Lucía
—¡No puedo creer que esa mujer te haya golpeado! ES UNA SALVAJE. Se lo diré a mi madre.
La voz de mi hermana hace que apriete los dientes, pero lo que termina de hacer explotar mi enojo es escuchar a Esteban hablarle con una dulzura impropia de él.
—Con calma, cariño. El médico dijo que el enfado perjudicará a nuestro hijo.
No podía seguir escuchando, la traición de mi esposo amado ahora me hacía sentir que mi corazón chorreaba sangre.
Camino directamente hacia la habitación del médico a pesar de las miradas compasivas de la gente que me rodeaba. Lo último que quiero es seguir viendo a ambos.
...
—Lo siento, aún no hay corazón adecuado.
La luz tenue del monitor cardíaco parpadea en la habitación, marcando cada segundo como una eternidad.
No puedo contener las lágrimas mientras miro a través del cristal a mi pequeño en la cama.
De repente, veo como mi angelito levanta la cabeza para mirarme a los ojos y me apresuro a darle la espalda para secarme las lágrimas.
Respiro profundamente, intentando recomponerme antes de abrir la puerta con una sonrisa.
—¡Mami! —me llama apenas entra, pero su expresión no es de alegría.
Sus ojitos grandes y cansados me estudian con una madurez que no debería tener un niño de cinco años.
Hagolo mejor que puedo para sonreír y ocultar la tristeza en mi corazón.
— ¿Cómo está mi angelito? —le pregunto, esforzándome por sonar alegre mientras dejo mi bolso en la silla junto a la cama.
—No tienes que sonreír, mamá —dice con voz suave, pero directa—. Yo sé que papá no va a venir.
Me detengo, paralizada por sus palabras. El nudo en mi garganta amenaza con desatarse.
—Nic… —comienzo, pero él me interrumpió con una pregunta que corta más profundo que cualquier cuchillo.
—¿Tú también me vas a dejar por ser un problema?
Las lágrimas comienzan a arder en mis ojos antes de que pueda evitarlo. Me acerco rápidamente a su lado y tomo su pequeño rostro entre mis manos, acariciando sus mejillas con los pulgares.
—Escúchame bien, Nicolás Valdés, tu no eres una carga. No voy a dejarte. Eso nunca va a pasar. Nunca. Siempre vamos a ser tú y yo contra el mundo.
Mis palabras son firmes, pero la emoción hace que mi voz tiemble. Nicolás me observa, y su pequeña sonrisa aparece, tímida pero reconfortante.
— ¿Tú y yo contra el mundo? —pregunta con un leve destello de esperanza en su mirada.
—Sí, mi amor. Siempre.
Lo beso en la frente, justo cuando un ruido proveniente del pasillo nos interrumpe. Gritos. Una voz masculina, grave y llena de una mezcla entre la angustia y el peligro, se eleva por encima del bullicio.
—¡Quiero respuestas ahora mismo! ¿Cómo demonios no me avisaron antes?
El sonido hace que mi corazón se acelere. Mi primera reacción es proteger a Nic. Corro hacia la puerta y gire la llave, cerrándola con un clic seco.
Mi mente vuela a las peores posibilidades. ¿Esteban? ¿Habrá enviado a alguien?
—Mami… —La vocecita de Nicolás me hace girarme hacia él, aún con el ceño fruncido por el miedo.
— ¿Qué pasa, amor? —pregunto, intentando mantener la calma.
—No es para acá. Ella ya no está.
La confusión me invade, pues no tengo idea de qué o quién está hablando Nic.
—¿Ella? —me acerco a su cama, sentándome a su lado—. ¿De quién hablas, mi ángel?
Nicolás baja la mirada, jugando con la sábana del hospital.
—La… La chica de al lado. —Su voz es apenas un susurro—. A veces, cuando me llevan a observación, nos cruzábamos. Ella siempre era amable… y era muy linda.
Mi corazón se aprieta. Sé de quién está hablando. La adolescente en la habitación contigua. Escucho a veces sus gritos o sus gemidos de dolor en las noches.
—¿Qué pasó con ella?
Nicolás me mira con tristeza.
—Murió cuando fuiste a buscar a papá. Lo escuché. Los doctores lo dijeron. ¿Voy a morir también Mami?
