Lucía
—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación.
Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.
Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.
Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme.
Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.
—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.
Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.
—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.
Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.
—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy a buscarlo para que venga a verte, ¿sí?
Nicolás asiente lentamente, pero puedo ver en sus ojos que no me cree del todo.
Me inclino a darle un beso en la frente y salgo de la habitación antes de que las lágrimas traicionen mi fachada.
En el pasillo, la luz blanca del hospital parece más fría de lo normal.
Cerré la puerta con cuidado y, antes de poder dar más de unos pasos, apoyada contra la pared, incapaz de contener por más tiempo el dolor que sentía en mi interior.
Cubro mi boca con la mano, intentando contener los sollozos.
La impotencia me consume, en especial cuándo saco el papel que tengo doblado en el bolsillo de mi pantalón.
El papel estaba tan arrugado como mi corazón y me quedo mirando el título negro en grandes letras, a pesar de que lo había leído innumerables veces.
"Petición de divorcio"
Miro el final del documento, el nombre familiar pero desconocido.
Firma:Esteban Muñoz
Mi esposo.
Una oleada de ira me corroe y vuelvo a arrugar el papel haciéndolo una bola.
¿Mi pequeño está muriendo y el hombre que debería estar aquí, luchando junto a mí, se está divorciando de mí?
¿Qué clase de padre hace eso? Ni el más cruel sería capaz. No sé cómo una persona puede cambiar tanto.
¿Cómo es posible que Esteban pueda ignorar el dolor de su propio hijo? ¿Realmente no le duele el corazón? ¿O no tiene ningún corazón?
Por un instante siento que no puedo respirar. Mis manos van a mis rodillas y me veo obligada a agacharme junto a la pared, las lágrimas casi me abruman por completo.
Lo único que me queda es llorar en silencio para evitar que el pequeño que estaba dentro me escuchara.
¿Qué debo hacer?
¡¡¡DING!!!
El sonido de una alarma seguida del inconfundible sonido de pasos corriendo hace que levante la mirada, solo para encontrarme un grupo de enfermeras y algunos médicos pasar rápidamente por el pasillo principal.
Sus voces llegan a mis oídos cuando pasan a mi lado.
—Oh, qué lástima, no sé si podrá sobrevivir esta vez.
—Eso es demasiado normal en nuestro departamento. Mira el niño de esa habitación. Si no encuentra un corazón adecuado, podría morir en cualquier momento.
Puedo sentir las miradas de lastima y los suspiros que dejan salir mientras me ven y se dan cuenta que los he escuchado.
Y aunque no quiero, las palabras de mi madre se hacen presentes consiguiendo que mi corazón se apriete.
—”Ese niño nunca debió nacer, Lucía. Es mejor que lo entregues. Renuncia a él antes de que sea demasiado tarde… “
Pero no puedo. No puedo hacer eso madre ¿Cómo podría renunciar al hijo que cargué en mi vientre durante nueve meses?
El niño que me dio una razón para vivir incluso cuando mi matrimonio empezó a derrumbarse.
Nicolás es mi vida, y haré lo que sea por él.
—Mamá no te dejará morir. —susurro poniéndome en pie.
Con manos temblorosas me seco las lágrimas, respiro hondo y empiezo a caminar en dirección al pasillo. Tengo que ser fuerte.
Camino con pasos apresurados por los pasillos del hospital ni siquiera espero el ascensor al ver la cantidad de personas esperando que llegue, voy directo a las escalares, para no perder tiempo.
Necesito conocer la última información sobre los exámenes y ver si hay algún cambio en la lista de donantes
Pero justo cuándo voy pasando el piso, de repente, una voz familiar hace que mis pasos se detengan en seco.
—¿Gracias, doctor, y...?
¿Esteban?¿Por fin estaba dispuesto a venir a ver a nuestro hijo?
Siento que el corazón se me acelera de emoción, pues se que esto alegrará a mi pequeño. No puede evitar mirar a mi alrededor con aprensión y esperanza, buscando el origen de la voz.
Finalmente, lo veo entre la multitud.
—Esteb…
Antes de que pueda pronunciar sus nombre, siento que la voz se desvanece de mi garganta cuando veo como mujer rubia salta con emoción a sus brazos.
Pero eso no es lo peor, no. Lo peor es ver como mi marido no se sorprendió en absoluto, rodeándola con sus brazos e inclinándose para besarla con una ternura que no he visto en años.
