La voz

Se me cayó el teléfono de las manos, el cuál al golpear contra el piso hizo un fuerte alboroto, alertando a Gaeil que vino corriendo preocupado.

—¡Annie, qué pasa! —preguntó. Yo no podía hablar, estaba temblando, muda y presa del terror. No podía ser cierto... No podía... Era imposible, que esto esté pasando...

Gaeil tomó el teléfono y atendió.

—¿Quién habla? —preguntó. Cuando le respondieron del otro lado Gaeil también se paralizó, unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y muy pronto se convirtieron en un llanto desconsolado—. ¡No haga ese tipo de bromas, por favor! ¡Mi hermano está muerto! ¡Murió con honor en Kuwait!

Sin embargo, continuó sosteniendo el teléfono mientras aquella persona continuaba hablándole del otro lado. Gaeil continuó llorando desconsoladamente mientras yo seguía en estado de shock.

—¿Eres tú? ¿En verdad eres tú? —preguntó Gaeil. Nuevamente dejó salir un sollozo—. No puedo creerlo... No puede...

El llanto no lo dejaba hablar; asintió mientras las lágrimas le
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