El hombre lo miraba con algo de compasión, pero él simplemente cumplía órdenes.
-Lo siento, señor Ares, pero lamentablemente estamos buscando alguien con más experiencia… y edad. Realmente… Lo lamento. Ojalá tenga más suerte en su siguiente entrevista.Siempre era lo mismo. A nadie le importaba que se hubiera recibido en tres carreras en un tiempo de récord, con honores, con una tesis premiada, y con todas las becas obtenidas por sus altas calificaciones, becas que le habían permitido ser un experto en su campo.Era joven, pero no tanto, sólo que no había trabajado aún en ninguna empresa, no había tenido la oportunidad, y por eso nadie lo tomaba en serio. Otros jóvenes de su edad habían tenido la suerte de trabajar en las empresas familiares, y por eso tenían más experiencia que él.Desde que tenía memoria, había trabajado en cada cosa que fue necesaria, cuando su padre falleció a causa de un cáncer que lo fulminó en un par de meses, dejándolo, a sus quince años, al lado de su madre y su pequeña hermanita. La mayoría fueron trabajos físicos, que le habían ayudado a obtener una musculatura imponente.Aunque también se ejercitaba cuánto podía junto con sus amigos.Leonardo Ares era alto, moreno, con unos ojos de una negrura profunda, pero llenos de brillo. Su vida hasta ese momento había sido sólo trabajar, y estudiar para obtener un empleo que finalmente los sacara del pozo a él y a su familia.Sin embargo, la inexperiencia le jugaba en contra, aunque estuviera sobrecalificado académicamente para cualquier trabajo.Ese día había sido otro de esos, lleno de desilusiones, tras haber recorrido una docena de oficinas y empresas pequeñas. Se fue pedaleando en su bicicleta hasta la palestra de un amigo, a descargar tensiones escalando antes de regresar a su casa. No le gustaba volver de mal humor, y desquitarse con su familia, que no tenía la culpa de sus frustraciones.Allí mismo, en los vestuarios, se puso la ropa deportiva que siempre llevaba encima y guardó su traje sencillo para lavarlo en casa.Si seguía así, no le quedaría otra opción que volver a sus trabajos como albañil o en la fábrica, ya que los ahorros se agotaban y su madre ya no tenía energía para seguir trabajando como cocinera.Sus músculos perfectos se tensaban sensualmente mientras se desplazaba y oscilaba de una toma a otra de la palestra más compleja, mientras respiraba acompasadamente, disfrutando la adrenalina.Era inevitable que se posaran en él algunas decenas de miradas femeninas llenas de deseo. Leonardo era atractivo como un imán, y su aire misterioso y distante completaba su aura de inusual galán.Pero él llegaba al lugar, saludaba a su amigo Samuel, escalaba hasta no sentir los brazos y se iba. No tenía tiempo para nada más por lo que su experiencia con el sexo femenino era bastante reducida desde siempre, con tímidos encuentros en su adolescencia, y no mucho más.Luego de ejercitar, se duchaba allí mismo, y se iba, otra vez en bicicleta, hasta el edificio cercano donde vivía.Entró a su pequeño departamento y su hermana corrió para saludarlo con un abrazo. Aunque ya era una jovencita, Alana seguía siendo cariñosa con él y se alegraba cuando regresaba luego de todo el día en la calle.-¡Leo! ¿Cómo te fue? ¿Conseguiste algo?-No, Ali… no tuve suerte hoy. Pero no te preocupes, sé que mañana me irá mejor… ¿Mamá ha vuelto?-Sí, está en la cocina preparando la cena… otra vez arroz - agregó poniendo los ojos en blanco.Él se rió.-No seas quisquillosa… te prometo que mañana te traeré algo más.-¿Dulce? Sabes que adoro los dulces… ¿chocolate? ¿Un postre?-Siempre tan golosa… ya no eres una niña pequeña. Pero veré qué te consigo, lo prometo. Iré a ayudarle a mamá…-Yo le ofrecí ayuda… pero me respondió "es sólo arroz, no necesito ayuda, mejor limpia"... y entonces me puse a limpiar. Pero esto es tan pequeño que terminé en pocos minutos y luego me aburría…Leonardo la besó en la frente.-Bien hecho hermanita. Hiciste un gran trabajo.Se fue a la minúscula cocina a ver a su madre, y la encontró concentrada revolviendo y condimentando una vieja olla.-Buenas noches mamá…- le dijo dándole un beso en la mejilla.Ella lo miró, y enseguida supo que había sido otro día difícil.