Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.
Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró.-Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito.-Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un fantasma. Puro espíritu.Leonardo se rió. Un fantasma muy bonito, si le preguntaran a él.Se quitó esos pensamientos de la cabeza y se acercó a Clarisa.-Bueno, veamos cómo me queda esta ropa.Tomó las bolsas y se encerró en el cuarto de baño.El lugar era amplio, con ducha, bañera y varios espejos. Se quitó el viejo traje y eligió un conjunto de camisa blanca, y traje azul francia con corbata lavanda. Se miró al espejo. Sí que parecía otra persona.Y Clarisa tenía un gran ojo, le quedaba como un guante. Tendría que conseguir luego unos zapatos nuevos. Con tanta novedad, se había olvidado de ese detalle.Se acomodó el cabello y salió.Clarisa lo esperaba aún en lo oficina y lo recorrió por completo con mirada aprobatoria.-Ahora si que pareces un empresario importante de OldTree. Estoy segura de que Emma lo aprobará. Luego te doy los datos de dónde los compré para que veas por tu cuenta. Necesitarás más ropa.Él le sonrió con gratitud. Clarisa era como un torbellino, hablaba con velocidad y actuaba aún más rápido.-Otra cosa. El auto te lo entregarán hoy porque había uno disponible, más tarde te traigo las llaves.-Es excelente, Clarisa. Si me permites, llamaré a mi madre y en cinco minutos voy a la oficina de Emma… lo siento, de la señora Fritz.Clarisa le guiñó el ojo con sonrisa cómplice.-Está bien. No te demores, está nerviosa.Emma lo había mirado irse, apoyada en su escritorio. Sentía la punzada en su ingle, a causa de ese deseo que a menudo la enloquecía.Es que el sexo era lo único bueno e intenso que había tenido en su vida. De no ser por eso, habría enloquecido en su matrimonio con Karl y con todo lo que siguió después.Y Leonardo Ares era la encarnación de un dios griego, tal vez precisamente del mismísimo Ares.Tal vez sería su guerrero y su arma.Se sentó en el sillón de su oficina, supervisando a Clarisa a través del móvil y señalando todos los puntos que deseaba dejar bien claros al contratar a Leonardo.Pero pensar en él la excitaba cada vez más."Tranquila Emma, no puedes echarte encima de él hoy mismo. Tendrás que tener paciencia."Se sentó en su escritorio y le mandó varios correos. Lo podría a prueba ya mismo, no quería perder el tiempo, llevaba meses estancada.Bueno, esta vez había encontrado a alguien por fin. Y estaba segura de que sus instintos no le fallarían.Le estaba cambiando la vida a ese hombre, pero no era sólo por ser generosa. Esperaba que él mismo también la ayudara a cambiar esa realidad insoportable que la tenía atrapada en una empresa con un rumbo que odiaba.Emma tenía ideas, proyectos, planes… todo lo que deseaba era la paz de hacer mejor su trabajo y lo que realmente le gustaba.Ahora, pensando en todo esto, estaba tensa. Miró la hora. Le era imposible escaparse a buscar algo de acción con alguno de sus contactos fuera de la empresa. Y tampoco podía entrar así como así a la misma oficina de la noche anterior. Además, de repente, el señor Mitchel ya no le atraía para nada.Bueno, lo resolvería sola. Abrió uno de sus cajones, escogió el juguete púrpura, el grande, y se metió a su cuarto de baño.Se imaginaba que ese sería aproximadamente el tamaño del señor Ares.Leonardo llamó a su madre al trabajo.-Señora Díaz, ¿Cómo están? Soy Leonardo, busco a mi madre, Sara. ¿Podré hablar con ella?-Hola, Leo, estamos bien, gracia por preguntar. Ahora llamo a tu madre.Tras unos segundos, escuchó su voz:-¿Hijo? ¿Ha pasado algo? No es usual que llames… ¿Estás bien?-Sí, mamá, lo siento. No quise preocuparte. Al contrario. Conseguí un trabajo, el mejor de todos. En la mejor empresa. Te llamo por eso. No necesitas trabajar más. Y tendremos que mudarnos. Te contaré los detalles al volver, ahora tengo poco tiempo. Pero vuelve a casa cuando puedas, y ordenen nuestras cosas con Ali. ¿De acuerdo? ¿Me oíste?-Me… me has dejado muda… ¿es de verdad?-Sí mamá… por fin… debo irme. Nos vemos más tarde. Te quiero.-También te quiero, hijo. Nos vemos.Cuando cortó, tomó su laptop, una libreta para hacer notas, y salió de su oficina. Se topó con Clarisa que iba apurada y con una bolsa grande en una mano y una caja en la otra.-¡Clarisa! Deja que te ayude con algo.-Pues toma esta caja- dijo dándosela-. Es tu nuevo móvil. Ya te dejé agendada a la jefecita y también mi número.