Mi cuerpo se queda congelado en su lugar, y el mundo parece detenerse a mi alrededor.
No. Esto no puede estar pasando.
La mujer se aparta un poco, y su rostro me resulta dolorosamente familiar.
Entonces la reconozco y siento que todo se convierte en una pesadilla.
Es Marcela.
Mi hermana.
LucíaSintiendo los latidos en mis oídos y el dolor esparciéndose por mi cuerpo, empiezo a caminar hacia dónde mi esposo se encuentra.— ¿Qué significa esto? —pregunto ganando la atención de ambos.Odio que mi voz tiemble, pero no me detengo.Esteban me mira con desdén, como si verme aquí y estar descubierto no importara, como si yo fuera una molestia menor. Marcela, por otro lado, sonríe descaradamente. Ella sin duda lo está disfrutando.—Lucía, no deberías estar aquí —dice Esteban con frialdad.No puedo creer lo que dice… es un… es ….—¡Mi hijo está muriendo, Esteban! Está en este mismo hospital en dónde no has ido a verlo —grito, sintiendo que las palabras se ahogan en mi garganta. Señalo hacia el hospital—. ¡Tu hijo está muriendo! NUESTRO HIJO! ¿Y tú estás aquí… con ella?Marcela se ríe suavemente y acaricia su vientre, llamando mi atención. Me doy cuenta de la protuberancia en su abdomen y siento que mi estómago se hunde.Es entonces cuando me doy cuenta de que ella no es la ú
Lucía—¡No puedo creer que esa mujer te haya golpeado! ES UNA SALVAJE. Se lo diré a mi madre.La voz de mi hermana hace que apriete los dientes, pero lo que termina de hacer explotar mi enojo es escuchar a Esteban hablarle con una dulzura impropia de él.—Con calma, cariño. El médico dijo que el enfado perjudicará a nuestro hijo.No podía seguir escuchando, la traición de mi esposo amado ahora me hacía sentir que mi corazón chorreaba sangre. Camino directamente hacia la habitación del médico a pesar de las miradas compasivas de la gente que me rodeaba. Lo último que quiero es seguir viendo a ambos....—Lo siento, aún no hay corazón adecuado.La luz tenue del monitor cardíaco parpadea en la habitación, marcando cada segundo como una eternidad. No puedo contener las lágrimas mientras miro a través del cristal a mi pequeño en la cama.De repente, veo como mi angelito levanta la cabeza para mirarme a los ojos y me apresuro a darle la espalda para secarme las lágrimas. Respiro profunda
LucíaSiento como si el aire se escapara de mis pulmones. Mi pecho se llena de una mezcla de pena y miedo. Respiro hondo tratando de calmarme, pues es la primera vez que Nic hace una pregunta tan directa Me acerco más a él, acariciando su carita.—No, mi amor, no lo harás. No lo permitiré. Solo… solo quiero que sepas algo… ella ahora debe estar descansando, debe estar en su forma de ángel.Los ojos de Nicolás se abren muchísimo, llenos de una extraña mezcla de fascinación y tristeza, con ese toque infantil que debería estar cada día en sus ojos.—¿Ella será un ángel? —pregunta con un tono de inocencia que me rompe.Intento sonreír, aunque mi corazón está en pedazos.—Claro que sí, amor. Todos los niños cuando son llamados al cielo se convierten en ángeles.Nicolás se queda en silencio unos momentos, procesando mis palabras. Su mirada se pierde en el techo mientras su pequeña mente trabaja. Entonces, me mira nuevamente, con algo nuevo en sus ojos.—Mami… si yo soy llamado y me vuelvo
LucíaEl doctor me mira con fijeza por unos segundos sin decir nada. sin admitirlo ni negarlo y yo siento que estoy a punto de enloquecer.Estoy desconcertada y al mismo tiempo ilusionada y eso me asusta, pero no quiero renunciar ni a un atisbo de esperanza.—Dígame, doctor, por favor, solo…. solo dígalo.El hombre finalmente deja salir un suspiro y veo que traga un poco antes de empezar a hablar.—Hay… Alguien que quiere hablar contigo, Lucía. Alguien que puede ayudar a Nicolás.Mis piernas se sienten débiles, y el aire en mis pulmones parece evaporarse.— ¿Quién? —logro preguntar, aunque mi voz apenas sale.El médico solo hace un gesto hacia el pasillo, indicando que lo siga.—No puedo decir mucho más, él lo hará, ahora por favor, ven conmigo.Ni siquiera lo dudo, pues si se trata de algo que pueda ayudar a mi hijo siempre voy a decir que sí.… El doctor Silvio camina delante de mí por los pasillos del hospital. La incomodidad en sus movimientos no pasa desapercibida. Sostiene una