-Mi muchacho… ¿no hubo suerte hoy? No te preocupes, en la mesa dejé el periódico con los avisos de hoy. Me lo dio mi jefe luego de leerlo. Seguro que allí encontrarás algo. En cinco minutos llevo la cena…-Gracias mamá…Él se acercó a la mesa, y se sentó a escudriñar los avisos. Marcó algunos que se veían prometedores y se guardó el periódico.Cenaron en familia mientras Alana relataba sus aventuras en la escuela, y se reían de sus ocurrencias. En medio de todo lo malo, ella era siempre como una luz resplandeciente que le daba fuerzas para seguir.Al terminar la cena, preparó más currículums en su viejo maletín, lavó, secó y planchó su traje, eligió una camisa limpia, y dejó todo listo para recomenzar su odisea temprano por la mañana.En la cocina, su madre preparaba unos bocadillos sencillos para que sus hijos llevaran al día siguiente. No era mucho, pero al menos no pasaban hambre. Leonardo tenía tiempo todavía de encontrar un trabajo a su altura. Su hijo era trabajador e inteligente, capaz de cualquier cosa. Merecía tener todo en el mundo, aunque no había tenido la suerte de otros jóvenes de su edad que ya dirigían empresas por el sólo hecho de haber nacido en una cuna de oro.Pero además era un hombre con un gran y cálido corazón, siempre defendiendo y protegiendo a quienes lo rodeaban, aunque por fuera fingiera ser frío y calculador para que no abusen de su confianza.Desde que era sólo un niño, era capaz de todo por ayudar a un amigo, y aún a desconocidos. Más de una vez había tenido problemas en la escuela, pero era un alumno brillante y siempre dispuesto, por lo que sus profesores lo querían y protegían.Su madre siempre había pensado que era demasiado bueno para este mundo.Aunque ese inmenso corazón también lo había hecho ganar afectos por todos lados. Amigos que siempre estaban y los habían ayudado. Leo había trabajado en cada tienda y negocio del barrio, por lo que siempre recibían la generosidad de quienes lo querían con cariño sincero. Nunca habían pasado hambre porque siempre alguien tendía una mano con aquello que podían compartir, aunque fuera un poco de arroz.¿Cómo no estar orgullosa de su hijo? Sólo faltaba que consiguiera el trabajo de sus sueños, que el destino le diera al fin la oportunidad que se merecía.Leonardo sólo anhelaba alejar a su familia de la pobreza, demostrar que estaba preparado para lo que fuera, sacar a su madre de un trabajo que la consumía, y que su hermana tuviera las oportunidades que él no había tenido a su edad.Leonardo llegó primero a OldTree Ind. Era la empresa más importante de su lista y no deseaba llegar sudado y cansado por la bicicleta, así que había elegido presentarse allí antes que en las otras opciones que había marcado en el periódico. Algunas personas que descendían de autos de lujo, lo miraron de manera extraña y despectiva en el estacionamiento, mientras el dejaba su fiel vehículo de dos ruedas, y se dirigía a la recepción. No le importaba, estaba acostumbrado a los prejuicios de la gente. Era un edificio imponente, lleno de lujos y luminoso. No tenía muchas esperanzas con esta entrevista, pero el lugar era realmente lo que él había soñado durante años. Si pudiera trabajar en un lugar así, aunque fuera por unos cuántos meses, miles de puertas se le abrirían. Podría ponerlo como parte de su experiencia y sería genial para él.Se aproximó a la recepcionista, una mujer madura, muy maquillada y vestida con gran elegancia. Ella lo miró de arriba a abajo sin disimulo, torciendo e
Leonardo salió de la oficina de la señora Fritz sintiéndose despertar de un extraño trance, provocado por la presencia etérea de ella. ¿Había conseguido por fin el trabajo de sus vida? ¿O estaba en un extraño sueño producido por un embrujo de su posible jefa?.La voz de Clarisa lo sacó de su ensimismamiento:-Buenos días, señor Ares. Soy Clarisa, es un verdadero gusto conocerlo, Emma me acaba de notificar por mensaje la buena noticia de su ingreso a esta gran empresa- y le tendió la mano -. Gracias al cielo, ella ya estaba entrando en desesperación, no se da una idea del día de locos que tuvimos ayer…Él tomó la mano tendida, aún incrédulo. Pero todo esto era real.Clarisa era una mujer que parecía rondar los cuarenta y cinco años, más alta y robusta que Emma y con cálidos ojos color avellana, en un rostro enmarcado por cabello castaño que llevaba largo hasta los hombros. -El gusto es mío, señorita.-Acompáñeme aquí al lado, le mostraré su oficina y le explicaré las condiciones del
Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró. -Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito. -Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un f
Trabajaron un buen rato, pero avanzaban con eficacia y no sentían el tedio del trabajo. Resultó que se entendían de maravilla en lo que se refería a la empresa y Emma estaba más satisfecha y exultante que nunca.Llena de esperanzas. Leonardo era eficiente, y llevaba años preparándose para ese puesto, lo que se notaba perfectamente. Sin embargo, el tiempo pasaba y ella comenzó a notar su propio cansancio, aunque aún estaban en un horario razonable. No era tan tarde como acostumbraba irse, pero su cuerpo le pasaba factura por tantos días de trabajo extenuante.Se restregó los ojos.Leonardo la miró y sintió pena, se la veía agotada.-Señora Fritz, creo que tenemos suficiente para mañana. Vendré más temprano y puliremos los últimos detalles si está de acuerdo. -Sí… creo que será lo mejor terminar por hoy. Además usted todavía tiene que mudarse a su nuevo hogar. No venga más temprano, no será necesario. Una vez que se haya trasladado, lo terminamos. Programaré la reunión para la tarde
En la mañana, Leonardo y su familia se levantaron más temprano de lo usual. Subieron sus pocas pertenencias al auto nuevo y se dirigieron a su nuevo hogar. Alina miraba por la ventanilla del vehículo con entusiasmo infantil. Su hermano le había prometido durante años, que algún día vivirían en otro lugar mucho mejor y no pasarían más necesidades, y ahora lo había cumplido. Leo se enorgullecía de ser un hombre de honor, único patrimonio de alguien pobre y humilde como él.Pero ahora todo parecía cambiar para él y su familia. Principalmente, su madre, ya bastante mayor y demasiado cansada, no tendría la difícil misión de proveer a sus dos hijos. Llegaron en poco rato al edificio, cerca del centro empresarial y de comercios de la ciudad, y Sara y Alina quedaron con la boca abierta al verlo. Era exactamente como lo imaginaban, como ver alguna de las fotos de las revistas de actualidad que la señora Díaz les regalaba a veces.Se estacionaron cerca de la entrada y Leo detuvo el motor para
Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf
Emma Fritz caminaba hacia la sala de juntas, con toda su elegancia y sensualidad a flor de piel. A su lado, un hombre que no conocían, avanzaba a paso seguro, con el porte imponente de un general romano.Las mujeres que lo veían pasar tenían los ojos brillantes, preguntándose de dónde habría salido semejante ejemplar masculino, cuyo traje elegante no lograba ocultar un físico bien trabajado. Leonardo podía notar todas las miradas puestas en ellos. Pero mientras que él gozaba del beneficio de la duda, no pudo evitar sentirse molesto con el modo en que veían a la señora Fritz. El desprecio en esos ojos lo incomodaba y enfadaba. Independientemente de que ella le había dado una oportunidad y que sin duda Leo estaba en deuda, no veía razón para ese juicio constante al que estaba expuesta.Al llegar a la sala de juntas, Emma tomó aire y abrió la puerta.-Buenos días a todos - dijo aproximándose a la cabecera de la gran mesa, mientras Leonardo la seguía-, quiero presentarles al señor Leonar
Emma pasó por su oficina a buscar su bolso, y luego fue a buscar a Clarisa. Apenas la vio, la asistente fue incapaz de contenerse.-¿Cómo salió?-Perfectamente, Clari. Aprobaron el plan y esta misma tarde comenzaremos a trabajar en eso con el señor Ares.-¡Maravilloso Emma! Por fin, lo vas a conseguir. Podrás realizar tu sueño y prosperar. Y sacarte de encima a esos neandertales.-Sí… mi padre estaba especialmente cruel hoy, fue muy grosero. -Ese hombre… es tan despreciable. Nunca entenderé que sea capaz de odiar tanto a su propia hija.Emma se encogió de hombros.-Ya estoy acostumbrada, casi no lo escucho. Pero hoy estaba el señor Ares presente. Temo que no le advertí que podía suceder eso… y terminó por estallar.-¿De verdad? Por favor, dime que lo noqueó de un golpe y tu padre quedó babeando en el suelo…-¡Qué locuras dices! ¡Claro que no! Yo estaba en el limbo, ignorándolo como siempre para que no me afecte, total ya habían aprobado el proyecto, que era lo importante. Pero de go