Kentin se acercó con cuidado a la cama; yo seguía ayudándolo como podía aunque su peso corporal ya estaba empezando a cansarme. Se sentó en el borde de la cama y me miró. Yo lo imité.—Aún no puedo creer que estés en casa —dije con lágrimas contenidas. Kentin me sonrió, la primera sonrisa que veía en él luego de todo este día tan movido.Esperaba que dijera algo, pero simplemente se mantuvo callado; observando sus manos entrelazadas en sus dedos y jugando obsesivamente con su anillo de casado. Recordé lo que Thomas me había dicho durante la fiesta de bienvenida. «Kentin va a necesitar mucho apoyo psicológico, y sobre todo, paz y tranquilidad».¿Cómo iba a darle paz y tranquilidad a mi esposo con mis hijos y sus problemas? ¿Con los berrinches de Catrina, los llantos de William? El único tranquilo era Dante, pero mis dos hijos mayores se peleaban todo el tiempo y no había forma de calmarlos.—Habla conmigo —supliqué. Kentin levantó la mirada de sus manos y dirigió sus ojos a los míos.—
No nos fue fácil, ni para Gaeil o para para mí, acondicionar la casa para Kentin. Dado que ahora tenía sólo una pierna tuvimos que instalar otro pasamanos en la escalera para él y otro más en la ducha, para que él pueda sostenerse al momento de bañarse.En el registro civil se negaban a anular la defunción de Kentin, ni con todos mis recursos como abogada, enumerando artículos que preveían este tipo de situaciones e incluso amenazando con iniciarles un hábeas data... Hasta que tuve que llevar a uno de los empleados a casa para que vea, con sus propios ojos, que no mentía. Así, y sólo entonces, registraron a mi esposo como persona viva. Volví muy enojada de ese lugar pero con el certificado de defunción de Kentin anulado en mi mano derecha y varias copias de este en la izquierda.Tuve que llamar a la compañía de seguros, a la obra social, al cementerio para quitar la lápida que tenía el nombre de mi esposo, desenterrar el cajón y devolverlo a la funeraria... El mes se había ido de trám
La llegada del otoño trajo consigo una congestión nasal en todos los que conocía, incluidos mis hijos y yo. Los chicos no podían ir al colegio en esas condiciones, así que se quedaron en casa hasta que se les pase la enfermedad; evitaba que Dante esté con sus hermanos, por miedo a que él también se contagie, pero mi hijo menor lloraba a través de la puerta de sus habitaciones, pidiendo por ellos. Así que tuve que ceder, con la única condición que tanto Liam como Catrina usen barbijo en su presencia. Yo también había caído enferma por culpa de los cambios de temperatura. Era una cosa de locos, por la mañana hacía tanto frío que el vidrio de la camioneta estaba congelado, llegado el mediodía hasta las seis hacía un calor tan insoportable que tenía que estar con ropas livianas y una vez que caía el Sol volvía el frío. Así no había cuerpo que aguante. Kentin, harto de vivir de arriba como él decía, se había concentrado en pedir la reincorporación al ejército, aunque sea de instructor o
Las primeras semanas luego de dejar a Kentin en el Centro de Recuperación fueron un completo infierno. Catrina no me hacía caso en absolutamente nada, ya no sabía cómo controlarla, hasta que se me ocurrió una idea.En la siguiente visita semanal en la que fuimos al Centro a ver a mi esposo, le hablé de la mala actitud de Catrina. Mi esposo respondió como había imaginado que lo haría: Miró a su hija con sus ojos verdes encendidos fuego y le dijo sólo cuatro palabras: hazle caso a tu madre. Bastó eso para que Catrina sea mucho más dócil.Aunque siendo sinceros, mi hija se veía decaída, sus notas habían bajado y según su maestra de ballet ya no tenía las mismas energías ni ganas de bailar. Algo estaba pasando.Pedí hablar con la psicóloga del colegio, una mujer muy amable llamada Mabel que me atendió en su despacho, debía de tener unos cuantos años más que yo, pues no aparentaba más de cuarenta; tenía el cabello castaño, de corte medio, y muy bonitos ojos verdes, delgada y andar seguro.
