El funeral de Thomas fue horrible, su esposa no paraba de llorar con un velo negro cubriéndole el rostro mientras que Fionna se mostraba antipática para con todo el mundo. Cuando Kentin y yo quisimos darle el pésame ella respondió de una manera tan cortante y seca que si hubiese sido su madre le habría dado un tortazo en medio de la ceremonia. —Ustedes no entienden lo que siento, así que ahórrense sus lástimas —dijo. Parecía que Fionna se olvidaba que Thomas también era el padre de Gaeil y Kentin, la muchacha estuvo alejada de todos dejando sola a su madre junto al ataúd de mi suegro. Lo cierto era que cuando fuimos a la morgue a reconocer el cadáver de Thomas casi nos desmayamos. Su cabeza había sufrido tal impacto que el cráneo se había hundido, el brazo cercenado había quedado sin piel, lo mismo que la mitad de su rostro. Kentin tuvo que aferrarse a la pared y yo sostener a Lola. La impresión de ver a su esposo en tales condiciones había sido suficiente y perdió el conocimiento.
—Catrina... —la llamé. Mi hija giró la cabeza sin reconocer mi voz, pero cuando sus ojos se cruzaron con los míos el color abandonó su rostro y se tiñó de blanco.—Vete... —le dijo al chico, el muchacho no la entendió, pero mi hija insistió mientras yo me acercaba caminando—. ¡Vete, te dije!—¿No me darás otro beso? —preguntó. No pude ver su cara completamente, pero su voz era bastante masculina para tener la edad de mi hija, ese detalle me hizo pensar que en realidad no había sido el compañero de danza de mi hija quién había llamado hace unos días, sino aquél muchacho.—¡Que te vayas! —insistió. Aceleró la motocicleta y se fue, mientras mi hija y yo nos mirábamos una a la otra. Ella con terror en sus ojos y yo con desilusión.—¿No era que no tenías tiempo para relaciones? —le pregunté. Catrina no me respondió—. Vamos a tomar un café.—Tengo que entrar a danza... —susurró.Iba a responderle que si tenía tiempo para perder con un chico al que yo no conocía también, podía perder tiempo
—¡Annie, espera, cálmate! ¡Qué sucedió! —preguntó la voz de Chester del otro lado del teléfono.—¡Catrina y yo discutimos y se escapó! —le expliqué en pocas palabras.—Dime dónde estás, te mandaré a mi hijo de inmediato —dijo, yo le pasé la dirección dónde me encontraba—. Quédate dónde estás, en cinco minutos Dylan estará allí. Intenta comunicarte con Catrina mientras tanto.Colgué y marqué el número de mi hija, pero su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. Intenté nuevamente pero nada. Le mandé un WhatsApp, sin embargo el mensaje nunca le llegó. Pasé esos eternos cinco minutos intentando entablar comunicación con ella pero no pude lograrlo.Un coche negro estacionó en la calle del frente y de él descendió el hijo de Chester, Dylan. Ya había logrado alcanzar los treinta años y se lo veía más maduro y asentando en la vida que nunca.—¡Tía! —me saludó. Debió de leer el pánico en mis ojos porque automáticamente dijo—. Todo está bien, mi papá ya se comunicó con el tío Louis y mi tío
En cuanto Catrina entró, Dante bajó corriendo las escaleras mientras gritaba el nombre de su hermana. Mi hija lloraba al igual que yo, pero una sonrisa se le iluminó en la cara cuando vio a su hermano que estaba feliz de verla. Aunque el de verdad me sorprendió fue Liam, pues dejó las cosas que estaba guardando y se acercó hasta nosotros y la abrazó contra su pecho. —No vuelvas a hacer eso nunca más, tonta —le dijo mientras reprimía un sollozo—. ¿No te das cuenta de lo mucho que te queremos? Nunca imaginé que vería a mis hijos así; ellos, que se odiaban mutuamente y siempre se habían peleado hasta por pequeñeces... Hoy abrazados, Liam protegiendo a su hermana menor y ella protegiendo a Dante. Esa era la imagen que me hubiera gustado ver desde hacía varios años, y hoy allí estaba, frente a mis ojos. En mi corazón di gracias a Dios. —Catrina —dijo la voz de Kentin desde la escalera. Liam miró a su padre sin dejar de abrazar a su hermana, el mensaje era claro: no le hagas más daño del
