Abrí los ojos lentamente, me sentía mareada y confundida... Lo último que recordaba era el estar tendida en una camilla pronta a entrar a la operación... ¡La operación! Quise levantar una mano para verificar con mis propios dedos si mi seno aún seguía allí, pero una mano fuerte y varonil me lo impidió. —El cirujano me pidió que no te tocaras... Por el momento —dijo la voz de mi esposo. La visión se me empezó a aclarar y el rostro de Kentin se materializó, había una sonrisa en él—. Bienvenida de regreso, mi amor. —Hola —murmuré. Tenía la boca seca, me humedecí los labios—. Agua... —Lo siento, amor. Pero no puedo darte nada, tienes que aguantar un poco —dijo Kentin y me alcanzó lo que parecía ser un trozo de gasa—. Mójate los labios con esto. Sé que la sed te puede volver loco, esto te aliviará. Tomé con la punta de los dedos la gasa humedecida y la posé sobre mi boca. Unas gotitas de agua fresca se colaron por un huequito y acariciaron mi lengua seca. —Todo salió bien. Sacaron un
Entré con algo de miedo a la reunión de las Damas Rosas. Había mujeres que, como yo, no tenían cabello, otras tenían el pelo muy corto y por último había mujeres que parecían nunca haber tenido cáncer.La presidente del grupo se acercó a mí con una bandeja llena de listones de distintos colores.—¿Qué sobreviviente eres? —preguntó.—Disculpa, pero no te entiendo —le respondí.—Quiero decir, qué tipo de cáncer tenías —reformuló su pregunta, afirmando que yo había dejado de padecer cáncer.—Cáncer de mama —le dije. Lucía tomó un listón rosado y lo depositó con cuidado en mi pecho.—Bienvenida, por favor pasa. —me guio hasta el círculo de mujeres. Pude apreciar que a dos de ellas les faltaba una pierna—. Estábamos a punto de comenzar. Toma un asiento, dónde gustes. Allá tienes café con aperitivos y luego de esta reunión empezaremos con las actividades.Me senté con cuidado en el único asiento que quedaba disponible, entre una muchacha de cabello muy cortito de color rubio y una mujer ya
El volver a casa luego de un año y medio sin pisar mi hogar fue como un respiro de aire nuevo. Cuando salimos del Sanatorio Alemán le pedí a Gaeil que diese una vuelta por la ciudad, mi cuñado cumplió con mi deseo mientras mis hijos en el asiento trasero de la camioneta, junto con su prima Annie y su padre, me iban contando todas las cosas nuevas que había.El alcalde había construido un skate park hacía unos meses pero tuvieron que poner custodia policial las veinticuatro horas del día puesto que se había llenado de drogadictos y molestaban a los niños que iban con sus bicicletas a hacer acrobacias. Habían arreglado el bache de la calle 34, un bache que había destrozado varias defensas de autos; la panadería de Don Justiano había cerrado definitivamente luego de su muerte, ahora Kentin ya no tendría dónde comprar sus muy amadas galletas de chocolate rellenas, por lo que me pidió que aprenda la receta para que se las cocine cada vez que quiera.Gaeil y Rick estaban planificando irse d
El funeral de Thomas fue horrible, su esposa no paraba de llorar con un velo negro cubriéndole el rostro mientras que Fionna se mostraba antipática para con todo el mundo. Cuando Kentin y yo quisimos darle el pésame ella respondió de una manera tan cortante y seca que si hubiese sido su madre le habría dado un tortazo en medio de la ceremonia. —Ustedes no entienden lo que siento, así que ahórrense sus lástimas —dijo. Parecía que Fionna se olvidaba que Thomas también era el padre de Gaeil y Kentin, la muchacha estuvo alejada de todos dejando sola a su madre junto al ataúd de mi suegro. Lo cierto era que cuando fuimos a la morgue a reconocer el cadáver de Thomas casi nos desmayamos. Su cabeza había sufrido tal impacto que el cráneo se había hundido, el brazo cercenado había quedado sin piel, lo mismo que la mitad de su rostro. Kentin tuvo que aferrarse a la pared y yo sostener a Lola. La impresión de ver a su esposo en tales condiciones había sido suficiente y perdió el conocimiento.
—Catrina... —la llamé. Mi hija giró la cabeza sin reconocer mi voz, pero cuando sus ojos se cruzaron con los míos el color abandonó su rostro y se tiñó de blanco.—Vete... —le dijo al chico, el muchacho no la entendió, pero mi hija insistió mientras yo me acercaba caminando—. ¡Vete, te dije!—¿No me darás otro beso? —preguntó. No pude ver su cara completamente, pero su voz era bastante masculina para tener la edad de mi hija, ese detalle me hizo pensar que en realidad no había sido el compañero de danza de mi hija quién había llamado hace unos días, sino aquél muchacho.—¡Que te vayas! —insistió. Aceleró la motocicleta y se fue, mientras mi hija y yo nos mirábamos una a la otra. Ella con terror en sus ojos y yo con desilusión.—¿No era que no tenías tiempo para relaciones? —le pregunté. Catrina no me respondió—. Vamos a tomar un café.—Tengo que entrar a danza... —susurró.Iba a responderle que si tenía tiempo para perder con un chico al que yo no conocía también, podía perder tiempo
—¡Annie, espera, cálmate! ¡Qué sucedió! —preguntó la voz de Chester del otro lado del teléfono.—¡Catrina y yo discutimos y se escapó! —le expliqué en pocas palabras.—Dime dónde estás, te mandaré a mi hijo de inmediato —dijo, yo le pasé la dirección dónde me encontraba—. Quédate dónde estás, en cinco minutos Dylan estará allí. Intenta comunicarte con Catrina mientras tanto.Colgué y marqué el número de mi hija, pero su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Intenté nuevamente pero nada. Le mandé un WhatsApp, sin embargo el mensaje nunca le llegó. Pasé esos eternos cinco minutos intentando entablar comunicación con ella pero no pude lograrlo.Un coche negro estacionó en la calle del frente y de él descendió el hijo de Chester, Dylan. Ya había logrado alcanzar los treinta años y se lo veía más maduro y asentando en la vida que nunca.—¡Tía! —me saludó. Debió de leer el pánico en mis ojos porque automáticamente dijo—. Todo está bien, mi papá ya se comunicó con el tío Louis y mi tío
En cuanto Catrina entró, Dante bajó corriendo las escaleras mientras gritaba el nombre de su hermana. Mi hija lloraba al igual que yo, pero una sonrisa se le iluminó en la cara cuando vio a su hermano que estaba feliz de verla. Aunque el de verdad me sorprendió fue Liam, pues dejó las cosas que estaba guardando y se acercó hasta nosotros y la abrazó contra su pecho. —No vuelvas a hacer eso nunca más, tonta —le dijo mientras reprimía un sollozo—. ¿No te das cuenta de lo mucho que te queremos? Nunca imaginé que vería a mis hijos así; ellos, que se odiaban mutuamente y siempre se habían peleado hasta por pequeñeces... Hoy abrazados, Liam protegiendo a su hermana menor y ella protegiendo a Dante. Esa era la imagen que me hubiera gustado ver desde hacía varios años, y hoy allí estaba, frente a mis ojos. En mi corazón di gracias a Dios. —Catrina —dijo la voz de Kentin desde la escalera. Liam miró a su padre sin dejar de abrazar a su hermana, el mensaje era claro: no le hagas más daño del
Era raro caminar por la casa sin Catrina y Liam yendo y viniendo de un lado para el otro. Sentía la ausencia de mi hija practicando danza en medio del comedor mientras que Liam estudiaba sus libros. Estaba sentada en la mesa de la cocina, con una taza de café, mirando lo enorme y silenciosa que se había transformado la casa tras la partida de mis dos hijos mayores; afuera lloviznaba y estaba haciendo frío, el otoño estaba por comenzar y los días se volvían más cortos.Catrina había decidido irse a Nueva York, así que aprovechamos el viaje de Liam para Boston y partimos todos hacia Estados Unidos, y aunque Dante lloró mucho cuando se despidió de sus hermanos les prometió que iba a escribirles todos los días.En la ausencia de mis hijos había adoptado dos mascotas del refugio, un perro mestizo de hermosos ojos celestes y una gatita a la que le faltaba la mitad de la cola. Los llamamos Flaco y Colita. Mientras que el perro era muy tranquilo y amigable, Colita disfrutaba de hacer destrozo