Chester y Gaeil organizaron una fiesta de bienvenida para mi esposo en casa del pelirrojo. Allison había acondicionado el quincho de su casa para que todos pudiéramos entrar, en especial Brais y Kentin, quienes habían hecho muy buenas migas. Catherine y Dylan estaban enormes, habían crecido varios centímetros en los últimos meses que no los había visto, y ya estaban preparándose para la universidad.La casa de los Rhodes quedaba en los suburbios, en uno de los barrios nuevos que empresas constructoras habían edificado; era de color marrón, incluido el techo a dos aguas, las paredes eran más claras que las tejas y las persianas combinaban con el tejado. Lo único que rompía la monotonía del marrón era la puerta, de color rojo oscuro. El jardín estaba lleno de flores bien cuidadas, se notaba que Allison les ponía especial atención, había árboles sin hojas a causa del invierno y una bonita galería con un sofá de jardín.Era de un solo piso pero con sótano, donde Dylan tenía su habitación,
Recibimos el segundo cumpleaños de Dante con una nevada torrencial. Aprovechamos para hacer un muñeco de nieve y jugar hasta que se perdió el Sol, era la primera vez que mis hijos disfrutaban de la belleza de la nieve e insistían en que la llevemos dentro de la casa para que puedan seguir jugando. Recuerdo que Catrina lloró cuando vio en lo que se esa maravilla blanca y helada se convertía con el calor. —¡Pero Olaf estaba vivo! —lloraba. —Pero yo no soy Elsa, mi amor —le dije para consolarla; Kentin no lo pensó dos veces y fabricó un Olaf "no derretible" con algodón y relleno de peluche. Creo que Catrina nunca había estado tan feliz. Un par de meses después, con la llegada de la primavera, Chester dio su audición para La Voz, había decidido hacer su propia versión en Metal de Bohemian Rhapsody, esto incluía tanto guitarras eléctricas como baterías y su voz ocupando el lugar de Freddie Mercury. No había querido mostrarnos el resultado hasta el día de la audición, alegando que iba a
No terminaba de salir de mi asombro. Parpadeé varias veces cuando Carol habló del amigo imaginario de mi hijo, pero Dante le respondió con toda naturalidad.—Está muy bien, gracias —dijo con una sonrisa. Carol me miró con un gesto amable en sus ojos.—Creo que necesita respuestas, señora —dijo Carol. Yo asentí.—Y muchas —murmuré.Carol tomó tres vasos y los llenó con jugo de cítricos, al parecer iba a ser una charla muy larga.—Dante es un niño de cristal —empezó.—¿Un qué? —pregunté.—Cada cierto tiempo, generalmente cuando algo muy malo está a punto de suceder a nivel mundial, nacen niños con características especiales; Dante es uno de ellos. Los niños de cristal son la nueva generación de niños índigo, son prodigios en todo lo que hacen, pero una gran bendición conlleva también una gran maldición —continúo Carol mientras nos servía jugo a mi hijo y a mí—. Dante será un niño que tendrá que crecer a la fuerza, muy solitario y callado, por eso será objeto de burla más adelante cuando
Estaba harto de escuchar a mi hermana llorar todo el tiempo, sabía que la había traicionado al haberme confiado su secreto, pero no podía ver cómo se destruía la vida de brazos cruzados y no hacer nada. Todo por culpa de ese maldito ballet.Era la mejor bailarina de la clase, yo la había visto bailar un millón de veces y bailaba realmente bien, pero su maestra de danza no quería ponerla como primera bailarina por sus atributos femeninos. Había heredado el busto y el trasero de mi madre y una prima ballerina no podía tener tanto pecho. Entonces la relegaban a papeles menos importantes como parte del cuerpo de ballet. Todavía no había tenido ninguna variación importante y no la dejaban competir en las intra escolares justamente por su cuerpo poco convencional para una bailarina.Tomé mi saxo y lo afiné para empezar a practicar, me coloqué los auriculares y abrí Spotify. Elegí mi selección de temas y en mis oídos empezó a reproducirse Ain't No Sunshine, aunque mis labios y pulmones expre