-¿Más cosas para mi?-Te aseguro que te será útil para trabajar. Es como una pequeña computadora y con mucha memoria y todo eso…Clarisa golpeó la puerta de la oficina de la señora Fritz.-Adelante.Cuando entraron, Emma estaba en su escritorio, absorta en la laptop. Por alguna razón, llevaba ahora el cabello suelto y algo húmedo, y se la veía más relajada que hace unas horas. Leonardo se dijo s sí mismo que se veía hermosa.Clarisa la miró con algo de reproche y le tocó un mechón húmedo en la frente.-¿Otra vez?-Lo necesitaba. No seas fastidiosa. Deja el almuerzo y a trabajar…-Sí, jefecita.Clarisa salió sonriendo.Emma clavó sus ojos en el.-Perfecto, realmente perfecto. Mucho más acorde a su excelente currículum, señor Ares. Estoy segura que impresionará al resto.-Gracias, señora Fritz. Estoy complacido de trabajar aquí, y de todo lo que ha hecho por mi… y por mi familia.-No hay nada que agradecer, ambos nos beneficiamos. Ahora tome asiento y veamos qué tiene anotado para mi.Él se sentó frente a ella. Apenas lo hizo, su estómago hizo un sonido, traicionando su gran apetito.Leonardo carraspeó y abrió su laptop antes de hablar:-No tuve tanto tiempo de revisar todo lo que me envió, pero…Emma lo interrumpió mientras lo miraba con intensidad.-Lo siento. Imagino que tendrá hambre, señor Ares. Perdí la noción del tiempo. Sírvase primero, y me va contando lo que estuvo ideando, ¿de acuerdo?.-Gracias, señora Fritz.Leonardo abrió la bolsa, tomó un sándwich de pollo, y una botella de agua. Comió unos cuantos bocados con verdadero placer. Estaba bueno, aunque su madre los hacía mejores.Al verlo comer con apetito, Emma también sintió hambre… varios tipos de hambre.Tomó a su vez un sándwich, y comió un poco.-Bueno, le decía que revisé poco más de la mitad. El plan es brillante, sólo hice unas pequeñas correcciones, ínfimas, pero con las que estoy seguro que estará de acuerdo…Trabajaron un buen rato, pero avanzaban con eficacia y no sentían el tedio del trabajo. Resultó que se entendían de maravilla en lo que se refería a la empresa y Emma estaba más satisfecha y exultante que nunca.Llena de esperanzas. Leonardo era eficiente, y llevaba años preparándose para ese puesto, lo que se notaba perfectamente. Sin embargo, el tiempo pasaba y ella comenzó a notar su propio cansancio, aunque aún estaban en un horario razonable. No era tan tarde como acostumbraba irse, pero su cuerpo le pasaba factura por tantos días de trabajo extenuante.Se restregó los ojos.Leonardo la miró y sintió pena, se la veía agotada.-Señora Fritz, creo que tenemos suficiente para mañana. Vendré más temprano y puliremos los últimos detalles si está de acuerdo. -Sí… creo que será lo mejor terminar por hoy. Además usted todavía tiene que mudarse a su nuevo hogar. No venga más temprano, no será necesario. Una vez que se haya trasladado, lo terminamos. Programaré la reunión para la tarde
En la mañana, Leonardo y su familia se levantaron más temprano de lo usual. Subieron sus pocas pertenencias al auto nuevo y se dirigieron a su nuevo hogar. Alina miraba por la ventanilla del vehículo con entusiasmo infantil. Su hermano le había prometido durante años, que algún día vivirían en otro lugar mucho mejor y no pasarían más necesidades, y ahora lo había cumplido. Leo se enorgullecía de ser un hombre de honor, único patrimonio de alguien pobre y humilde como él.Pero ahora todo parecía cambiar para él y su familia. Principalmente, su madre, ya bastante mayor y demasiado cansada, no tendría la difícil misión de proveer a sus dos hijos. Llegaron en poco rato al edificio, cerca del centro empresarial y de comercios de la ciudad, y Sara y Alina quedaron con la boca abierta al verlo. Era exactamente como lo imaginaban, como ver alguna de las fotos de las revistas de actualidad que la señora Díaz les regalaba a veces.Se estacionaron cerca de la entrada y Leo detuvo el motor para
Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf
Emma Fritz caminaba hacia la sala de juntas, con toda su elegancia y sensualidad a flor de piel. A su lado, un hombre que no conocían, avanzaba a paso seguro, con el porte imponente de un general romano.Las mujeres que lo veían pasar tenían los ojos brillantes, preguntándose de dónde habría salido semejante ejemplar masculino, cuyo traje elegante no lograba ocultar un físico bien trabajado. Leonardo podía notar todas las miradas puestas en ellos. Pero mientras que él gozaba del beneficio de la duda, no pudo evitar sentirse molesto con el modo en que veían a la señora Fritz. El desprecio en esos ojos lo incomodaba y enfadaba. Independientemente de que ella le había dado una oportunidad y que sin duda Leo estaba en deuda, no veía razón para ese juicio constante al que estaba expuesta.Al llegar a la sala de juntas, Emma tomó aire y abrió la puerta.-Buenos días a todos - dijo aproximándose a la cabecera de la gran mesa, mientras Leonardo la seguía-, quiero presentarles al señor Leonar