Lucía“Tomarlo como mi hijo.”“Tomarlo como mi hijo.”Las palabras del hombre retumban en mi cabeza una y otra vez.Por un instante, me quedo inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido. No puedo procesarlo. No puedo aceptar que eso sea lo que está diciendo. Nicolás es mi hijo, mi bebé. Su vida es lo único que me importa, y ahora este hombre, este extraño, quiere tomarlo como si fuera… ¿un objeto?—¿Qué? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas—. ¿Qué está diciendo?Mi corazón late con fuerza, y siento cómo el calor sube a mi rostro. Mis manos, que hace un segundo temblaban de nervios, ahora se cierran en puños.—¿Usted cree que puede venir aquí y simplemente… decirme que va a ser el padre de mi hijo? —pregunto, mi voz elevándose. No me importa si lo enojo, no me importa quién sea este hombre. Estoy furiosa, y mis emociones me superan—. ¡Es mi hijo! ¡No suyo!Él no se inmuta. Ni una sola emoción cruza su rostro mientras me observa, como si mis palabras no signif
DANTEDos días han pasado desde que le hice la propuesta a la mujer y esta aceptó. Para el día de hoy ya el niño debe estar más recuperado de la operación y no veo la hora de acabar con esto y largarme de este hospital.De este país.El aire del hospital tiene ese olor estéril que siempre me ha resultado desagradable: una mezcla de desinfectante y algo más metálico que no logro identificar del todo.Camino por el pasillo hacia la sala de espera, ignorando las miradas de las enfermeras que parecen preguntarse quién soy o qué hago aquí. No importa. Estoy acostumbrado a las miradas curiosas o nerviosas; ambas me resbalan.Al acercarme, los gritos femeninos llegan a mis oídos en una mezcla de ansiedad y frustración detrás de un marcado acento español que me irrita y es igual al de la mayoría de aqui.—¡Pero necesito verlo! —dice, con ese tono que he llegado a identificar como su forma de desafiar cualquier autoridad que no entienda o acepte—. Mi hijo acaba de salir de una operación a coraz
LucíaDespierto con un dolor agudo en la espalda. El sofá de la habitación no es cómodo, pero me las arreglé para dormirme después de varias horas en vela. Parpadeo, confundida al principio, pero al girarme y ver a Nicolás en la cama, todo cobra sentido.Me levanto de inmediato, ignorando las punzadas en los músculos, y me acerco a él. Sus pequeños ojos marrones están abiertos y fijos en mí, y una sonrisa leve aparece en su rostro cuando me acerco.—Buenos días, mi ángel —le digo, acariciando su cabello con cuidado.Él me regala una de mis sonrisas favoritas, esas en las que dos hoyuelos se marcan en sus mejillas y lo hacen ver como todo un querubin. Mi hermoso angelito.—Buenos días, mami.Sus palabras son débiles, pero su tono tiene un brillo que me alivia. Respiro profundamente, como si el peso de los últimos días se aligerara un poco al verlo despierto y consciente.—¿Hace cuánto has despertado? ¿Quieres un poco de agua?El niega con la cabeza antes de hablar.—Un ratito. No qu
LucíaEl aire frío del hospital se siente más opresivo de lo habitual. Llevo dos días aquí, esperando que me den luz verde para salir, y finalmente ha llegado el momento. El doctor Silvio me dijo temprano esta mañana que Nicolás está listo para partir. Que Dante Moretti, el hombre que ahora controla mi destino, nos recogerá directamente desde el hospital.Estoy sentada junto a la camilla de Nicolás, viendo cómo juega con un pequeño osito de peluche que le regalaron las enfermeras. Su carita está más colorida, y aunque todavía se ve frágil, parece mucho más fuerte que hace días.Yo, en cambio, estoy un caos por dentro. Mi mente no ha dejado de repasar lo ocurrido hace dos días, cuando el hombre de confianza de Dante, Luciano, apareció de la nada para apuntar con un arma a Esteban. Todo fue surrealista. Ni siquiera sabía que alguien me estaba siguiendo, y Dante no mostró ningún remordimiento."Deberías agradecerme", me dijo.No lo hice.Y ahora estoy aquí, esperando que él aparezca para