LucíaSiento como si el aire se escapara de mis pulmones. Mi pecho se llena de una mezcla de pena y miedo. Respiro hondo tratando de calmarme, pues es la primera vez que Nic hace una pregunta tan directa Me acerco más a él, acariciando su carita.—No, mi amor, no lo harás. No lo permitiré. Solo… solo quiero que sepas algo… ella ahora debe estar descansando, debe estar en su forma de ángel.Los ojos de Nicolás se abren muchísimo, llenos de una extraña mezcla de fascinación y tristeza, con ese toque infantil que debería estar cada día en sus ojos.—¿Ella será un ángel? —pregunta con un tono de inocencia que me rompe.Intento sonreír, aunque mi corazón está en pedazos.—Claro que sí, amor. Todos los niños cuando son llamados al cielo se convierten en ángeles.Nicolás se queda en silencio unos momentos, procesando mis palabras. Su mirada se pierde en el techo mientras su pequeña mente trabaja. Entonces, me mira nuevamente, con algo nuevo en sus ojos.—Mami… si yo soy llamado y me vuelvo
LucíaEl doctor me mira con fijeza por unos segundos sin decir nada. sin admitirlo ni negarlo y yo siento que estoy a punto de enloquecer.Estoy desconcertada y al mismo tiempo ilusionada y eso me asusta, pero no quiero renunciar ni a un atisbo de esperanza.—Dígame, doctor, por favor, solo…. solo dígalo.El hombre finalmente deja salir un suspiro y veo que traga un poco antes de empezar a hablar.—Hay… Alguien que quiere hablar contigo, Lucía. Alguien que puede ayudar a Nicolás.Mis piernas se sienten débiles, y el aire en mis pulmones parece evaporarse.— ¿Quién? —logro preguntar, aunque mi voz apenas sale.El médico solo hace un gesto hacia el pasillo, indicando que lo siga.—No puedo decir mucho más, él lo hará, ahora por favor, ven conmigo.Ni siquiera lo dudo, pues si se trata de algo que pueda ayudar a mi hijo siempre voy a decir que sí.… El doctor Silvio camina delante de mí por los pasillos del hospital. La incomodidad en sus movimientos no pasa desapercibida. Sostiene una
Lucía“Tomarlo como mi hijo.”“Tomarlo como mi hijo.”Las palabras del hombre retumban en mi cabeza una y otra vez.Por un instante, me quedo inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido. No puedo procesarlo. No puedo aceptar que eso sea lo que está diciendo. Nicolás es mi hijo, mi bebé. Su vida es lo único que me importa, y ahora este hombre, este extraño, quiere tomarlo como si fuera… ¿un objeto?—¿Qué? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas—. ¿Qué está diciendo?Mi corazón late con fuerza, y siento cómo el calor sube a mi rostro. Mis manos, que hace un segundo temblaban de nervios, ahora se cierran en puños.—¿Usted cree que puede venir aquí y simplemente… decirme que va a ser el padre de mi hijo? —pregunto, mi voz elevándose. No me importa si lo enojo, no me importa quién sea este hombre. Estoy furiosa, y mis emociones me superan—. ¡Es mi hijo! ¡No suyo!Él no se inmuta. Ni una sola emoción cruza su rostro mientras me observa, como si mis palabras no signif
DANTEDos días han pasado desde que le hice la propuesta a la mujer y esta aceptó. Para el día de hoy ya el niño debe estar más recuperado de la operación y no veo la hora de acabar con esto y largarme de este hospital.De este país.El aire del hospital tiene ese olor estéril que siempre me ha resultado desagradable: una mezcla de desinfectante y algo más metálico que no logro identificar del todo.Camino por el pasillo hacia la sala de espera, ignorando las miradas de las enfermeras que parecen preguntarse quién soy o qué hago aquí. No importa. Estoy acostumbrado a las miradas curiosas o nerviosas; ambas me resbalan.Al acercarme, los gritos femeninos llegan a mis oídos en una mezcla de ansiedad y frustración detrás de un marcado acento español que me irrita y es igual al de la mayoría de aqui.—¡Pero necesito verlo! —dice, con ese tono que he llegado a identificar como su forma de desafiar cualquier autoridad que no entienda o acepte—. Mi hijo acaba de salir de una operación a coraz