Emma pasó por su oficina a buscar su bolso, y luego fue a buscar a Clarisa. Apenas la vio, la asistente fue incapaz de contenerse.-¿Cómo salió?-Perfectamente, Clari. Aprobaron el plan y esta misma tarde comenzaremos a trabajar en eso con el señor Ares.-¡Maravilloso Emma! Por fin, lo vas a conseguir. Podrás realizar tu sueño y prosperar. Y sacarte de encima a esos neandertales.-Sí… mi padre estaba especialmente cruel hoy, fue muy grosero. -Ese hombre… es tan despreciable. Nunca entenderé que sea capaz de odiar tanto a su propia hija.Emma se encogió de hombros.-Ya estoy acostumbrada, casi no lo escucho. Pero hoy estaba el señor Ares presente. Temo que no le advertí que podía suceder eso… y terminó por estallar.-¿De verdad? Por favor, dime que lo noqueó de un golpe y tu padre quedó babeando en el suelo…-¡Qué locuras dices! ¡Claro que no! Yo estaba en el limbo, ignorándolo como siempre para que no me afecte, total ya habían aprobado el proyecto, que era lo importante. Pero de go
Cuando salió del baño, Sara estaba sirviendo el postre, presumiendo su nueva batidora de pie, mientras Alina se reía de alguna ocurrencia de Clarisa. Emma sonreía con las ideas de su asistente, mientras disfrutaba de la cremosidad de esa preparación llena de calorías. Un par de días más así, y recuperaría pronto sus curvas usuales. Aunque silenciosa, no podía negar que se sentía cómoda allí. Leonardo se sentó, y comió su postre intentando no mirarla.Cuando terminaron, se despidieron para volver al trabajo, no sin que antes de irse, Sara les preparara a Clarisa y Emma unos recipientes para que se llevaran para cenar. Lo que había dicho Leo era cierto: su madre había cocinado casi exageradamente, gracias a que con tantos electrodomésticos, el trabajo era más rápido y facil.Ninguna de las dos se negó.Los tres salieron del departamento, sintiéndose más relajados que cuando habían llegado. Clarisa aligeraba el ambiente en el ascensor, y pronto cada uno estaba camino a las oficinas en
La señora Fritz se había despedido hasta el día siguiente, y Leo se dispuso a ir al gimnasio de su amigo. Saludó a Clarisa, que también iba de salida y se fue.Cuando llegó, Samuel se rió de él sin contenerse. -¿Pero qué fachas son esas, Leo?-No te rías, mira cómo les gusta a las chicas que corren en las cintas…-Pues es verdad, que hasta pareces un hombre rico con ese traje.-He conseguido trabajo, así que vas de suerte, te puedo pagar las cuotas atrasadas.-Son como veinticinco, ¿Estás seguro?.-Pero claro, toma un cheque, verás que tiene fondos. Ahora, si me disculpas, necesito algo de acción. -Mañana lo intentaré cobrar, y si no sirve te exigiré el doble, por bromista.Leonardo se rió pensando en la cara de Sam cuando viera que era buen dinero, y se cambió en los vestuarios. Se entretuvo haciendo ejercicio, exigiéndose al máximo, descargando las tensiones del día. Trepó luego a la pared más alta y cuando bajó, una mujer sinuosa, alta y de cabello rojo, lo abordó. -Hola Leo…
Emma había dormido mejor que en muchos años. Luego de su encuentro con Omar, regresó a su casa, se dio un largo baño relajante, cenó la comida deliciosa que Sara había preparado, y se acostó en su cama muy feliz, casi como si no tuviera problemas.Así que despertó con un semblante relajado, se vistió con la elegancia de siempre, sabiendo que ese día en la empresa seguiría trabajando en su propio proyecto y no en algo que odiaba con todo su ser.Por fin, tras años de esfuerzos, insistencia, y de soportar juicios y maltrato de parte de medio mundo, se encontraba camino al futuro que ansiaba.Estaba de tan buen humor que cuando Clarisa irrumpió sin permiso mientras desayunaba, no se enojó, y la saludó como si nada:-Buenos días, Clari.-Ya veo que son buenos días…- dijo la asistente con mirada suspicaz- ¿Te fue bien ayer con Omar?Emma la miró con una sonrisa cómplice:-Muy bien… ¿acaso estás celosa, Clari?Clarisa fingía fastidio haciendo una cara muy graciosa.-Pues un poco, a decir ve