Hola, hola mis cariñitos!! Feliz 2025 y bienvenidas a esta historia! la primera de este nuevo año. Muchas gracias a quienes son lectores recurrentes de mis historias y bienvenid@s a tod@s l@s que están por primera vez leyendo mis libros :) Espero que les guste. Besooooooos y no olviden comentar y dejar su reseña en el perfil de la historia, eso me ayuda mucho en la app.
LucíaDespierto con un dolor agudo en la espalda. El sofá de la habitación no es cómodo, pero me las arreglé para dormirme después de varias horas en vela. Parpadeo, confundida al principio, pero al girarme y ver a Nicolás en la cama, todo cobra sentido.Me levanto de inmediato, ignorando las punzadas en los músculos, y me acerco a él. Sus pequeños ojos marrones están abiertos y fijos en mí, y una sonrisa leve aparece en su rostro cuando me acerco.—Buenos días, mi ángel —le digo, acariciando su cabello con cuidado.Él me regala una de mis sonrisas favoritas, esas en las que dos hoyuelos se marcan en sus mejillas y lo hacen ver como todo un querubin. Mi hermoso angelito.—Buenos días, mami.Sus palabras son débiles, pero su tono tiene un brillo que me alivia. Respiro profundamente, como si el peso de los últimos días se aligerara un poco al verlo despierto y consciente.—¿Hace cuánto has despertado? ¿Quieres un poco de agua?El niega con la cabeza antes de hablar.—Un ratito. No qu
LucíaEl aire frío del hospital se siente más opresivo de lo habitual. Llevo dos días aquí, esperando que me den luz verde para salir, y finalmente ha llegado el momento. El doctor Silvio me dijo temprano esta mañana que Nicolás está listo para partir. Que Dante Moretti, el hombre que ahora controla mi destino, nos recogerá directamente desde el hospital.Estoy sentada junto a la camilla de Nicolás, viendo cómo juega con un pequeño osito de peluche que le regalaron las enfermeras. Su carita está más colorida, y aunque todavía se ve frágil, parece mucho más fuerte que hace días.Yo, en cambio, estoy un caos por dentro. Mi mente no ha dejado de repasar lo ocurrido hace dos días, cuando el hombre de confianza de Dante, Luciano, apareció de la nada para apuntar con un arma a Esteban. Todo fue surrealista. Ni siquiera sabía que alguien me estaba siguiendo, y Dante no mostró ningún remordimiento."Deberías agradecerme", me dijo.No lo hice.Y ahora estoy aquí, esperando que él aparezca para
LucíaLa camioneta se detiene frente a la inmensa verja de hierro forjado, y siento cómo mi estómago se contrae. Esto es real, Lucía. Estás aquí, en un lugar desconocido, con un hombre que apenas conoces, confiando ciegamente en que cumplirá su parte del trato.—¡Mami, mira! —La voz excitada de Nico me devuelve a la realidad, grita mientras señala los altos muros que rodean la mansión—. ¡Es como un castillo!En eso mi pequeño tiene razón.Nunca antes había visto una mansión de tal magnitud más en que en revistas o películas. Nunca pensé que estaría entrando a una y mucho menos que viviría ahí.Para cualquiera esto sería un sueño hecho realidad, yo simplemente puedo rezar para que no se convierta en una pesadilla, pues aquí estoy totalmente en la ignorancia.Incluso comunicarme es difícil, mi lengua es el español y de no ser porque mi familia fue exigente en los estudios no supiera lo poco que sé de italiano.Intento sonreírle, pero mi mente está en otra parte. El camino que se extien
