Naricita roja

Abrí los ojos lentamente, me sentía mareada y confundida... Lo último que recordaba era el estar tendida en una camilla pronta a entrar a la operación... ¡La operación! Quise levantar una mano para verificar con mis propios dedos si mi seno aún seguía allí, pero una mano fuerte y varonil me lo impidió.

—El cirujano me pidió que no te tocaras... Por el momento —dijo la voz de mi esposo. La visión se me empezó a aclarar y el rostro de Kentin se materializó, había una sonrisa en él—. Bienvenida de regreso, mi amor.

—Hola —murmuré. Tenía la boca seca, me humedecí los labios—. Agua...

—Lo siento, amor. Pero no puedo darte nada, tienes que aguantar un poco —dijo Kentin y me alcanzó lo que parecía ser un trozo de gasa—. Mójate los labios con esto. Sé que la sed te puede volver loco, esto te aliviará.

Tomé con la punta de los dedos la gasa humedecida y la posé sobre mi boca. Unas gotitas de agua fresca se colaron por un huequito y acariciaron mi lengua seca.

—Todo salió bien. Sacaron un
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