Ayyyyy mis cariñitos, cuentenme sus teorias sobre nuestro hombre de hielo, ya saben que amo leerlas!! Gracias por el apoyo!
LucíaEl silencio que me rodea ahora mismo es tan grande que siento que me aplasta. Estoy al borde del colapso mientras mis ojos se enfocan en el doctor Maximiliano que acaba de entrar. A mi lado Dante simplemente ajusta su saco, su expresión es tan neutral que parece mentira.Pero él no tiene mi atención ahora, todos mis sentidos están puestos en la actitud de Maximiliano.Mi corazón se detiene al ver sus expresiones. No hay alegría, pero tampoco hay desesperación. Sólo seriedad, y eso me asusta más que cualquier otra cosa.— ¿Cómo está? —pregunto, y mi voz tiembla mientras doy un paso hacia él.Maximiliano se pasa una mano por el cabello, luciendo exhausto.Es un hombre robusto, probablemente en sus cuarentas, y aunque su rostro refleja experiencia, hay algo en su mirada que me inquieta.—Está estable por ahora —comienza, su tono neutral pero cuidadoso, como si eligiera cada palabra con precisión quirúrgica—. Pero hemos encontrado un pequeño inconveniente, la causa del ahogo.Sient
DANTEEstoy en el despacho temporal, una habitación fría y funcional que apenas refleja el lujo del resto de la casa. Aquí no hay candelabros ni mármol pulido. Solo paredes lisas, un escritorio sencillo y un par de sillas. Justo como me gusta. Nada que distraiga de lo esencial.En mis manos hay una fotografía. No debería estar viéndola, pero la tentación me ha ganado. La miro, un rostro joven y sonriente me devuelve la mirada. Siempre lo mismo. La miro y siento esa familiar punzada de frustración y... algo más que no puedo nombrar. Algo que intento olvidar.Antes de que mis pensamientos se hundan más, la puerta se abre. Es Luciano. Su entrada es rápida, decidida, pero hay algo en su rostro que me pone en alerta.—¿Qué sucede? —pregunto, dejando la fotografía boca abajo sobre el escritorio.Luciano cierra la puerta detrás de él y cruza los brazos. Parece estar eligiendo sus palabras con cuidado.—Hay un problema —empieza, directo como siempre—. Algunos de los hombres que asistieron a
LucíaEl pasillo está sumido en el caos. Los disparos retumban como explosiones cercanas, y el eco de las pisadas apresuradas resuena en mis oídos. Dante camina delante de mí, empujando la silla de ruedas donde Nico, semi despierto, se retuerce nervioso.—¡Mami! —su voz suena débil, rota—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué están gritando?Quiero responderle, decirle que todo está bien, pero las palabras no salen. Mi garganta está seca, y el corazón me tarde tan fuerte que siento que se me va a salir del pecho.—Nico, tranquilo. No va a pasarnos nada —murmuro finalmente aunque ni yo me creo mis palabras, pero estoy intentando parecer calmada.—¡Mami! —la débil voz de Nico me llega como un cuchillo al corazón—. Mami, tengo miedo...—Tranquilo, mi amor, todo estará bien —le digo, aunque siento que me estoy desmoronando por dentro.Dante se gira levemente y, con su tono imperturbable, dice:—Nico, recuerda lo que te dije. Los Moretti no se rinden. ¿Puedes aguantar un poco más?Mi hijo lo mira c
DANTELa puerta del auto se cierra detrás de mí, dejando a Lucía y al niño dentro. Sé que Nico está mal, que el corazón está fallando y aunque mantener el corazón dentro de pel es de mis prioridades, ahora no puedo concentrarme en eso. Fuera, el aire es pesado, impregnado con el inconfundible olor de la pólvora.Luciano me espera junto al frente del auto, su arma lista. Su mirada es rápida y alerta, escaneando el entorno. Tres autos nos rodean; sus motores rugen como bestias esperando atacar.— ¿Qué tenemos? —pregunto en voz baja, mis ojos fijos en el vehículo más cercano.—Tres coches, cada uno con al menos cuatro hombres armados. Identificado al menos a uno del clan de Kazimir.Kazimir. El bastardo está probando mis límites.Miro al auto donde Lucía y Nico están resguardados. Nico apenas puede mantenerse despierto, y Lucía... Bueno, puedo sentir sus ojos siguiéndome desde el interior. A pesar de todo, está alerta.—Cierra el círculo. Despliégalos. Nadie toca el auto.Luciano asient
