Corazones en juego: Mi hijo con el mafioso
Corazones en juego: Mi hijo con el mafioso
Por: Lizzy Bennet
1- Mamá no te dejará morir

Lucía

—Mami, ¿Papá no viene hoy tampoco? —La débil voz de Nicolás rompe el silencio de la habitación. 

Sus grandes ojos marrones me miran desde la cama del hospital, llenos de una mezcla de esperanza y tristeza que desgarran mi corazón.

Ningún niño en el mundo debería pasar la época de navidad en un lugar como este. Y el hecho de que sea mi bebé, mi pequeño angelito me destroza por completo.

Me esfuerzo por mantener la sonrisa, aunque siento que estoy al borde de romperme. 

Aprieto los puños y me acerco a la cama, acariciando su mejilla con suavidad.

—Papá está muy ocupado, cariño. Está buscando la forma de quitarte el dolor —le digo con un tono calmado, aunque por dentro estoy gritando.

Nicolás ladea la cabeza y me mira fijamente, como si pudiera ver más allá de mis palabras.

—Yo creo que papá no me quiere. Nunca está conmigo.

Sus palabras son como un puñal en mi pecho. Trago el nudo en mi garganta y fuerzo otra sonrisa.

—Eso no es cierto, mi amor. Papá te quiere mucho. Ya mismo voy a buscarlo para que venga a verte, ¿sí?

Nicolás asiente lentamente, pero puedo ver en sus ojos que no me cree del todo. 

Me inclino a darle un beso en la frente y salgo de la habitación antes de que las lágrimas traicionen mi fachada.

En el pasillo, la luz blanca del hospital parece más fría de lo normal. 

Cerré la puerta con cuidado y, antes de poder dar más de unos pasos, apoyada contra la pared, incapaz de contener por más tiempo el dolor que sentía en mi interior.

Cubro mi boca con la mano, intentando contener los sollozos. 

La impotencia me consume, en especial cuándo saco el papel que tengo doblado en el bolsillo de mi pantalón.

El papel estaba tan arrugado como mi corazón y me quedo mirando el título negro en grandes letras, a pesar de que lo había leído innumerables veces.

"Petición de divorcio"

Miro el final del documento, el nombre familiar pero desconocido.

Firma:Esteban Muñoz

Mi esposo.

Una oleada de ira me corroe y vuelvo a arrugar el papel haciéndolo una bola. 

¿Mi pequeño está muriendo y el hombre que debería estar aquí, luchando junto a mí, se está divorciando de mí? 

¿Qué clase de padre hace eso? Ni el más cruel sería capaz. No sé cómo una persona puede cambiar tanto.

¿Cómo es posible que Esteban pueda ignorar el dolor de su propio hijo? ¿Realmente no le duele el corazón? ¿O no tiene ningún corazón?

Por un instante siento que no puedo respirar. Mis manos van a mis rodillas y me veo obligada a agacharme junto a la pared, las lágrimas casi me abruman por completo. 

Lo único que me queda es  llorar en silencio para evitar que el pequeño que estaba dentro me escuchara.

¿Qué debo hacer?

¡¡¡DING!!!

El sonido de una alarma seguida del inconfundible sonido de pasos corriendo hace que levante la mirada, solo para encontrarme un grupo de enfermeras y algunos médicos pasar rápidamente por el pasillo principal.

Sus voces llegan a mis oídos cuando pasan a mi lado.

—Oh, qué lástima, no sé si podrá sobrevivir esta vez.

—Eso es demasiado normal en nuestro departamento. Mira el niño de esa habitación. Si no encuentra un corazón adecuado, podría morir en cualquier momento.

Puedo sentir  las miradas de lastima y los suspiros que dejan salir mientras me ven y se dan cuenta que los he escuchado.

Y aunque no quiero, las palabras de mi madre se hacen presentes consiguiendo que mi corazón se apriete.

—”Ese niño nunca debió nacer, Lucía. Es mejor que lo entregues. Renuncia a él antes de que sea demasiado tarde… “

Pero no puedo. No puedo hacer eso madre ¿Cómo podría renunciar al hijo que cargué en mi vientre durante nueve meses? 

El niño que me dio una razón para vivir incluso cuando mi matrimonio empezó a derrumbarse. 

Nicolás es mi vida, y haré lo que sea por él.

—Mamá no te dejará morir. —susurro poniéndome en pie.

Con manos temblorosas me seco las lágrimas,  respiro hondo y empiezo a caminar en dirección al pasillo. Tengo que ser fuerte.

Camino con pasos apresurados por los pasillos del hospital ni siquiera espero el ascensor al ver la cantidad de personas esperando que llegue, voy directo a las escalares, para no perder tiempo.

Necesito conocer la última información sobre los exámenes y ver si hay algún cambio en la lista de donantes

Pero justo cuándo voy pasando el piso,  de repente, una voz familiar hace que mis pasos se detengan en seco.

—¿Gracias, doctor, y...?

¿Esteban?¿Por fin estaba dispuesto a venir a ver a nuestro hijo?

Siento que el corazón se me acelera de emoción, pues se que esto alegrará a mi pequeño. No puede evitar mirar a mi alrededor con aprensión y esperanza, buscando el origen de la voz.

Finalmente, lo veo entre la multitud.

—Esteb…

Antes de que pueda pronunciar sus nombre, siento que la voz se desvanece de mi garganta cuando veo como mujer rubia salta con emoción a sus brazos.

Pero eso no es lo peor, no. Lo peor es ver como mi marido no se sorprendió en absoluto, rodeándola con sus brazos e inclinándose para besarla con una ternura que no he visto en años.

Mi cuerpo se queda congelado en su lugar, y el mundo parece detenerse a mi alrededor.

No. Esto no puede estar pasando.

La mujer se aparta un poco, y su rostro me resulta dolorosamente familiar. 

Entonces la reconozco y siento que todo se convierte en una pesadilla. 

Es Marcela. 

Mi hermana.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo