, pero también le latía la piel anhelante de caricias, así que le habló para despertarlo.-Señor Mitchel, ¡Despierte! Me temo que se ha quedado dormido en el trabajo.El joven se sobresaltó, enderezándose de golpe.-Lo… lo siento señora Free… Fritz… lo siento… no era mi intención…Ella se apoyó sensualmente sobre el escritorio frente a él, dándole una visión perfecta de su escote. El joven se relamió, recordando su anterior encuentro. Su jefa se transformaba cuando afloraban sus necesidades. Y era hábil y satisfactoria.-¿Cree que pueda hacer algo para compensar su irresponsabilidad, señor Mitchel?El joven se levantó de la silla, rodeó el escritorio y se colocó detrás de ella, pasando las manos lentamente por su cuerpo.-Creo que sí, mi señora, mi jefa, mi diosa… se lo compensaré.El hombre lo miraba con algo de compasión, pero él simplemente cumplía órdenes. -Lo siento, señor Ares, pero lamentablemente estamos buscando alguien con más experiencia… y edad. Realmente… Lo lamento. Ojalá tenga más suerte en su siguiente entrevista. Siempre era lo mismo. A nadie le importaba que se hubiera recibido en tres carreras en un tiempo de récord, con honores, con una tesis premiada, y con todas las becas obtenidas por sus altas calificaciones, becas que le habían permitido ser un experto en su campo. Era joven, pero no tanto, sólo que no había trabajado aún en ninguna empresa, no había tenido la oportunidad, y por eso nadie lo tomaba en serio. Otros jóvenes de su edad habían tenido la suerte de trabajar en las empresas familiares, y por eso tenían más experiencia que él.Desde que tenía memoria, había trabajado en cada cosa que fue necesaria, cuando su padre falleció a causa de un cáncer que lo fulminó en un par de meses, dejándolo, a sus quince años, al lado de su madr
Leonardo llegó primero a OldTree Ind. Era la empresa más importante de su lista y no deseaba llegar sudado y cansado por la bicicleta, así que había elegido presentarse allí antes que en las otras opciones que había marcado en el periódico. Algunas personas que descendían de autos de lujo, lo miraron de manera extraña y despectiva en el estacionamiento, mientras el dejaba su fiel vehículo de dos ruedas, y se dirigía a la recepción. No le importaba, estaba acostumbrado a los prejuicios de la gente. Era un edificio imponente, lleno de lujos y luminoso. No tenía muchas esperanzas con esta entrevista, pero el lugar era realmente lo que él había soñado durante años. Si pudiera trabajar en un lugar así, aunque fuera por unos cuántos meses, miles de puertas se le abrirían. Podría ponerlo como parte de su experiencia y sería genial para él.Se aproximó a la recepcionista, una mujer madura, muy maquillada y vestida con gran elegancia. Ella lo miró de arriba a abajo sin disimulo, torciendo e
Leonardo salió de la oficina de la señora Fritz sintiéndose despertar de un extraño trance, provocado por la presencia etérea de ella. ¿Había conseguido por fin el trabajo de sus vida? ¿O estaba en un extraño sueño producido por un embrujo de su posible jefa?.La voz de Clarisa lo sacó de su ensimismamiento:-Buenos días, señor Ares. Soy Clarisa, es un verdadero gusto conocerlo, Emma me acaba de notificar por mensaje la buena noticia de su ingreso a esta gran empresa- y le tendió la mano -. Gracias al cielo, ella ya estaba entrando en desesperación, no se da una idea del día de locos que tuvimos ayer…Él tomó la mano tendida, aún incrédulo. Pero todo esto era real.Clarisa era una mujer que parecía rondar los cuarenta y cinco años, más alta y robusta que Emma y con cálidos ojos color avellana, en un rostro enmarcado por cabello castaño que llevaba largo hasta los hombros. -El gusto es mío, señorita.-Acompáñeme aquí al lado, le mostraré su oficina y le explicaré las condiciones del
Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró. -Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito. -Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un f
Trabajaron un buen rato, pero avanzaban con eficacia y no sentían el tedio del trabajo. Resultó que se entendían de maravilla en lo que se refería a la empresa y Emma estaba más satisfecha y exultante que nunca.Llena de esperanzas. Leonardo era eficiente, y llevaba años preparándose para ese puesto, lo que se notaba perfectamente. Sin embargo, el tiempo pasaba y ella comenzó a notar su propio cansancio, aunque aún estaban en un horario razonable. No era tan tarde como acostumbraba irse, pero su cuerpo le pasaba factura por tantos días de trabajo extenuante.Se restregó los ojos.Leonardo la miró y sintió pena, se la veía agotada.-Señora Fritz, creo que tenemos suficiente para mañana. Vendré más temprano y puliremos los últimos detalles si está de acuerdo. -Sí… creo que será lo mejor terminar por hoy. Además usted todavía tiene que mudarse a su nuevo hogar. No venga más temprano, no será necesario. Una vez que se haya trasladado, lo terminamos. Programaré la reunión para la tarde
En la mañana, Leonardo y su familia se levantaron más temprano de lo usual. Subieron sus pocas pertenencias al auto nuevo y se dirigieron a su nuevo hogar. Alina miraba por la ventanilla del vehículo con entusiasmo infantil. Su hermano le había prometido durante años, que algún día vivirían en otro lugar mucho mejor y no pasarían más necesidades, y ahora lo había cumplido. Leo se enorgullecía de ser un hombre de honor, único patrimonio de alguien pobre y humilde como él.Pero ahora todo parecía cambiar para él y su familia. Principalmente, su madre, ya bastante mayor y demasiado cansada, no tendría la difícil misión de proveer a sus dos hijos. Llegaron en poco rato al edificio, cerca del centro empresarial y de comercios de la ciudad, y Sara y Alina quedaron con la boca abierta al verlo. Era exactamente como lo imaginaban, como ver alguna de las fotos de las revistas de actualidad que la señora Díaz les regalaba a veces.Se estacionaron cerca de la entrada y Leo detuvo el motor para
Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf
Emma Fritz caminaba hacia la sala de juntas, con toda su elegancia y sensualidad a flor de piel. A su lado, un hombre que no conocían, avanzaba a paso seguro, con el porte imponente de un general romano.Las mujeres que lo veían pasar tenían los ojos brillantes, preguntándose de dónde habría salido semejante ejemplar masculino, cuyo traje elegante no lograba ocultar un físico bien trabajado. Leonardo podía notar todas las miradas puestas en ellos. Pero mientras que él gozaba del beneficio de la duda, no pudo evitar sentirse molesto con el modo en que veían a la señora Fritz. El desprecio en esos ojos lo incomodaba y enfadaba. Independientemente de que ella le había dado una oportunidad y que sin duda Leo estaba en deuda, no veía razón para ese juicio constante al que estaba expuesta.Al llegar a la sala de juntas, Emma tomó aire y abrió la puerta.-Buenos días a todos - dijo aproximándose a la cabecera de la gran mesa, mientras Leonardo la seguía-, quiero presentarles al señor Leonar