Segundo del día, mis cariñitos!! Muchas gracias por leer :)
LucíaUna hora antesEstoy sentada junto a la cama de Nicolás, peinándole el cabello con los dedos mientras él me mira con esos ojos grandes y curiosos que siempre parecen querer descubrir el mundo.Está acurrucado en su manta nueva, más relajado de lo que lo he visto en semanas.—Mami, quiero dormir en mi habitación nueva —dice de repente, con una voz tan firme que casi me hace reír.Me quedo paralizada por un instante. Aunque debo estar feliz porque mi niño finalmente se siente lo suficientemente bien como para querer algo así, una parte de mí se resiste a soltarlo. Lo miro, sintiendo una mezcla de orgullo y nostalgia.—¿Seguro? ¿Estás bien, mi amor? —le pregunto, acariciando su mejilla.Él asiente con una sonrisa traviesa.—Quiero dormir aquí, mami. Y para mañana será un buen niño para que el señor Dante me quiera y no deje de ser mi papá.Esas palabras son como un golpe directo al corazón. Intento mantener la compostura mientras lucha contra el nudo que se forma en mi garganta.—Y
DanteLa rabia arde dentro de mí, pero es un fuego controlado. No puedo permitirme perder el control frente a nadie, y mucho menos frente a ella.Sin embargo, hay algo que me descoloca más que su desobediencia: la preocupación. Esa sensación extraña y molesta que me ha invadido desde que la vi en el pasillo con su rostro descolocado, pidiendo ayuda con desesperación en sus ojos.No entiendo por qué me afecta. Este no soy yo. Me concentro en las soluciones, no en las emociones.Y por otro lado está el hecho de que el niño me ha llamado papá. No se que se supone que debería hacerme sentir eso, pero de lo que estoy seguro es que no lo he sentido, de no ser por el corazón.,..—El doctor está en camino —dice Luciano desde la puerta, interrumpiendo mis pensamientos.Asiento con la cabeza, sin decir una palabra. No necesito detalles adicionales; sé que Maximiliano hará su trabajo como siempre.Cuando Maximiliano llega, su chaqueta perfectamente planchada y su maletín en la mano, me observa
Lucía—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación. Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme. Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy
LucíaSintiendo los latidos en mis oídos y el dolor esparciéndose por mi cuerpo, empiezo a caminar hacia dónde mi esposo se encuentra.— ¿Qué significa esto? —pregunto ganando la atención de ambos.Odio que mi voz tiemble, pero no me detengo.Esteban me mira con desdén, como si verme aquí y estar descubierto no importara, como si yo fuera una molestia menor. Marcela, por otro lado, sonríe descaradamente. Ella sin duda lo está disfrutando.—Lucía, no deberías estar aquí —dice Esteban con frialdad.No puedo creer lo que dice… es un… es ….—¡Mi hijo está muriendo, Esteban! Está en este mismo hospital en dónde no has ido a verlo —grito, sintiendo que las palabras se ahogan en mi garganta. Señalo hacia el hospital—. ¡Tu hijo está muriendo! NUESTRO HIJO! ¿Y tú estás aquí… con ella?Marcela se ríe suavemente y acaricia su vientre, llamando mi atención. Me doy cuenta de la protuberancia en su abdomen y siento que mi estómago se hunde.Es entonces cuando me doy cuenta de que ella no es la ú
Lucía—¡No puedo creer que esa mujer te haya golpeado! ES UNA SALVAJE. Se lo diré a mi madre.La voz de mi hermana hace que apriete los dientes, pero lo que termina de hacer explotar mi enojo es escuchar a Esteban hablarle con una dulzura impropia de él.—Con calma, cariño. El médico dijo que el enfado perjudicará a nuestro hijo.No podía seguir escuchando, la traición de mi esposo amado ahora me hacía sentir que mi corazón chorreaba sangre. Camino directamente hacia la habitación del médico a pesar de las miradas compasivas de la gente que me rodeaba. Lo último que quiero es seguir viendo a ambos....—Lo siento, aún no hay corazón adecuado.La luz tenue del monitor cardíaco parpadea en la habitación, marcando cada segundo como una eternidad. No puedo contener las lágrimas mientras miro a través del cristal a mi pequeño en la cama.De repente, veo como mi angelito levanta la cabeza para mirarme a los ojos y me apresuro a darle la espalda para secarme las lágrimas. Respiro profunda
LucíaSiento como si el aire se escapara de mis pulmones. Mi pecho se llena de una mezcla de pena y miedo. Respiro hondo tratando de calmarme, pues es la primera vez que Nic hace una pregunta tan directa Me acerco más a él, acariciando su carita.—No, mi amor, no lo harás. No lo permitiré. Solo… solo quiero que sepas algo… ella ahora debe estar descansando, debe estar en su forma de ángel.Los ojos de Nicolás se abren muchísimo, llenos de una extraña mezcla de fascinación y tristeza, con ese toque infantil que debería estar cada día en sus ojos.—¿Ella será un ángel? —pregunta con un tono de inocencia que me rompe.Intento sonreír, aunque mi corazón está en pedazos.—Claro que sí, amor. Todos los niños cuando son llamados al cielo se convierten en ángeles.Nicolás se queda en silencio unos momentos, procesando mis palabras. Su mirada se pierde en el techo mientras su pequeña mente trabaja. Entonces, me mira nuevamente, con algo nuevo en sus ojos.—Mami… si yo soy llamado y me vuelvo
LucíaEl doctor me mira con fijeza por unos segundos sin decir nada. sin admitirlo ni negarlo y yo siento que estoy a punto de enloquecer.Estoy desconcertada y al mismo tiempo ilusionada y eso me asusta, pero no quiero renunciar ni a un atisbo de esperanza.—Dígame, doctor, por favor, solo…. solo dígalo.El hombre finalmente deja salir un suspiro y veo que traga un poco antes de empezar a hablar.—Hay… Alguien que quiere hablar contigo, Lucía. Alguien que puede ayudar a Nicolás.Mis piernas se sienten débiles, y el aire en mis pulmones parece evaporarse.— ¿Quién? —logro preguntar, aunque mi voz apenas sale.El médico solo hace un gesto hacia el pasillo, indicando que lo siga.—No puedo decir mucho más, él lo hará, ahora por favor, ven conmigo.Ni siquiera lo dudo, pues si se trata de algo que pueda ayudar a mi hijo siempre voy a decir que sí.… El doctor Silvio camina delante de mí por los pasillos del hospital. La incomodidad en sus movimientos no pasa desapercibida. Sostiene una
Lucía“Tomarlo como mi hijo.”“Tomarlo como mi hijo.”Las palabras del hombre retumban en mi cabeza una y otra vez.Por un instante, me quedo inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido. No puedo procesarlo. No puedo aceptar que eso sea lo que está diciendo. Nicolás es mi hijo, mi bebé. Su vida es lo único que me importa, y ahora este hombre, este extraño, quiere tomarlo como si fuera… ¿un objeto?—¿Qué? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas—. ¿Qué está diciendo?Mi corazón late con fuerza, y siento cómo el calor sube a mi rostro. Mis manos, que hace un segundo temblaban de nervios, ahora se cierran en puños.—¿Usted cree que puede venir aquí y simplemente… decirme que va a ser el padre de mi hijo? —pregunto, mi voz elevándose. No me importa si lo enojo, no me importa quién sea este hombre. Estoy furiosa, y mis emociones me superan—. ¡Es mi hijo! ¡No suyo!Él no se inmuta. Ni una sola emoción cruza su rostro mientras me observa, como si mis palabras no signif