Conquistando tu Amor
Conquistando tu Amor
Por: Tory Sánchez
Prefacio

Ofelia observó por enésima vez el reloj en la pared. Imperio y Tristán recién habían salido a la cita que maquiavélicamente había planificado para llevar a cabo sus planes. No, no eran sus planes; eran los planes de su padre. Él quería que se casara con un hombre rico, que le ayudara a progresar en su carrera y claramente no importaba el medio para lograrlo.

Era más que claro que le tenía sin cuidado lo que ella pudiera desear o sentir.

«No tengo la culpa de que no nacieras hombre Ofelia. Me hubiese gustado tener un macho y no una…»

—Niña —susurró al recordar las palabras de su padre, el pan de cada día. No había día que él no le recordara el gran pecado de ser una mujer y no un niño cómo era su deseo.

Suspiró y esperó un poco más, estaba nerviosa y cuando el timbre sonó, todo su cuerpo se estremeció, sus manos temblaban. Por lo que se obligó a caminar para abrir la puerta y dibujar una sonrisa en el rostro para que él no se diera cuenta de nada.

—Buenas noches, ¿Cómo estás? —preguntó el hombre parado frente a ella, su sonrisa le derritió el corazón.

—Hola Luciano, ahora me siento un poco mejor, gracias por venir a mi rescate. La verdad es que no quería arruinar la primera salida de mamá con Tristán por culpa de mi abuelo, que finalmente no pudo venir —dijo ofreciéndole una bebida y un lugar en el sillón.

—No te preocupes Ofelia, para eso somos los amigos y tú eres la prima de mi mejor amigo, es lo menos que puedo hacer por Tristán y por tu madre que se ha portado muy bien conmigo —respondió bebiendo el jugo de naranja que ella le había ofrecido.

—Y entonces… ¿Cuál era la emergencia? —preguntó acomodándose en el sillón.

—La primera es que no quería quedarme sola y lo segundo es mi computador, estaaaan viejo que no quiere responder ¿Podrías revisar? —preguntó con una ligera sonrisa.

—No soy experto en computadoras, pero supongo que algo podré hacer —dijo Luciano poniéndose de pie. —¿Dónde está? —preguntó esperando que ella le indicara el camino.

—Está en mi habitación, mamá se molesta si uso el estudio, ya sabes cómo es —dijo caminando hacia las escaleras, esperando que él fuera tras ella.

Luciano pensó que era una verdadera pena que Ofelia fuera tan joven, la primera vez que la había visto, había captado su atención, lastimosamente la diferencia entre ellos eran abismales. Movió la cabeza ligeramente para apartar aquellos pensamientos, Ofelia era la prima hermana de Tristán y era totalmente prohibida para él.

Ofelia abrió la puerta y le enseñó el mueble donde estaba su computadora “descompuesta”

—Es esa, mira es terriblemente vieja, parece que fue de las primeras en fabricarse —dijo con un gesto de tristeza.

—Le hablaré a Tristán sobre un préstamo para que puedas comprarte una computadora nueva, pero mientras eso sucede, voy a revisar esta —dijo acercándose hacia el mueble.

Un repentino calor inundó su cuerpo y conforme los segundos fueron pasando su cuerpo se fue sintiendo terriblemente sensible y el roce de sus propias prendas le molestaba; trató de ignorar ese repentino malestar y revisó el computador. La pantalla no estaba conectada a la corriente y esa era la razón. Pero de repente algo en su cabeza hizo clic.

Ofelia dio un paso atrás cuando Luciano se giró abruptamente y sus ojos se volvieron fieros, su frente estaba perlada de sudor.

—¿Q-qué sucede? —preguntó al verlo caminar en su dirección.

—¿Qué fue lo que me hiciste? ¡¿Qué fue lo que me diste?! —rugió como si fuese un animal herido.

Luciano se maldijo por haber confiado en ella, había ido derechito a una m*****a trampa.

Caminó hacia la puerta, pero la m*****a chiquilla le había puesto seguro.

—Lo siento Luciano —susurró Ofelia a su espalda, demasiado cerca para su gusto y su cuerpo se estremeció ante el calor femenino.

—Aléjate de mí —le pidió. Pero sabía muy bien que ya todo estaba perdido, el deseo recorría su cuerpo como lava, quemaba y dolía hasta el punto que empezaba a nublarle la mente.

Luciano hizo un último intento por apartarse, pero fracasó estrepitosamente y de un momento a otro terminó sobre la cama y no fue del todo consciente de lo que sucedió.

Un par de horas más tarde abrió los ojos, estaba sudoroso y desnudo junto al cuerpo de Ofelia. El enojo se abrió paso a través de su embotada mente. Él había luchado contra el deseo que nació y quemó en su interior, pero finalmente no pudo evitarlo. Estaba seguro, completamente seguro que Ofelia Carranza lo había drogado y abusado de él.

—¿Podemos ser novios? ¿Te casarás conmigo? —preguntó Ofelia, había hecho las cosas tal cual su padre se las había indicado. Había sido él quien le había dado el polvo que vertió en la bebida de Luciano. Esperaba que su padre finalmente se sintiera orgulloso de ella, aunque su feminidad doliera mucho, ella había cumplido.

—No quiero volver a saber nada más de ti, no quiero volver a verte —dijo Luciano incorporándose de la cama. Tenía una sensación extraña en el cuerpo, pero se obligó a tomar su ropa y vestirse rápidamente, se sentía asqueado por lo que allí había sucedido.

—Luciano, por favor no puedes hablar enserio después de lo que sucedió —dijo con lágrimas en sus ojos.

—Eres mucho peor que tu padre, Ofelia —respondió, quitó el seguro que horas antes no pudo y salió de esa casa como alma que lleva el diablo.

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