Era raro caminar por la casa sin Catrina y Liam yendo y viniendo de un lado para el otro. Sentía la ausencia de mi hija practicando danza en medio del comedor mientras que Liam estudiaba sus libros. Estaba sentada en la mesa de la cocina, con una taza de café, mirando lo enorme y silenciosa que se había transformado la casa tras la partida de mis dos hijos mayores; afuera lloviznaba y estaba haciendo frío, el otoño estaba por comenzar y los días se volvían más cortos.Catrina había decidido irse a Nueva York, así que aprovechamos el viaje de Liam para Boston y partimos todos hacia Estados Unidos, y aunque Dante lloró mucho cuando se despidió de sus hermanos les prometió que iba a escribirles todos los días.En la ausencia de mis hijos había adoptado dos mascotas del refugio, un perro mestizo de hermosos ojos celestes y una gatita a la que le faltaba la mitad de la cola. Los llamamos Flaco y Colita. Mientras que el perro era muy tranquilo y amigable, Colita disfrutaba de hacer destrozo
Era la quinta vez que llamaba a Annie a su celular pero mi hija no me respondía. Ya eran las cuatro de la mañana y estaba yendo a buscarla en mi Ford Torino; tendría que haber vuelto a casa a medianoche pero nuevamente faltó a su palabra de llegar a horario. Y lo peor de todo era que bastaba que me ponga carita de perro mojado para que yo le levantara el castigo y le permitiera las salidas.La fiesta a la que había ido quedaba en las afueras de la ciudad, cerca de la pradera dónde mi hermano y mi cuñada habían vivido todos estos años. Ahora había barrios y casas de gente con poder adquisitivo, pero si cruzabas la Avenida del Libertador todo era distinto: Las casas construidas por el gobierno, en un principio destinadas para familias de clase media, terminaron siendo entregadas como parte de un plan gubernamental para "combatir" la pobreza bajo presión de los partidos obreros y organizaciones barriales.En la inauguración de estos barrios todas las casas eran iguales, contaban con tres
Acompañé a Dante a su primer día como universitario, se había graduado con honores del Salesiano y estaba a punto de embarcase en su carrera como psicólogo. Mi hijo menor se había transformado en un jovencito bueno y dulce, caritativo y solidario; la natación le había dado un buen físico, delgado y atlético, y a sus diecisiete años lucía un orgulloso metro setenta. Mientras manejaba la Ford vi de reojo a mi hijo que miraba distraído por la ventana, observando el paisaje de la ciudad. Sus ojos oscilaban entre el azul verdoso del mar caribeño y el verde azulado de la piedra agua marina, su cabello castaño lacio y sedoso hoy estaba un poco rebelde, levantándose por la coronilla pero cayendo con serenidad en su frente. Como había terminado la enseñanza básica obligatoria ahora estaba más relajado en cuanto a su apariencia, seguía siendo tan pulcro como siempre pero ahora una bonita barba le enmarcaba el rostro, haciéndolo lucir más maduro de lo que ya era. Para su primer día de universid
Estábamos en el aeropuerto de la ciudad esperando el arribo de Rose, sus hijas y Louis. Estaba preocupada por mi amiga, seguramente vendría destrozada y sin ánimos de nada, pero allí estaba yo para acompañarla en ese momento de gran dolor, pues había vivido en carne propia lo que era perder a un marido de un momento al otro y la depresión que me había atrapado por varios meses.—Se anuncia la llegada del vuelo 4829, proveniente de la ciudad de Londres, Inglaterra, en la puerta cinco —dijo la voz de una mujer por los altoparlantes del aeropuerto y luego repitió esto en inglés. Nosotros ya estábamos en esa puerta con mi esposo, Chester, Allison, los gemelos y sus respectivas esposas. Dante se había quedado estudiando para los parciales y Gaeil se había excusado por una fuerte gripe que lo tenía postrado en cama.El aeropuerto había cambiado mucho desde que Kentin llegó de Kuwait; lo habían ampliado y ahora contaba con más puertas de embarque y recibía más de mil vuelos mensuales. Sin lu