LucíaDespierto con un dolor agudo en la espalda. El sofá de la habitación no es cómodo, pero me las arreglé para dormirme después de varias horas en vela. Parpadeo, confundida al principio, pero al girarme y ver a Nicolás en la cama, todo cobra sentido.Me levanto de inmediato, ignorando las punzadas en los músculos, y me acerco a él. Sus pequeños ojos marrones están abiertos y fijos en mí, y una sonrisa leve aparece en su rostro cuando me acerco.—Buenos días, mi ángel —le digo, acariciando su cabello con cuidado.Él me regala una de mis sonrisas favoritas, esas en las que dos hoyuelos se marcan en sus mejillas y lo hacen ver como todo un querubin. Mi hermoso angelito.—Buenos días, mami.Sus palabras son débiles, pero su tono tiene un brillo que me alivia. Respiro profundamente, como si el peso de los últimos días se aligerara un poco al verlo despierto y consciente.—¿Hace cuánto has despertado? ¿Quieres un poco de agua?El niega con la cabeza antes de hablar.—Un ratito. No qu
LucíaEl aire frío del hospital se siente más opresivo de lo habitual. Llevo dos días aquí, esperando que me den luz verde para salir, y finalmente ha llegado el momento. El doctor Silvio me dijo temprano esta mañana que Nicolás está listo para partir. Que Dante Moretti, el hombre que ahora controla mi destino, nos recogerá directamente desde el hospital.Estoy sentada junto a la camilla de Nicolás, viendo cómo juega con un pequeño osito de peluche que le regalaron las enfermeras. Su carita está más colorida, y aunque todavía se ve frágil, parece mucho más fuerte que hace días.Yo, en cambio, estoy un caos por dentro. Mi mente no ha dejado de repasar lo ocurrido hace dos días, cuando el hombre de confianza de Dante, Luciano, apareció de la nada para apuntar con un arma a Esteban. Todo fue surrealista. Ni siquiera sabía que alguien me estaba siguiendo, y Dante no mostró ningún remordimiento."Deberías agradecerme", me dijo.No lo hice.Y ahora estoy aquí, esperando que él aparezca para
LucíaLa camioneta se detiene frente a la inmensa verja de hierro forjado, y siento cómo mi estómago se contrae. Esto es real, Lucía. Estás aquí, en un lugar desconocido, con un hombre que apenas conoces, confiando ciegamente en que cumplirá su parte del trato.—¡Mami, mira! —La voz excitada de Nico me devuelve a la realidad, grita mientras señala los altos muros que rodean la mansión—. ¡Es como un castillo!En eso mi pequeño tiene razón.Nunca antes había visto una mansión de tal magnitud más en que en revistas o películas. Nunca pensé que estaría entrando a una y mucho menos que viviría ahí.Para cualquiera esto sería un sueño hecho realidad, yo simplemente puedo rezar para que no se convierta en una pesadilla, pues aquí estoy totalmente en la ignorancia.Incluso comunicarme es difícil, mi lengua es el español y de no ser porque mi familia fue exigente en los estudios no supiera lo poco que sé de italiano.Intento sonreírle, pero mi mente está en otra parte. El camino que se extien
Lucía—¿Y el segundo?Francesca hace una pausa antes de continuar, su tono volviéndose más firme.—Más que un consejo, es una regla: el sótano y la oficina del patrón están prohibidos. No importa lo que escuche o lo que crea que necesita saber. No cruce esa línea.La manera en que lo dice me hace sentir como si hubiera firmado un contrato invisible, uno con consecuencias que no puedo imaginar.… El cuarto es enorme, tanto que me hace sentir pequeña y fuera de lugar. El lujo que me rodea no logra ofrecerme consuelo, todo parece demasiado perfecto, demasiado frío. Nico está sentado a mi lado en la cama. Su pequeño cuerpo está pegado al mío, y aunque sus manitas juegan con la sábana, puedo sentir la tensión en cada movimiento.Mis dedos recorren su cabello con suavidad, intentando calmarlo. Él siempre ha sido tan fuerte para ser tan pequeño, pero desde que regresamos de la visita no logra ocultar su inquietud.—Mami… —su voz temblorosa rompe el silencio.—Sí, ¿mi ángel? —bajo la mirada