Lucía—¿Y el segundo?Francesca hace una pausa antes de continuar, su tono volviéndose más firme.—Más que un consejo, es una regla: el sótano y la oficina del patrón están prohibidos. No importa lo que escuche o lo que crea que necesita saber. No cruce esa línea.La manera en que lo dice me hace sentir como si hubiera firmado un contrato invisible, uno con consecuencias que no puedo imaginar.… El cuarto es enorme, tanto que me hace sentir pequeña y fuera de lugar. El lujo que me rodea no logra ofrecerme consuelo, todo parece demasiado perfecto, demasiado frío. Nico está sentado a mi lado en la cama. Su pequeño cuerpo está pegado al mío, y aunque sus manitas juegan con la sábana, puedo sentir la tensión en cada movimiento.Mis dedos recorren su cabello con suavidad, intentando calmarlo. Él siempre ha sido tan fuerte para ser tan pequeño, pero desde que regresamos de la visita no logra ocultar su inquietud.—Mami… —su voz temblorosa rompe el silencio.—Sí, ¿mi ángel? —bajo la mirada
DantePensé que estar en mi casa haría que las sensaciones más abrumante desaparecieran, pero lo cierto es que no ha ayudado demasiado.Por el contrario simplemente me ha recordado todo el trabajo que tengo por delante y la cantidad de ratas que hay mordiendo la mano que les da de comer.Luciano está parado frente a mí, con las manos cruzadas detrás de la espalda y el ceño ligeramente fruncido. Es una postura que adopta cada vez que tiene algo que decir y duda de cómo empezar, pero sé que esa duda mo va a durarle demasiado.—Dante, ¿Estás seguro de las decisiones que has tomado con respecto al niño? Un bambino es algo serio —pregunta finalmente, su voz grave pero neutral.Levanto la mirada de los documentos qsobre mi escritoreso, esos que he estado viendo durante la última hora y que prueban más que una traición.¿Estoy seguro de mis acciones? me pregunto y al instante la imagen de un rostro joven, sonriente y lleno de vida aparece brevemente en mi mente antes de obligarme a descart
LucíaUna hora antesEstoy sentada junto a la cama de Nicolás, peinándole el cabello con los dedos mientras él me mira con esos ojos grandes y curiosos que siempre parecen querer descubrir el mundo.Está acurrucado en su manta nueva, más relajado de lo que lo he visto en semanas.—Mami, quiero dormir en mi habitación nueva —dice de repente, con una voz tan firme que casi me hace reír.Me quedo paralizada por un instante. Aunque debo estar feliz porque mi niño finalmente se siente lo suficientemente bien como para querer algo así, una parte de mí se resiste a soltarlo. Lo miro, sintiendo una mezcla de orgullo y nostalgia.—¿Seguro? ¿Estás bien, mi amor? —le pregunto, acariciando su mejilla.Él asiente con una sonrisa traviesa.—Quiero dormir aquí, mami. Y para mañana será un buen niño para que el señor Dante me quiera y no deje de ser mi papá.Esas palabras son como un golpe directo al corazón. Intento mantener la compostura mientras lucha contra el nudo que se forma en mi garganta.—Y
DanteLa rabia arde dentro de mí, pero es un fuego controlado. No puedo permitirme perder el control frente a nadie, y mucho menos frente a ella.Sin embargo, hay algo que me descoloca más que su desobediencia: la preocupación. Esa sensación extraña y molesta que me ha invadido desde que la vi en el pasillo con su rostro descolocado, pidiendo ayuda con desesperación en sus ojos.No entiendo por qué me afecta. Este no soy yo. Me concentro en las soluciones, no en las emociones.Y por otro lado está el hecho de que el niño me ha llamado papá. No se que se supone que debería hacerme sentir eso, pero de lo que estoy seguro es que no lo he sentido, de no ser por el corazón.,..—El doctor está en camino —dice Luciano desde la puerta, interrumpiendo mis pensamientos.Asiento con la cabeza, sin decir una palabra. No necesito detalles adicionales; sé que Maximiliano hará su trabajo como siempre.Cuando Maximiliano llega, su chaqueta perfectamente planchada y su maletín en la mano, me observa
Lucía—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación. Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme. Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy