Leonardo llegó primero a OldTree Ind. Era la empresa más importante de su lista y no deseaba llegar sudado y cansado por la bicicleta, así que había elegido presentarse allí antes que en las otras opciones que había marcado en el periódico.
Algunas personas que descendían de autos de lujo, lo miraron de manera extraña y despectiva en el estacionamiento, mientras el dejaba su fiel vehículo de dos ruedas, y se dirigía a la recepción. No le importaba, estaba acostumbrado a los prejuicios de la gente.Era un edificio imponente, lleno de lujos y luminoso. No tenía muchas esperanzas con esta entrevista, pero el lugar era realmente lo que él había soñado durante años.Si pudiera trabajar en un lugar así, aunque fuera por unos cuántos meses, miles de puertas se le abrirían. Podría ponerlo como parte de su experiencia y sería genial para él.Se aproximó a la recepcionista, una mujer madura, muy maquillada y vestida con gran elegancia. Ella lo miró de arriba a abajo sin disimulo, torciendo el gesto. Sí, Leonardo era perfectamente consciente de que su traje era demasiado simple. Pero cumplía su función.-Buenos días, señor ¿Qué se le ofrece?-Buenos días, señorita. Vengo por este anuncio del periódico. -le dijo tendiéndole la hoja marcada con bolígrafo - ¿Sería tan amable de indicarme cómo llegar a la oficina de recursos humanos?La mujer miró el papel en el anuncio que Leonardo señalaba.-Claro, enseguida lo anuncio, señor…-Ares… Leonardo Ares.-Señor Ares. Perfectamente. Enseguida le aviso a la señora Fritz.Leo la miró extrañado.-¿La señora Fritz? ¿Emma Fritz?-Sí. Está haciendo las entrevistas personalmente - agregó la mujer poniendo cara de reprobación -, no confía en nadie para eso. Hace meses que no consiguen lo que ella busca, así que decidió hacerlo ella misma… - terminó con un bufido despectivo.-Claro. Gracias.La mujer hizo una llamada mientras él esperaba de pie. Por supuesto que, como hombre que se actualizaba constantemente sobre el mundo de los negocios, había oído mucho de Emma Fritz, la poderosa empresaria dueña de un imperio, otra joven afortunada de familia rica que nunca había tenido que esforzarse para tener dinero. Otra niña mimada y seguramente soberbia, a juzgar por la expresión de la recepcionista. Pero no le importaba. Él conocía muy bien las mejoras que ella había impulsado en sus empresas luego de enviudar y cómo había rescatado el negocio de la quiebra segura, por lo que, aunque la señora Fritz había tenido suerte naciendo en cuna de oro y casándose con un millonario, no era una improvisada y era excelente en su trabajo.Leonardo observaba la impecable vestimenta de cada una de las personas que entraban y salían del enorme vestíbulo, y se dio cuenta de cuánto desentonaba. Nunca había prestado atención especial a eso, pero ahora, en este lugar que emanaba poder, tan cerca de la posibilidad de cumplir sus metas, se sintió abrumado. No, no tenía ninguna oportunidad allí.Iba a dar media vuelta, cuando la voz de la recepcionista lo alcanzó:-Señor Ares, la señora Fritz lo espera en su oficina. Por el ascensor del centro, último piso, oficina uno.Él tragó. Bien, estaba en el baile, entonces a bailar.Qué comience el espectáculo.-Gracias señorita.Mientras subía en el ascensor, se recompuso y recuperó la confianza. No había nadie mejor que él para ese puesto. Nadie. Y si la señora Fritz no lo veía, es que era menos inteligente de lo que Leonardo pensaba.Se acercó a la oficina que le habían indicado, y golpeó ligeramente la puerta con los nudillos.Se escuchó una voz cantarina y suave, pero muy firme:-Adelante.Leo abrió la puerta. Emma Fritz estaba sentada en el centro de su lujosa oficina de enormes ventanales, detrás de un escritorio enorme que la hacía ver pequeña y frágil. No se parecía en nada a la imagen mental que tenía de ella. Parecía un hada etérea de ojos transparentes y piel casi translúcida. Era como mirar directamente las alas de una mariposa que se cruzaba frente al sol.Lo miró y sonrió por cordialidad. Llevaba el muy largo cabello clarísimo, recogido en una coleta. Vestía camisa de seda blanca escotada y una falda muy simple, de color púrpura claro. Aunque llevaba ropa menos exuberante y ostentosa que la de la recepcionista, lucía más elegante.