LucíaEl auto se detiene con un chirrido frente a la mansión, y antes de que pueda procesar lo que está pasando, Dante sale, aún sujetando a Nico. Su camisa sigue empapada de sangre, pero parece no prestarle atención. A su alrededor, los hombres armados se mueven rápidamente, como un enjambre perfectamente sincronizado.— ¡Traigan a Alexander, de inmediato! —grita Dante, su tono cortante y lleno de autoridad. Luego añade—: Que prepare todo lo necesario para tratar al niño aquí mismo. No vamos a volver a exponernos de está manera.¿Exponersnos a quién? aquiero preguntar, pero mi cerebro parece procesar todo demasiado lento. Mis piernas están temblando, y todavía siento el pulso acelerado de la adrenalina en mi cuerpo. Al escuchar sus palabras, no puedo evitar intervenir.— ¿De qué estás hablando? —mi voz suena más aguda de lo que pretendo, pero es algo que ahora mismo no puedo controlar—. ¡Necesitamos ir a un hospital! ¡Y tú necesitas que te revisen esa herida! Estás...Dios, estás san
Lucía—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación. Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme. Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy
LucíaSintiendo los latidos en mis oídos y el dolor esparciéndose por mi cuerpo, empiezo a caminar hacia dónde mi esposo se encuentra.— ¿Qué significa esto? —pregunto ganando la atención de ambos.Odio que mi voz tiemble, pero no me detengo.Esteban me mira con desdén, como si verme aquí y estar descubierto no importara, como si yo fuera una molestia menor. Marcela, por otro lado, sonríe descaradamente. Ella sin duda lo está disfrutando.—Lucía, no deberías estar aquí —dice Esteban con frialdad.No puedo creer lo que dice… es un… es ….—¡Mi hijo está muriendo, Esteban! Está en este mismo hospital en dónde no has ido a verlo —grito, sintiendo que las palabras se ahogan en mi garganta. Señalo hacia el hospital—. ¡Tu hijo está muriendo! NUESTRO HIJO! ¿Y tú estás aquí… con ella?Marcela se ríe suavemente y acaricia su vientre, llamando mi atención. Me doy cuenta de la protuberancia en su abdomen y siento que mi estómago se hunde.Es entonces cuando me doy cuenta de que ella no es la ú
Lucía—¡No puedo creer que esa mujer te haya golpeado! ES UNA SALVAJE. Se lo diré a mi madre.La voz de mi hermana hace que apriete los dientes, pero lo que termina de hacer explotar mi enojo es escuchar a Esteban hablarle con una dulzura impropia de él.—Con calma, cariño. El médico dijo que el enfado perjudicará a nuestro hijo.No podía seguir escuchando, la traición de mi esposo amado ahora me hacía sentir que mi corazón chorreaba sangre. Camino directamente hacia la habitación del médico a pesar de las miradas compasivas de la gente que me rodeaba. Lo último que quiero es seguir viendo a ambos....—Lo siento, aún no hay corazón adecuado.La luz tenue del monitor cardíaco parpadea en la habitación, marcando cada segundo como una eternidad. No puedo contener las lágrimas mientras miro a través del cristal a mi pequeño en la cama.De repente, veo como mi angelito levanta la cabeza para mirarme a los ojos y me apresuro a darle la espalda para secarme las lágrimas. Respiro profunda