2- ¿El divorcio? ¡Si!

Lucía

Sintiendo los latidos en mis oídos y el dolor esparciéndose por mi cuerpo, empiezo a caminar hacia dónde mi esposo se encuentra.

— ¿Qué significa esto? —pregunto ganando la atención de ambos.

Odio que  mi voz tiemble, pero no me detengo.

Esteban me mira con desdén, como si verme aquí y estar descubierto no importara, como si yo  fuera una molestia menor. 

Marcela, por otro lado, sonríe descaradamente. Ella sin duda lo está disfrutando.

—Lucía, no deberías estar aquí —dice Esteban con frialdad.

No puedo creer lo que dice… es un… es ….

—¡Mi hijo está muriendo, Esteban! Está en este mismo hospital en dónde no has ido a verlo —grito, sintiendo que las palabras se ahogan en mi garganta. Señalo hacia el hospital—. ¡Tu hijo está muriendo! NUESTRO HIJO! ¿Y tú estás aquí… con ella?

Marcela se ríe suavemente y acaricia su vientre, llamando mi atención. Me doy cuenta de la protuberancia en su abdomen y siento que mi estómago se hunde.

Es entonces cuando me doy cuenta de que ella no es la única embarazada cerca, de hecho estoy rodeada de mujeres embarazada.

Levantando  la vista veo el enorme letrero que dice , "OBSTETRICIA", y siento que el alma se me cae a los pies.

Contengo mi agitación interior y hablo en voz baja, no como si hiciera una pregunta, sino más bien como si constatara un hecho.

—Estás embarazada… 

—Así es —responde Marcela con satisfacción. —Yo sí puedo darle lo que él quiere: Un hijo sano.

NO, NO, NO…. Esto tiene que ser una broma. Pienso y la imagen de mi pequeño angelito esperando a su padre arriba, solo, me parte el alma.

Me vuelvo hacia Esteban.

—¿Dice ella la verdad? 

Miro los ojos de mi esposo, esperando alguna señal de remordimiento, pero en lugar de eso me lanza una mirada cargada de desprecio.

—Es tu hijo, no nuestro… no quiero un heredero enfermo, Lucía. —Su voz es dura, cruel—. Y por si no lo has notado, ya no quiero a su madre.

—¿Qué estás diciendo? —Mis palabras apenas son audibles, ahogadas por el dolor que me atraviesa.

La humillación y el dolor me consumen de a poco ¿Es este el hombre con que me casé?

—Estoy diciendo que puedes quedarte con ese niño enfermo. Ahora tengo una nueva familia. Una familia de verdad, sana.

El mundo a mi alrededor comienza a girar. Intento mantenerme firme, pero las lágrimas brotan incontrolablemente.

—No puedes hablar en serio, ¿acaso estos cinco años de matrimonio no significaron nada para ti? —pregunto, esperando una respuesta que no sea tan devastadora como la realidad.

—Fuiste una opción joven, atractiva y adecuada, Lucía. Nada más. —Esteban chasquea la lengua con impaciencia—. Pero el mocoso enfermo afeó lo poco que tenías de atractivo, así que tú y ese niño... ambos son un fracaso.

¡¡¡PAF!!!!

La bofetada que le doy resuena en el pasillo. 

Me temblaba la mano, pero odio que el golpe no fuera lo bastante fuerte como para descargar mi ira.

Sin dudarlo más y sabiendo que ya no hay nada que hacer aquí, tomo mi desición. 

Llevando mi mano al bolsillo del pantalón, saco  el papel arrugado y escudriño la zona antes de caminar directamente hacia una joven enfermera que se señalaba el bolsillo del pecho.

—¿Me prestas este bolígrafo?

La joven, que ha sido testigo de todo, me mira con pesa y asiente con torpeza antes de entregarme rápidamente el bolígrafo.

Esta vez, firmo sin dudarlo, con la ira y el dolor consumiéndome. Sin pensarlo, le arrojo el documento a la cara.

—Ahí lo tienes, puedes hacer lo que quieras, ni mi hijo ni yo te necesitamos.

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