-Adelante, señor Ares. Tome asiento.Él se sentó. Ella lo escrutó con disimulo mientras le pedía con una voz de mando a la que era imposible negarse:-¿Sería tan amable de alcanzarme su currículum?Algo en esa voz le impedía resistirse. Sin duda como jefa debía ser una mujer de cuidado.-Por supuesto, aquí lo tiene.El hombre frente a ella era joven. Mucho más de lo que esperaba ver. Era musculoso, se podía adivinar debajo de ese traje horrible y barato. Pero lo más increíble eran sus ojos, de una profundidad inaudita y estremecedora. Emma sintió cómo sus entrañas palpitaban de deseo.Se enfocó en la lectura durante unos minutos. Lo que tenía en sus manos era oro puro. Este hombre era precisamente lo que necesitaba su empresa, sangre joven y preparada para los negocios.Lo miró de nuevo. Con el traje adecuado, y si se aseguraba su fidelidad, era imposible que el directorio se atreviera a desafiarla cuando presentaran un nuevo plan con él a su lado. Luciría imponente, intimidante y poderoso. Sería como un semidiós guardián.También lo imaginó sin ropa y enrojeció. Le resultaba imposible controlar sus apetitos cuando se trataba de hombres así.Lo quería para ella, por completo. Para su empresa y para su cama.Y lo conseguiría.-Realmente un currículum impresionante, señor Ares. Aunque no tiene usted ninguna experiencia, lo que no me disgusta, pero me extraña, considerando las maravillas que leo aquí sobre usted y su tesis, y las recomendaciones de sus profesores… ¿Tiene alguna explicación para esto? Me encantaría oírla.Él dudo. Necesitaba trabajar allí. Podría inventar alguna excusa que sonara verosímil, o sencillamente decirle la verdad.Cuando la miró a los ojos, supo que a la señora Fritz le gustaba más la verdad.-Seré sincero, señora Fritz. Me he visto obligado a trabajar desde muy joven a causa de la muerte de mi padre, y aunque gracias a mis esfuerzos he logrado gran crecimiento académico, me tuve que conformar durante años con trabajos… de cualquier tipo. No me fue posible concentrarme en elegir sólo aquellos que se relacionaran con la administración.Eso explicaba sus manos grandes y sus numerosas callosidades. Excitantes callosidades que Emma imaginó rozando y erizando su piel.Ese hombre le gustaba, era diferente.-¿Tiene familia, señor Ares?- indagó.-Sí. Mi madre y mi hermana menor.Un hombre preocupado por su familia.Lo miró a los ojos antes de lanzar su última pregunta, a pesar de que ella ya había tomado una decisión:-¿Por qué cree que merece este empleo?-Porque soy el mejor. Porque haré lo que sea por su empresa, y me consta, por lo que he leído, que necesita ayuda.-Me gusta para este empleo. Pero si lo contrato, sin experiencia, puede que tenga problemas con el resto del directorio… correría un riesgo… sólo por usted. ¿Es capaz de valorar el riesgo que voy a correr, señor Ares?Él lo miró intrigado. Ella parecía decir la verdad respecto al directorio. Por eso no dudó cuando le respondió:-Lo valoro, señora Fritz. Soy consciente de mi falta de experiencia. Pero si lo hace, si me contrata, estaré siempre en deuda con usted. Sepa que me enorgullece saber que soy un hombre leal.Era justo lo que Emma deseaba oír.-Perfecto señor Ares, entonces está contratado. Y necesito que comience hoy mismo. Mi asistente, Clarisa, se encargará de ofrecerle todos los detalles y ayudarlo a acomodarse.Ella escribió un mensaje en su móvil, se puso de pie, y él pudo ver que, aunque delgada y menuda, tenía un cuerpo muy sensual.Emma le dio la vuelta al escritorio, y le tendió la mano.-Bienvenido a OldTree Inc. señor Ares.Él tomo la pequeña mano y sintió una electricidad. Esa mujer era más peligrosa de lo que parecía.Y acababa de hacer algo que se parecía a un juramento de lealtad que era incapaz de quebrar.