El despertador interrumpió mi sueño, tanteé la mesa de luz al costado de mi cama hasta que lo encontré y apagué el molesto sonido. Regresé el brazo bajo las sábanas.No quería ir al colegio... Hoy tenía examen de algebra y no había estudiado absolutamente nada... Tenía una chuleta guardada en la cartuchera pero no estaba segura sobre si usarla o no. La profesora ya me había descubierto una y me había perdonado la vida al no informar nada, pero me dejó bastante claro que ello no volvería a ocurrir. Si decidía hacer trampa seguramente aprobaba... Pero me exponía a una sanción grave, equivalente a no ser aceptada el año entrante en el mismo colegio.Honestamente, la educación básica no me importaba. Pero debía terminar mis estudios si quería entrar en el American Ballet de Nueva York, era uno de los requisitos mínimos, además de tener un currículum respetable, tener conocimientos mínimos de francés y no ser mayor de dieciocho años. Aunque también el Ballet de Bolshoi, Viena y el Royal Ba
—Dante... Dante, despierta —susurró mamá más allá de las penumbras. Me moví en las sábanas, intentando seguir durmiendo. Estaba soñando que iba a Hogwarts, mi mamá me había prestado los libros de Harry Potter y me había quedado prendado de ellos, alucinando con las clases de Encantamientos y los pasillos del castillo.—Mmmmm... —gruñí, no quería despertar, estaba muy cómodo en mi camita.—Arriba, gordito. Te tengo algo especial —susurró. Abrí los ojos con lentitud, el rostro de mamá se fue materializando hasta que dejó de ser una mancha borrosa para definirse en toda su hermosura. Papá estaba con ella y tenían una enorme caja forrada en papel de regalo con un bonito moño celeste—. ¡Feliz cumpleaños, hijo!Mi sueño desapareció del todo y me incorporé en la cama, encendí la luz del velador y ésta inundó todo el cuarto.—Perdón por despertarte tan temprano en la mañana. Más en vacaciones —dijo papá con una sonrisa de culpa—. Pero es que no aguantábamos más.—¿Esto es para mí? —pregunté m
Liam regresó de Londres cargado de regalos para todos, aunque con la triste noticia que no lo habían elegido para formar parte del equipo nacional de rugby. Pero con la llegada de mi hijo mayor los enfrentamientos entre él y Catrina regresaron.Kentin y yo empezamos a trabajar todo el día aprovechando que nuestros hijos ya estaban crecidos y podían cuidarse a sí mismos; sin embargo, trabajar el doble a lo que estaba acostumbrada me estaba agotando física y mentalmente. Mi cabello se caía a raudales, había subido de peso y la exposición al polvo y peso de los expedientes que cargaba contra mi pecho había provocado que estos enrojecieran y cambiaran de tamaño.Me la pasaba en la oficina todo el día, adelantándome al paso de mis colegas abogados; pero debía trabajar, quería llevar a los niños a Disney ahora que Dante estaba en edad de disfrutar un poco más el encanto del parque que había conocido siendo sólo un bebé. Nos debíamos ese viaje en familia, en todos estos quince años sólo habí
Sentí que me desmayaba, cuando la doctora Seone confirmó mis sospechas la presión se me bajó súbitamente y sentí un sudor frío que me recorría la espalda. Kentin sollozó mientras me aferraba la mano aún más, ¡la muerte no dejaba de rondar por nuestra familia!—Antes que nada, quiero hacerte una pregunta, Annie —dijo la Doctora—. ¿Tienes algún tipo de antecedente de cáncer de mama en tu familia? ¿Nunca se te ocurrió que lo que podías tener en tus senos era cáncer?—No... —dije con la voz tomada, la aclaré—. No que yo sepa. He sufrido muchos cambios hormonales a raíz de mis embarazos y mi peso, nunca se me ocurrió que podía llegar a ser... cáncer.—Pues es un factor a tener en cuenta antes de proseguir con el protocolo —murmuró la profesional.—¿Cuál es el protocolo? —preguntó Kentin mientras se mordía los dedos de la mano libre con fuerza—. ¿Le va a amputar un pecho a mi esposa?La doctora Seone se movió incómoda en su asiento.—Si es para salvarle la vida a su esposa, SÍ. Pero primero
La doctora Seone seguía mi evolución muy de cerca, y había cumplido con su promesa de darme al menos una semana en casa para pasar con mis hijos y esposo, además de poder hacer todos los trámites necesarios para poder seguir gozando de, al menos, un sueldo mínimo.Mi seguro de vida también había colaborado bastante al adelantarme la mitad del dinero asegurado por enfermedad de largo tratamiento, además que los compañeros de unidad de mi esposo y todo el ejército realizaba mensualmente colectas y rifas para ayudar a Kentin con los gastos para mi cirugía.Mis hijos también hacían lo suyo, los salesianos organizaron un festival solidario cuando se preocuparon al ver que las notas de mis hijos habían bajado abruptamente; cuando Liam, Catrina y Dante comentaron lo que me andaba pasando no perdieron más tiempo y empezaron a reunir dinero.Sin embargo, a pesar de estar rodeada de tanto amor y contención, me sentía terriblemente pequeña y sola, pues eran las sesiones de quimioterapia y mi reg
Abrí los ojos lentamente, me sentía mareada y confundida... Lo último que recordaba era el estar tendida en una camilla pronta a entrar a la operación... ¡La operación! Quise levantar una mano para verificar con mis propios dedos si mi seno aún seguía allí, pero una mano fuerte y varonil me lo impidió. —El cirujano me pidió que no te tocaras... Por el momento —dijo la voz de mi esposo. La visión se me empezó a aclarar y el rostro de Kentin se materializó, había una sonrisa en él—. Bienvenida de regreso, mi amor. —Hola —murmuré. Tenía la boca seca, me humedecí los labios—. Agua... —Lo siento, amor. Pero no puedo darte nada, tienes que aguantar un poco —dijo Kentin y me alcanzó lo que parecía ser un trozo de gasa—. Mójate los labios con esto. Sé que la sed te puede volver loco, esto te aliviará. Tomé con la punta de los dedos la gasa humedecida y la posé sobre mi boca. Unas gotitas de agua fresca se colaron por un huequito y acariciaron mi lengua seca. —Todo salió bien. Sacaron un
Entré con algo de miedo a la reunión de las Damas Rosas. Había mujeres que, como yo, no tenían cabello, otras tenían el pelo muy corto y por último había mujeres que parecían nunca haber tenido cáncer.La presidente del grupo se acercó a mí con una bandeja llena de listones de distintos colores.—¿Qué sobreviviente eres? —preguntó.—Disculpa, pero no te entiendo —le respondí.—Quiero decir, qué tipo de cáncer tenías —reformuló su pregunta, afirmando que yo había dejado de padecer cáncer.—Cáncer de mama —le dije. Lucía tomó un listón rosado y lo depositó con cuidado en mi pecho.—Bienvenida, por favor pasa. —me guio hasta el círculo de mujeres. Pude apreciar que a dos de ellas les faltaba una pierna—. Estábamos a punto de comenzar. Toma un asiento, dónde gustes. Allá tienes café con aperitivos y luego de esta reunión empezaremos con las actividades.Me senté con cuidado en el único asiento que quedaba disponible, entre una muchacha de cabello muy cortito de color rubio y una mujer ya
El volver a casa luego de un año y medio sin pisar mi hogar fue como un respiro de aire nuevo. Cuando salimos del Sanatorio Alemán le pedí a Gaeil que diese una vuelta por la ciudad, mi cuñado cumplió con mi deseo mientras mis hijos en el asiento trasero de la camioneta, junto con su prima Annie y su padre, me iban contando todas las cosas nuevas que había.El alcalde había construido un skate park hacía unos meses pero tuvieron que poner custodia policial las veinticuatro horas del día puesto que se había llenado de drogadictos y molestaban a los niños que iban con sus bicicletas a hacer acrobacias. Habían arreglado el bache de la calle 34, un bache que había destrozado varias defensas de autos; la panadería de Don Justiano había cerrado definitivamente luego de su muerte, ahora Kentin ya no tendría dónde comprar sus muy amadas galletas de chocolate rellenas, por lo que me pidió que aprenda la receta para que se las cocine cada vez que quiera.Gaeil y Rick estaban planificando irse d