Internado

Las primeras semanas luego de dejar a Kentin en el Centro de Recuperación fueron un completo infierno. Catrina no me hacía caso en absolutamente nada, ya no sabía cómo controlarla, hasta que se me ocurrió una idea.

En la siguiente visita semanal en la que fuimos al Centro a ver a mi esposo, le hablé de la mala actitud de Catrina. Mi esposo respondió como había imaginado que lo haría: Miró a su hija con sus ojos verdes encendidos fuego y le dijo sólo cuatro palabras: hazle caso a tu madre. Bastó eso para que Catrina sea mucho más dócil.

Aunque siendo sinceros, mi hija se veía decaída, sus notas habían bajado y según su maestra de ballet ya no tenía las mismas energías ni ganas de bailar. Algo estaba pasando.

Pedí hablar con la psicóloga del colegio, una mujer muy amable llamada Mabel que me atendió en su despacho, debía de tener unos cuantos años más que yo, pues no aparentaba más de cuarenta; tenía el cabello castaño, de corte medio, y muy bonitos ojos verdes, delgada y andar seguro.
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