-Gracias, señora Fritz.Leonardo salió de la oficina de la señora Fritz sintiéndose despertar de un extraño trance, provocado por la presencia etérea de ella. ¿Había conseguido por fin el trabajo de sus vida? ¿O estaba en un extraño sueño producido por un embrujo de su posible jefa?.La voz de Clarisa lo sacó de su ensimismamiento:-Buenos días, señor Ares. Soy Clarisa, es un verdadero gusto conocerlo, Emma me acaba de notificar por mensaje la buena noticia de su ingreso a esta gran empresa- y le tendió la mano -. Gracias al cielo, ella ya estaba entrando en desesperación, no se da una idea del día de locos que tuvimos ayer…Él tomó la mano tendida, aún incrédulo. Pero todo esto era real.Clarisa era una mujer que parecía rondar los cuarenta y cinco años, más alta y robusta que Emma y con cálidos ojos color avellana, en un rostro enmarcado por cabello castaño que llevaba largo hasta los hombros. -El gusto es mío, señorita.-Acompáñeme aquí al lado, le mostraré su oficina y le explicaré las condiciones del
Clarisa se asomó por la puerta. Leo soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta.Al parecer su nueva jefa lo ponía nervioso.-Pase, Clarisa.Ella entró. -Primero, decidí que prefiero que nos tuteemos. Me estoy sintiendo anciana con todo esto de "usted"- eso hizo sonreír a Leo.-De acuerdo. Pasa, Clarisa.-Muy bien. Segundo, aquí traigo un par de trajes para que te cambies. Y tercero, una vez que te cambies, Emma quiere que vayas a su oficina. Yo les llevaré para que almuercen allí mientras trabajan. Quiere presentar algunos puntos de su plan mañana mismo. La pobre ha estado tan ansiosa que apenas prueba bocado…-Si conociera a mi madre… es la mejor cocinando. Sería imposible para cualquiera resistirse a comer lo que ella prepara. No tengo idea cómo lo logra, pero hasta lo más simple le sale exquisito. -Pues me lo anoto. Y espero que pronto traigas algo preparado por tu madre, a ver si con eso convenzo a Emma para que coma un poco más. Que ya se está pareciendo a un f
Trabajaron un buen rato, pero avanzaban con eficacia y no sentían el tedio del trabajo. Resultó que se entendían de maravilla en lo que se refería a la empresa y Emma estaba más satisfecha y exultante que nunca.Llena de esperanzas. Leonardo era eficiente, y llevaba años preparándose para ese puesto, lo que se notaba perfectamente. Sin embargo, el tiempo pasaba y ella comenzó a notar su propio cansancio, aunque aún estaban en un horario razonable. No era tan tarde como acostumbraba irse, pero su cuerpo le pasaba factura por tantos días de trabajo extenuante.Se restregó los ojos.Leonardo la miró y sintió pena, se la veía agotada.-Señora Fritz, creo que tenemos suficiente para mañana. Vendré más temprano y puliremos los últimos detalles si está de acuerdo. -Sí… creo que será lo mejor terminar por hoy. Además usted todavía tiene que mudarse a su nuevo hogar. No venga más temprano, no será necesario. Una vez que se haya trasladado, lo terminamos. Programaré la reunión para la tarde
En la mañana, Leonardo y su familia se levantaron más temprano de lo usual. Subieron sus pocas pertenencias al auto nuevo y se dirigieron a su nuevo hogar. Alina miraba por la ventanilla del vehículo con entusiasmo infantil. Su hermano le había prometido durante años, que algún día vivirían en otro lugar mucho mejor y no pasarían más necesidades, y ahora lo había cumplido. Leo se enorgullecía de ser un hombre de honor, único patrimonio de alguien pobre y humilde como él.Pero ahora todo parecía cambiar para él y su familia. Principalmente, su madre, ya bastante mayor y demasiado cansada, no tendría la difícil misión de proveer a sus dos hijos. Llegaron en poco rato al edificio, cerca del centro empresarial y de comercios de la ciudad, y Sara y Alina quedaron con la boca abierta al verlo. Era exactamente como lo imaginaban, como ver alguna de las fotos de las revistas de actualidad que la señora Díaz les regalaba a veces.Se estacionaron cerca de la entrada y Leo detuvo el motor para
Emma llegó al edificio de OldTree igual que siempre. Los escasos empleados que también llegaban temprano, se apartaban a su paso y la miraban con una extraña mezcla de temor y desprecio. Se encaminó con rapidez a su oficina, y notó, al pasar frente a su puerta, que el señor Ares había llegado antes que ella.El hombre era un prospecto prometedor.Golpeó suavemente la puerta y escuchó. -Adelante, Clarisa, pasa.Ella se asomó manteniendo el rostro inexpresivo.-Soy yo, señor Ares.Leonardo se puso de pie como impulsado por un resorte.-Em… digo, señora Fritz, buenos días. Luce radiante esta mañana.-Gracias, señor Ares, usted también.Emma se mordió levemente el labio inferior, creyendo pasar desapercibida, pero la mirada aguda de Leo detectó el movimiento, y un sentimiento extraño se instaló en su bajo vientre.Ella había sido sincera. Leonardo llevaba un traje gris perla con camisa negra y corbata lila oscuro que contrastaba magníficamente con su piel tostada y su cabello negro perf
Emma Fritz caminaba hacia la sala de juntas, con toda su elegancia y sensualidad a flor de piel. A su lado, un hombre que no conocían, avanzaba a paso seguro, con el porte imponente de un general romano.Las mujeres que lo veían pasar tenían los ojos brillantes, preguntándose de dónde habría salido semejante ejemplar masculino, cuyo traje elegante no lograba ocultar un físico bien trabajado. Leonardo podía notar todas las miradas puestas en ellos. Pero mientras que él gozaba del beneficio de la duda, no pudo evitar sentirse molesto con el modo en que veían a la señora Fritz. El desprecio en esos ojos lo incomodaba y enfadaba. Independientemente de que ella le había dado una oportunidad y que sin duda Leo estaba en deuda, no veía razón para ese juicio constante al que estaba expuesta.Al llegar a la sala de juntas, Emma tomó aire y abrió la puerta.-Buenos días a todos - dijo aproximándose a la cabecera de la gran mesa, mientras Leonardo la seguía-, quiero presentarles al señor Leonar
Emma pasó por su oficina a buscar su bolso, y luego fue a buscar a Clarisa. Apenas la vio, la asistente fue incapaz de contenerse.-¿Cómo salió?-Perfectamente, Clari. Aprobaron el plan y esta misma tarde comenzaremos a trabajar en eso con el señor Ares.-¡Maravilloso Emma! Por fin, lo vas a conseguir. Podrás realizar tu sueño y prosperar. Y sacarte de encima a esos neandertales.-Sí… mi padre estaba especialmente cruel hoy, fue muy grosero. -Ese hombre… es tan despreciable. Nunca entenderé que sea capaz de odiar tanto a su propia hija.Emma se encogió de hombros.-Ya estoy acostumbrada, casi no lo escucho. Pero hoy estaba el señor Ares presente. Temo que no le advertí que podía suceder eso… y terminó por estallar.-¿De verdad? Por favor, dime que lo noqueó de un golpe y tu padre quedó babeando en el suelo…-¡Qué locuras dices! ¡Claro que no! Yo estaba en el limbo, ignorándolo como siempre para que no me afecte, total ya habían aprobado el proyecto, que era lo importante. Pero de go
Cuando salió del baño, Sara estaba sirviendo el postre, presumiendo su nueva batidora de pie, mientras Alina se reía de alguna ocurrencia de Clarisa. Emma sonreía con las ideas de su asistente, mientras disfrutaba de la cremosidad de esa preparación llena de calorías. Un par de días más así, y recuperaría pronto sus curvas usuales. Aunque silenciosa, no podía negar que se sentía cómoda allí. Leonardo se sentó, y comió su postre intentando no mirarla.Cuando terminaron, se despidieron para volver al trabajo, no sin que antes de irse, Sara les preparara a Clarisa y Emma unos recipientes para que se llevaran para cenar. Lo que había dicho Leo era cierto: su madre había cocinado casi exageradamente, gracias a que con tantos electrodomésticos, el trabajo era más rápido y facil.Ninguna de las dos se negó.Los tres salieron del departamento, sintiéndose más relajados que cuando habían llegado. Clarisa aligeraba el ambiente en el ascensor, y pronto cada uno estaba camino a las oficinas en