Las primeras semanas luego de dejar a Kentin en el Centro de Recuperación fueron un completo infierno. Catrina no me hacía caso en absolutamente nada, ya no sabía cómo controlarla, hasta que se me ocurrió una idea.En la siguiente visita semanal en la que fuimos al Centro a ver a mi esposo, le hablé de la mala actitud de Catrina. Mi esposo respondió como había imaginado que lo haría: Miró a su hija con sus ojos verdes encendidos fuego y le dijo sólo cuatro palabras: hazle caso a tu madre. Bastó eso para que Catrina sea mucho más dócil.Aunque siendo sinceros, mi hija se veía decaída, sus notas habían bajado y según su maestra de ballet ya no tenía las mismas energías ni ganas de bailar. Algo estaba pasando.Pedí hablar con la psicóloga del colegio, una mujer muy amable llamada Mabel que me atendió en su despacho, debía de tener unos cuantos años más que yo, pues no aparentaba más de cuarenta; tenía el cabello castaño, de corte medio, y muy bonitos ojos verdes, delgada y andar seguro.
Chester y Gaeil organizaron una fiesta de bienvenida para mi esposo en casa del pelirrojo. Allison había acondicionado el quincho de su casa para que todos pudiéramos entrar, en especial Brais y Kentin, quienes habían hecho muy buenas migas. Catherine y Dylan estaban enormes, habían crecido varios centímetros en los últimos meses que no los había visto, y ya estaban preparándose para la universidad.La casa de los Rhodes quedaba en los suburbios, en uno de los barrios nuevos que empresas constructoras habían edificado; era de color marrón, incluido el techo a dos aguas, las paredes eran más claras que las tejas y las persianas combinaban con el tejado. Lo único que rompía la monotonía del marrón era la puerta, de color rojo oscuro. El jardín estaba lleno de flores bien cuidadas, se notaba que Allison les ponía especial atención, había árboles sin hojas a causa del invierno y una bonita galería con un sofá de jardín.Era de un solo piso pero con sótano, donde Dylan tenía su habitación,
Recibimos el segundo cumpleaños de Dante con una nevada torrencial. Aprovechamos para hacer un muñeco de nieve y jugar hasta que se perdió el Sol, era la primera vez que mis hijos disfrutaban de la belleza de la nieve e insistían en que la llevemos dentro de la casa para que puedan seguir jugando. Recuerdo que Catrina lloró cuando vio en lo que se esa maravilla blanca y helada se convertía con el calor. —¡Pero Olaf estaba vivo! —lloraba. —Pero yo no soy Elsa, mi amor —le dije para consolarla; Kentin no lo pensó dos veces y fabricó un Olaf "no derretible" con algodón y relleno de peluche. Creo que Catrina nunca había estado tan feliz. Un par de meses después, con la llegada de la primavera, Chester dio su audición para La Voz, había decidido hacer su propia versión en Metal de Bohemian Rhapsody, esto incluía tanto guitarras eléctricas como baterías y su voz ocupando el lugar de Freddie Mercury. No había querido mostrarnos el resultado hasta el día de la audición, alegando que iba a
No terminaba de salir de mi asombro. Parpadeé varias veces cuando Carol habló del amigo imaginario de mi hijo, pero Dante le respondió con toda naturalidad.—Está muy bien, gracias —dijo con una sonrisa. Carol me miró con un gesto amable en sus ojos.—Creo que necesita respuestas, señora —dijo Carol. Yo asentí.—Y muchas —murmuré.Carol tomó tres vasos y los llenó con jugo de cítricos, al parecer iba a ser una charla muy larga.—Dante es un niño de cristal —empezó.—¿Un qué? —pregunté.—Cada cierto tiempo, generalmente cuando algo muy malo está a punto de suceder a nivel mundial, nacen niños con características especiales; Dante es uno de ellos. Los niños de cristal son la nueva generación de niños índigo, son prodigios en todo lo que hacen, pero una gran bendición conlleva también una gran maldición —continúo Carol mientras nos servía jugo a mi hijo y a mí—. Dante será un niño que tendrá que crecer a la fuerza, muy solitario y callado, por eso será objeto de burla más adelante cuando
Estaba harto de escuchar a mi hermana llorar todo el tiempo, sabía que la había traicionado al haberme confiado su secreto, pero no podía ver cómo se destruía la vida de brazos cruzados y no hacer nada. Todo por culpa de ese maldito ballet.Era la mejor bailarina de la clase, yo la había visto bailar un millón de veces y bailaba realmente bien, pero su maestra de danza no quería ponerla como primera bailarina por sus atributos femeninos. Había heredado el busto y el trasero de mi madre y una prima ballerina no podía tener tanto pecho. Entonces la relegaban a papeles menos importantes como parte del cuerpo de ballet. Todavía no había tenido ninguna variación importante y no la dejaban competir en las intra escolares justamente por su cuerpo poco convencional para una bailarina.Tomé mi saxo y lo afiné para empezar a practicar, me coloqué los auriculares y abrí Spotify. Elegí mi selección de temas y en mis oídos empezó a reproducirse Ain't No Sunshine, aunque mis labios y pulmones expre
El despertador interrumpió mi sueño, tanteé la mesa de luz al costado de mi cama hasta que lo encontré y apagué el molesto sonido. Regresé el brazo bajo las sábanas.No quería ir al colegio... Hoy tenía examen de algebra y no había estudiado absolutamente nada... Tenía una chuleta guardada en la cartuchera pero no estaba segura sobre si usarla o no. La profesora ya me había descubierto una y me había perdonado la vida al no informar nada, pero me dejó bastante claro que ello no volvería a ocurrir. Si decidía hacer trampa seguramente aprobaba... Pero me exponía a una sanción grave, equivalente a no ser aceptada el año entrante en el mismo colegio.Honestamente, la educación básica no me importaba. Pero debía terminar mis estudios si quería entrar en el American Ballet de Nueva York, era uno de los requisitos mínimos, además de tener un currículum respetable, tener conocimientos mínimos de francés y no ser mayor de dieciocho años. Aunque también el Ballet de Bolshoi, Viena y el Royal Ba
—Dante... Dante, despierta —susurró mamá más allá de las penumbras. Me moví en las sábanas, intentando seguir durmiendo. Estaba soñando que iba a Hogwarts, mi mamá me había prestado los libros de Harry Potter y me había quedado prendado de ellos, alucinando con las clases de Encantamientos y los pasillos del castillo.—Mmmmm... —gruñí, no quería despertar, estaba muy cómodo en mi camita.—Arriba, gordito. Te tengo algo especial —susurró. Abrí los ojos con lentitud, el rostro de mamá se fue materializando hasta que dejó de ser una mancha borrosa para definirse en toda su hermosura. Papá estaba con ella y tenían una enorme caja forrada en papel de regalo con un bonito moño celeste—. ¡Feliz cumpleaños, hijo!Mi sueño desapareció del todo y me incorporé en la cama, encendí la luz del velador y ésta inundó todo el cuarto.—Perdón por despertarte tan temprano en la mañana. Más en vacaciones —dijo papá con una sonrisa de culpa—. Pero es que no aguantábamos más.—¿Esto es para mí? —pregunté m
Liam regresó de Londres cargado de regalos para todos, aunque con la triste noticia que no lo habían elegido para formar parte del equipo nacional de rugby. Pero con la llegada de mi hijo mayor los enfrentamientos entre él y Catrina regresaron.Kentin y yo empezamos a trabajar todo el día aprovechando que nuestros hijos ya estaban crecidos y podían cuidarse a sí mismos; sin embargo, trabajar el doble a lo que estaba acostumbrada me estaba agotando física y mentalmente. Mi cabello se caía a raudales, había subido de peso y la exposición al polvo y peso de los expedientes que cargaba contra mi pecho había provocado que estos enrojecieran y cambiaran de tamaño.Me la pasaba en la oficina todo el día, adelantándome al paso de mis colegas abogados; pero debía trabajar, quería llevar a los niños a Disney ahora que Dante estaba en edad de disfrutar un poco más el encanto del parque que había conocido siendo sólo un bebé. Nos debíamos ese viaje en familia, en todos estos quince años sólo habí